Chiara Lubich, fundadora de un gran movimiento para el bien de la humanidad
por: María García de Fleury
El 14 de marzo se conmemoran 14 años del fallecimiento de Chiara Lubich, la fundadora y presidenta del movimiento de los focolares, el ejemplo que ella le dejó al mundo es verdaderamente significativo.
Nació en Trento, Italia, el 22 de enero de 1920, sus padres la bautizaron como Silvina, pero ella se cambió el nombre por Chiara, por su admiración a Santa Clara de Asís. Vivió una infancia muy pobre y cuando tenía poco mas de 20 años, a Chiara le tocó vivir uno de los peores horrores de la historia de Europa, que fue la segunda guerra mundial.
Chiara Lubich, en lugar de entrar en pánico, decidió creer que se podía combatir tanto horror con solidaridad y apertura; con unas amigas, comenzó a ayudar a gente que se había quedado sin casa, separadas de sus familias y sin comida, comenzando por los barrios más pobres de la ciudad, crearon una especie de red de solidaridad para quienes más tenían pudieran compartir con quienes estaban en peores condiciones.
Para darse fuerza unas a otras, Chiara se reunía con la amigas junto a la chimenea a rezar, a leer el evangelio, a estudiarlo y comentarlo. El 7 de diciembre de 1943, Chiara, con 23 años asumió su compromiso formal con Dios en la iglesia de los capuchinos de Trento.
En medio de la desolación de la guerra y entre los escombros de los bombardeos de Trento, Chiara y sus primeras amigas redescubrieron el evangelio y dieron origen al movimiento de los focolares, que alienta la espiritualidad de millones de personas y está extendido en 182 países de casi todos los continentes.
La palabra focolares significa «fuego del hogar» y fue elegido como nombre para el movimiento porque representa el fuego del amor evangélico. Para Chiara, Dios que es amor, ideó a la familia como un entramado, un engranaje de amor entre los esposos y la familia ampliada considerándola como un tesoro, una joya, un misterio de amor.
Se convirtió en una líder transformadora, especialmente en la rama de educación, pues la consideraban como una experiencia personal y social transformadora, en búsqueda de la unidad como hermandad universal de hombres y mujeres, por supuesto, siempre inspirada en el evangelio.
Ante la crisis internacional y la guerra, ella explicaba: «Hay dos modos de verla, uno humano con miles de muertes, una justicia necesaria que hacer estando atentos a que no provoquen otra violencia. Luego esta el otro modo, pensando como San Pablo, quién dijo que todo contribuye al bien para quien ama a Dios».
Durante la guerra tanta gente comenzó a colaborar y ayudarse mutuamente, Chiara ratificó y vivió lo dicho por San Pablo, pues si no se hubiera producido la segunda guerra mundial creando tal volumen de necesidades y sufrimiento, quizás no hubiera tenido Chiara la idea de fundar a los focolares. La guerra fue un signo de la providencia.
Chiara enseñó con su vida y su labor a ponerse en manos del espíritu y con sus inspiración tener la certeza de que el caos, si se ve con los ojos de Dios, puede convertirse en el escenario para que surjan esperanzas y movimientos de fraternidad.
Amigos, en estos momentos de guerra, ver el ejemplo de Chiara es muy inspirador pues es ver que desde el derrumbe de todo se puede resurgir. Chiara Lubic dio ejemplo de una mujer que lo entrego todo por los demás y por Dios, porque ella supo que con ¡Dios siempre ganamos!