Chiara Lubic sigue enseñándonos, por María García de Fleury
Por María García de Fleury
Chiara Lubic nació en Trento, Italia el 22 de enero de 1920, su padre y su hermano eran políticos opositores al facismo y su madre tenia una fuerte fe católica. Chiara contaba que de muy pequeña las monjas la llevaban a la adoración eucarística y frente a aquella ostia ella le pedía «dame tu luz».
En 1939 durante un viaje al santuario de Loreto, sitió el primer llamado a su futura vocación, pero supo que no sería de las vocaciones tradicionales, no iba a ir al convento, ni al matrimonio, ni a la consagración a Dios en el mundo. A los 23 años, mientras caminaba en busca de un poco de leche, escuchó el llamado de Dios que decía «entrégate totalmente a mí», lo conversó con un sacerdote y el 7 de diciembre de 1943 consagró su vida a Dios para siempre, se casaba con Dios, eso era todo para ella, ese día años más tarde lo identifico como el inicio simbólico del Movimiento de los Focolares.
Chiara y sus compañeros se reunían en los refugios antiaéreos durante los ataques mientras se desarrollaba la segunda guerra mundial, una guerra despiadada que no daba tregua ni de día ni de noche, porque cuando sonaban las alarmas tenían que correr y lo único que podían llevarse era el libro del evangelio, Mientras caían las bombas leían el evangelio, lo meditaban y aprendían a cómo hacer la voluntad de Dios.
Iban descubriendo nuevas formas de ser cristianos, de poner el práctica el Evangelio, Chiara le ha enseñado al mundo que con los ojos de la fe si es posible tener esperanza en un mundo mejor, a pesar de las tragedias, en medio del clima de odio y violencia, ante tanta destrucción. Hoy Chiara esta diciéndonos eso mismo en el mundo en que estamos viviendo, pongamos en nuestro corazón esa misma pregunta que Dios puso en el corazón de Chiara, ¿Puede haber un ideal que no muera, que ninguna bomba derrumbe y al que podamos entregarnos?, ella encontró la respuesta en Dios.
Al igual que Chiara en su tiempo, nosotros también podemos llegar a la conclusión de que sí existe un ideal que ninguna bomba, ninguna ideología, ninguna moda pueden destruir; ese ideal es Dios, porque Dios es amor, Dios ama a cada persona inmensamente, todo lo demás es vanidad de vanidades, todo pasa.
Chiara y sus amigas comenzaron a vivir el Evangelio diariamente convencidos de que Dios iba iluminando y transformando su existencia y la de muchos otros mostrándole como finalidad de su vida las palabras de Jesús, «que todos sean uno».
Comenzaron a trabajar y ayudar en los barrios más pobres de la ciudad y así se convirtieron en un movimiento cuyo carisma está reconocido como la búsqueda de la unidad, Chiara, su pensamiento y su obra son de gran actualidad, ella fue pionera señalando el camino hacia la fraternidad universal, respetó la vida, buscó el sentido del sufrimiento, trazó un camino de santidad religiosa y civil que puede ser practicado por cualquiera, que no está reservado para unos pocos elegidos.
Chiara, al fallecer el 14 de marzo del 2008 dejó un mensaje claro, mostró que viviendo a plenitud las enseñanzas de Cristo, podemos convertirnos en personas de fe valiente, que llevemos el mensaje de esperanza, de amor, de unidad y de paz por el mundo, ella lo hizo porque vivió por Dios, para Dios y con Dios ¡siempre ganamos!
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