Celebración de la Vigilia Pascual del Sábado Santo en familia - 800Noticias
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Celebración de la Palabra de Dios en su hogar para santificar la Vigilia Pascual en el Sábado Santo.

El coronavirus y por ende la cuarentena que se ha puesto en marcha para mitigar el impacto de esta pandemia ha frenado las diversas actividades actividades de millones de personas que solían salir de sus casas para llevarlas a cabo.

Por ello, aquí le dejamos una serie de recomendaciones para llevar acabo la celebración litúrgica en casa.

  • Cenar ligeramente para poder iniciar la celebración media hora antes del ocaso del sol.
  • Tras la celebración se podrá organizar un momento festivo.
  • De preferencia colocar (en el lugar de la celebración) en cuarto encendedor, vela grande y una vela para cada persona que participará; quienes no cuenten con una puede emplear su teléfono o la linterna de este en modo avión, lámpara del celular servirá para leer los textos en la oscuridad.
  • Contar al menos con una vela que dure todo el tiempo de la celebración puesto que esta servirá como “cirio pascual”.
  • Durante el Sábado Santo no decoraremos el rincón de oración; la cruz será suficiente; pondremos a un lado todos los ornamentos que iremos dejando durante la vigilia pascual como velas, flores, estatuas, imágenes, etc,
  • Buscar una campana para repicar durante la recitación del himno “Gloria a Dios”; si no cuentan con una, pueden buscar el sonido en internet y que cada uno o tenga en su teléfono para repicar el sonido antes y después del Gloria.
  • Posteriormente pongan la cruz o el crucifijo, enciendan una o varias velas (poner en una base incombustible); al final de la celebración hay que apagarlas.
  • Elijan a la persona que dirigirá la oración y establecerá cuánto durarán los momentos de silencio; información Aleteia.
  • Designar los lectores de las diversas lecturas; se pueden preparar cantos apropiados.

VIGILIA PASCUAL
Celebración de la Palabra
“Yo soy la resurrección y la vida”.
¿Lo crees tú?

Se apagarán todas las luces de la casa.
Nos reunimos alrededor del fuego, que se ha encendido (en caso de contar con un jardín) o en una estancia donde hemos colcado las velas.
La persona que guía la celebración toma la palabra:

Hermanos y hermanas,
en esta Noche Santa
en la que Nuestro Señor Jesucristo ha pasado de la muerte a la vida,
la Iglesia invita a todos sus hijos disperso por el mundo
a reunirse para velar y orar.

Por desgracia, circunstancias adeversas
nos impiden reunirnos en asamblea
para participar en la Liturgia de la Luz
y en la celebración de la Eucaristía.

Ahora bien, sabemos que cuando
nos reunimos para rezar en su Nombre,
Cristo se hace presente entre nosotros.
Y creemos firmemente que, cuando leemos su Palabra en Iglesia,
nos habla el mismo Verbo de Dios.
Su Palabra se convierte entonces
en auténtico alimento para nuestra vida.
Por este motivo, vamos a conmemorar juntos
la Pascua del Señor, escuchando su Palabra de Vida.
Y lo hacemos con la esperanza
de participar en su triunfo sobre la muerte
y de vivir con Él para siempre en Dios.

Pausa

En comunión de corazón y espíritu con toda la Iglesia,
celebremos la Luz de Cristo
y pongámonos a la escucha de su Palabra que salva.

Después de tres minutos de silencio,
todos hacen la señal de la cruz, diciendo: 

En el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo. Amén

LITURGIA DE LA LUZ

Si no se ha encendido el fuego, el que guía la celebración enciende la vela más grande, que se utilizará como “cirio pascual” y la toma en mano. Si no cuenta con otra posibilidad, podrá encender la lámpara de su teléfono móvil o una linterna.

Si se ha hecho fuego en el jardín, esperará al final de la oración de bendición para encender su cirio.

ORACIÓN DE BENDICIÓN

El guía de la celebración, con las manos juntas, pronuncia la siguiente oración: 

Señor Dios nuestro,
que por medio de tu Hijo
nos has dado el fuego de tu luz,
bendice este fuego,
y concédenos
que la celebración de estas fiestas pascuales
encienda en nosotros deseos tan santos
que podamos llegar con corazón limpio
a las fiestas de la eterna luz.
Por Jesucristo, nuestro Señor.
R/. Amén.

Si se ha hecho fuego, se encenderá el “cirio pascual” con el fuego nuevo.
En todo caso, manteniendo elevado el “cirio pascual” encendido, el guía de la celebración dice:

La luz de Cristo, que resucita glorioso,
disipe las tinieblas del corazón y del espíritu.
Todos juntos repiten:
La luz de Cristo, que resucita glorioso,

disipe las tinieblas del corazón y del espíritu.

ACLAMACIÓN Y PROCESIÓN

La buena nueva de la resurrección de Cristo resplandecerá en la noche: “¡Luz de Cristo!”.
Manteniendo elevado el “cirio pascual”, la persona que guía la celebración dice con voz fuerte:

Luz del Cristo.
Y todos responden:
Demos gracias a Dios.

La persona que guía la celebración enciende con su cirio las velas de los demás participantes. 

Si se carece de velas, cada quien puede enceder su linterna o la lámpara de su teléfono móvil, uniendo las manos contra el pecho. 

En la medida de lo posible, se avanzará en procesión desde el jardín donde se ha encendido el fuego o desde la habitación en la que se han iluminado las velas hasta el espacio de oración. Al llegar, se repetirá en dos ocasiones la aclamación: 

Luz del Cristo.
Y todos responden:
Demos gracias a Dios.

Permanecemos de pie, con las velas encendidas.

PREGÓN PASCUAL

Una persona declamará con voz fuerte y clara: 

Exulten por fin los coros de los ángeles,
exulten las jerarquías del cielo,
y por la victoria de Rey tan poderoso
que las trompetas anuncien la salvación.
Goce también la tierra, inundada de tanta claridad,
y que, radiante con el fulgor del Rey eterno,
se sienta libre de la tiniebla que cubría el orbe entero.
Alégrese también nuestra madre la Iglesia,
revestida de luz tan brillante;
resuene este templo con las aclamaciones del pueblo.
Levantemos el corazón.
R/. Lo tenemos levantado hacia el Señor.
V/. Demos gracias al Señor, nuestro Dios.
R/. Es justo y necesario.
En verdad es justo y necesario
aclamar con nuestras voces y con todo el afecto del corazón
a Dios invisible, el Padre todopoderoso,
y a su único Hijo, nuestro Señor Jesucristo.
Porque él ha pagado por nosotros al eterno Padre
la deuda de Adán
y, derramando su sangre,
canceló el recibo del antiguo pecado.
Porque éstas son las fiestas de Pascua,
en las que se inmola el verdadero Cordero,
cuya sangre consagra las puertas de los fieles.
Ésta es la noche
en que sacaste de Egipto
a los israelitas, nuestros padres,
y los hiciste pasar a pie el mar Rojo.
Ésta es la noche
en que la columna de fuego
esclareció las tinieblas del pecado.
Ésta es la noche
en que, por toda la tierra,
los que confiesan su fe en Cristo
son arrancados de los vicios del mundo
y de la oscuridad del pecado,
son restituidos a la gracia
y son agregados a los santos.
Ésta es la noche
en que, rotas las cadenas de la muerte,
Cristo asciende victorioso del abismo.
¡Que asombroso beneficio de tu amor por nosotros!
¡Qué incomparable ternura y caridad!
¡Para rescatar al esclavo entregaste al Hijo!
Necesario fue el pecado de Adán,
que ha sido borrado por la muerte de Cristo.
¡Feliz la culpa que mereció tal Redentor!
Y así, esta noche santa
ahuyenta los pecados,
lava las culpas,
devuelve la inocencia a los caídos,
la alegría a los tristes,
expulsa el odio, trae la concordia,
doblega a los poderosos.
En esta noche de gracia,
acepta, Padre santo,
este sacrificio vespertino de alabanza,
que la santa Iglesia te ofrece
por medio de sus ministros
en la solemne ofrenda de este cirio,
hecho con cera de abejas.
¡Qué noche tan dichosa,
en que se une el cielo con la tierra,
lo humano con lo divino!
Te rogamos, Señor, que este cirio,
consagrado a tu nombre,
arda sin apagarse
para destruir la oscuridad de esta noche,
y, como ofrenda agradable,
se asocie a las lumbreras del cielo.
Que el lucero matinal lo encuentre ardiendo,
ese lucero que no conoce ocaso
y es Cristo, tu Hijo resucitado,
que, al salir del sepulcro,
brilla sereno para el linaje humano,
y vive y reina glorioso
por los siglos de los siglos.
R/. Amén.

Colocamos el cirio pascual encendido en el espacio de oración, de una manera apropiada y segura. Los presentes apagan la luz que tienen entre manos y se sientan.

LITURGIA DE LA PALABRA

LECTURA DEL ANTIGUO TESTAMENTO

Lectura del Libro del Éxodo (14, 15-15, 1)

En aquellos días, dijo el Señor a Moisés: “¿Por qué sigues clamando a mí? Diles a los israelitas que se pongan en marcha. Y tú, alza tu bastón, extiende tu mano sobre el mar y divídelo, para que los israelitas entren en el mar sin mojarse. Yo voy a endurecer el corazón de los egipcios para que los persigan, y me cubriré de gloria a expensas del faraón y de todo su ejército, de sus carros y jinetes. Cuando me haya cubierto de gloria a expensas del faraón, de sus carros y jinetes, los egipcios sabrán que yo soy el Señor”.

El ángel del Señor, que iba al frente de las huestes de Israel, se colocó tras ellas. Y la columna de nubes que iba adelante, también se desplazó y se puso a sus espaldas, entre el campamento de los israelitas y el campamento de los egipcios. La nube era tinieblas para unos y claridad para otros, y así los ejércitos no trabaron contacto durante toda la noche.

Moisés extendió la mano sobre el mar, y el Señor hizo soplar durante toda la noche un fuerte viento del este, que secó el mar, y dividió las aguas. Los israelitas entraron en el mar y no se mojaban, mientras las aguas formaban una muralla a su derecha y a su izquierda. Los egipcios se lanzaron en su persecución y toda la caballería del faraón, sus carros y jinetes, entraron tras ellos en el mar.

Hacia el amanecer, el Señor miró desde la columna de fuego y humo al ejército de los egipcios y sembró entre ellos el pánico. Trabó las ruedas de sus carros, de suerte que no avanzaban sino pesadamente. Dijeron entonces los egipcios: “Huyamos de Israel, porque el Señor lucha en su favor contra Egipto”.

Entonces el Señor le dijo a Moisés: “Extiende tu mano sobre el mar, para que vuelvan las aguas sobre los egipcios, sus carros y sus jinetes”. Y extendió Moisés su mano sobre el mar, y al amanecer, las aguas volvieron a su sitio, de suerte que al huir, los egipcios se encontraron con ellas, y el Señor los derribó en medio del mar. Volvieron las aguas y cubrieron los carros, a los jinetes y a todo el ejército del faraón, que se había metido en el mar para perseguir a Israel. Ni uno solo se salvó.

Pero los hijos de Israel caminaban por lo seco en medio del mar. Las aguas les hacían muralla a derecha e izquierda. Aquel día salvó el Señor a Israel de las manos de Egipto. Israel vio a los egipcios, muertos en la orilla del mar. Israel vio la mano fuerte del Señor sobre los egipcios, y el pueblo temió al Señor y creyó en el Señor y en Moisés, su siervo. Entonces Moisés y los hijos de Israel cantaron este cántico al Señor:

El lector no dice “Palabra de Dios· y todos entonan el cántico

Cántico (Éxodo 15)

Alabemos Señor por su victoria.

R/. Alabemos Señor por su victoria.

Cantamos al Señor, sublime es su victoria:
caballos y jinetes arrojó en el mar.
Mi fortaleza y mi canto es el Señor,
él es mi salvación;
él es mi Dios, y yo lo alabaré,
es el Dios de mis padres, y yo le cantaré.

R/. Alabemos Señor por su victoria.
El Señor es un guerrero, su nombre es el Señor.
Preciptó en el mar los carros del faraón
y a sus guerreros;
ahogó en el mar Rojo a sus mejores capitanes.

R/. Alabemos Señor por su victoria.

Las olas los cubrieron,
cayeron hasta el fondo, como piedras.
Señor, tu diestra brilla por su fuerza,
tu diestra, Señor, tritura el enemigo.

R/. Alabemos Señor por su victoria.

Tú llevas a tu pueblo
plantarlo en el monte que le diste en herencia,
en el lugar que convertiste en tu morada,
en el santuario que construyeron tus manos.
Tú, Señor, reinarás para siempre.

R/. Alabemos Señor por su victoria.

Nos levantamos. Quien guía la celebración pronuncia esta oración:

ORACIÓN

Oh Dios, que has iluminado los prodigios
de los tiempos antiguos
con la luz del nuevo Testamento,
el mar Rojo fue imagen de la fuente bautismal, y el pueblo, liberado de la esclavitud,
imagen de la familia cristiana;
concede a todas las gentes,
elevadas por su fe a la dignidad de pueblo elegido,
regenenarse por la participación de tu Espíritu.
Por Jesucristo, nuestro Señor.

Para indicar, en la celebración, el paso del Antiguo al Nuevo Testamento, cantamos o recitamos el himno “Gloria a Dios”. Si disponemos de una campanilla, podremos tocarla durante todo el Gloria. De lo contrario, podremos encender el sonido de campanas de nuestros teléfonos móviles antes  y después del himno “Gloria a Dios”

Gloria a Dios en el cielo,
y en la tierra paz a los hombres
que ama el Señor.
Por tu inmensa gloria
te alabamos,
te bendecimos,
te adoramos,
te glorificamos,
te damos gracias,
Señor Dios, Rey celestial,
Dios Padre todopoderoso.
Señor, Hijo único, Jesucristo,
Señor Dios, Cordero de Dios,
Hijo del Padre;
tú que quitas el pecado del mundo,
ten piedad de nosotros,
tú que quitas el pecado del mundo,
atiende nuestra súplica;
tú que estás sentado a la derecha del Padre,
ten piedad de nosotros;
porque sólo tú eres Santo,
sólo tú Señor,
sólo tú Altísimo, Jesucristo,
con el Espíritu Santo
en la gloria de Dios Padre. 
Amén.

Gloria in excelsis Deo,
et in terra pax hominibus bonae voluntatis.
Laudamus te,
Benedicimus te,
Adoramus te,
Glorificamus te,
Gratias agimus tibi propter magnam gloriam tuam,
Domine Deus, Rex caelestis, Deus Pater omnipotens.
Domine fili unigenite, Jesu Christe,
Domine Deus, Agnus Dei, Filius patris,
Qui tollis peccata mundi, miserere nobis.
Qui tollis peccata mundi, suscipe deprecationem nostram.
Qui sedes ad dexteram Patris, miserere nobis.
Quoniam tu solus sanctus,
Tu solus Dominus,
Tu solus Altissimus, Jesu Christe,
Cum Sancto Spiritu in gloria Dei Patris. Amen.

Nos sentamos

Epístola

Lectura de la carta del apóstol san Pablo a los Romanos (6, 3-11)
Hermanos: Todos los que hemos sido incorporados a Cristo Jesús por medio del bautismo, hemos sido incorporados a él en su muerte. En efecto, por el bautismo fuimos sepultados con él en su muerte, para que, así como Cristo resucitó de entre los muertos por la gloria del Padre, así también nosotros llevemos una vida nueva.

Porque, si hemos estado íntimamente unidos a él por una muerte semejante a la suya, también lo estaremos en su resurrección. Sabemos que nuestro hombre viejo fue crucificado con Cristo, para que el cuerpo del pecado quedara destruido, a fin de que ya no sirvamos al pecado, pues el que ha muerto queda libre del pecado.

Por lo tanto, si hemos muerto con Cristo, estamos seguros de que también viviremos con él; pues sabemos que Cristo, una vez resucitado de entre los muertos, ya no nunca morirá. La muerte ya no tiene dominio sobre él, porque al morir, murió al pecado de una vez para siempre; y al resucitar, vive ahora para Dios. Lo mismo ustedes, considérense muertos al pecado y vivos para Dios en Cristo Jesús, Señor nuestro.

Palabra de Dios.
R/. Te alabamos Señor.

Salmo 17

Podrá cantarse el aleluya del que intercala el Salmo.

R/. Aleluya, aleluya.
Te damos gracias, Señor, porque eres bueno,
porque tu misericordia es eterna.
Diga la casa de Israel:
“Su misericordia es eterna”.

R/. Aleluya, aleluya.

La diestra del Señor es poderosa,
la diestra del Señor es nuestra orgillo.
No moriré, continuaré viviendo
para contar lo que el Señor ha hecho.

R/. Aleluya, aleluya.

La piedra que desecharon los constructores,
es ahora la piedra angular.
Esto es obra de la mano del Señor,
es un milagro patente.
R/. Aleluya, aleluya.

EVANGELIO (Mateo 28, 1-10)

Lectura del santo evangelio según san Mateo:

Transcurrido el sábado, al amanecer del primer día de la semana, María Magdalena y la otra María fueron a ver el sepulcro. De pronto se produjo un gran temblor, porque el ángel del Señor bajó del cielo y acercándose al sepulcro, hizo rodar la piedra que lo tapaba y se sentó encima de ella. Su rostro brillaba como el relámpago y sus vestiduras eran blancas como la nieve. Los guardias, atemorizados ante él, se pusieron a temblar y se quedaron como muertos. El ángel se dirigió a las mujeres y les dijo: “No teman. Ya sé que buscan a Jesús, el crucificado. No está aquí; ha resucitado, como lo había dicho. Vengan a ver el lugar donde lo habían puesto. Y ahora, vayan de prisa a decir a sus discípulos: ‘Ha resucitado de entre los muertos e irá delante de ustedes a Galilea; allá lo verán’. Eso es todo”.

Ellas se alejaron a toda prisa del sepulcro, y llenas de temor y de gran alegría, corrieron a dar la noticia a los discípulos. Pero de repente Jesús les salió al encuentro y las saludó. Ellas se le acercaron, le abrazaron los pies y lo adoraron. Entonces les dijo Jesús: “No tengan miedo. Vayan a decir a mis hermanos que se dirijan a Galilea. Allá me verán”.

Al final del Evangelio, aclamamos nuevamente a la Resurrección.

R/. Aleluya, aleluya, aleluya.

Todos se sientan. El guía repite lentamente,
como si se tratara de un eco lejano:

“Yo soy la resurrección y la vida”
¿Lo crees tú?

Permanecemos tres minutos en silencio de meditación personal.

RENOVACIÓN DE LAS PROMESAS DEL BAUTISMO

La Noche de Pascua, normalmente caracterizada por el bautismo de adultos, que este año no tendrá lugar, es también la noche de la renovación de nuestra profesión de fe en memoria de nuestro bautismo. Pronunciaremos o cantaremos la letanía de los santos, esos hombres y mujeres que han vivido y nos han ransmitido la fe que hemos recibido. 

Señor, ten piedad.
R/. Señor, ten piedad.
Cristo, ten piedad.
R/. Cristo, ten piedad.
Señor, ten piedad.
R/. Señor, ten piedad.
Santa María, Madre de Dios.
R/. Ruega por nosotros.        
San Miguel.
R/. Ruega por nosotros.    
Santos Ángeles
R/. Rogad por nosotros.    
San Juan Bautista.
R/. Ruega por nosotros.    
San José.
R/. Ruega por nosotros.    
Santos Pedro y Pablo.
R/. Rogad por nosotros.    
San Andrés.
R/. Ruega por nosotros.    
San Juan.
R/. Ruega por nosotros.    
Santa María Magdalena.
R/. Ruega por nosotros.    
San Esteban.
R/. Ruega por nosotros.    
San Ignacio de Antioquía.
R/. Ruega por nosotros.    
San Lorenzo.
R/. Ruega por nosotros.    
Santas Perpetua y Felicidad.
R/. Rogad por nosotros.    
Santa Inés.
R/. Ruega por nosotros.    
San Gregorio.
R/. Ruega por nosotros.    
San Agustín.
R/. Ruega por nosotros.    
San Atanasio.
R/. Ruega por nosotros.    
San Basilio.
R/. Ruega por nosotros.    
San Martín.
R/. Ruega por nosotros.    
San Benito.
R/. Ruega por nosotros.    
Santos Francisco y Domingo.
R/. Rogad por nosotros.    
San Francisco Javier.
R/. Ruega por nosotros.    
San Juan María Vianney.
R/. Ruega por nosotros.    
Santa Catalina de Siena.
R/. Ruega por nosotros.    
Santa Teresa de Jesús.
R/. Ruega por nosotros.    
Pueden añadirse los santos patronos de los miembros de nuestra familia, presentes y ausentes, y de los seres queridos que en estos momentos están enfermos.
Santos y Santas de Dios.
R/. Rogad por nosotros.    

Nos ponemos de pie.
Quien guía la celebración invita a  renovar las promesas del Bautismo.

Hermanos:
Por el misterio pascual
hemos sido sepultados con Cristo
en el bautismo,
para que vivamos una vida nueva.
Por tanto, terminado el ejercicio de la Cuaresma,
renovemos las promesas del santo bautismo,
con las que en otro tiempo renunciamos a Satanás
y a sus obras y prometimos servir fielmente a Dios,
en la santa Iglesia católica.
Así, pues:

¿Renuncias al pecado para vivir en la libertad de los hijos de
Dios?
R/.  Sí, renuncio.

¿Renuncias a todas las seducciones del Maligno, para que el
pecado no los esclavice?
R/.  Sí, renuncio.

¿Renuncias a Satanás, padre y príncipe del pecado?
R/.  Sí, renuncio.

¿Crees en Dios, Padre todopoderoso, creador del cielo y de
la tierra?
R/.  Sí, creo.

¿Crees en Jesucristo, su Hijo único y Señor nuestro, que
nació de Santa María Virgen, padeció y murió por nosotros,
resucitó y está sentado a la derecha del Padre?
R/.  Sí, creo.

¿Crees en el Espíritu Santo, en la santa Iglesia católica, en la
comunión de lo santos, en el perdón de los pecados, en la
resurrección de los muertos y en la vida eterna?
R/.  Sí, creo.

Que Dios todopoderoso, Padre de nuestro Señor Jesucristo,
que nos liberó del pecado y nos ha hecho renacer por el agua
y el Espíritu Santo, nos conserve con su gracia, unidos a
Jesucristo, nuestro Señor, para la vida eterna.
R/.  Amén.

El que guía la celeración introduce el Padre Nuestro.

Fieles a la recomendación del Salvador,
y siguiendo su divina enseñanza,
nos atrevemos a decir:

Se reza o canta el Padre Nuestro:

Padre nuestro,
que estás en el cielo,
santificado sea tu nombre;
venga a nosotros tu reino;
hágase tu voluntad en la tierra como en el cielo.
Danos hoy nuestro pan de cada día;
perdona nuestras ofensas,
como también nosotros perdonamos a los que nos ofenden;
no nos dejes caer en la tentación,
y líbranos del mal.

E inmediatamente todos proclaman:

Tuyo es el reino, tuyo el poder y la gloria, por siempre, Señor.

El guía sigue diciendo:

Acabamos de unir nuestra voz
a la del Señor Jesús para orar al Padre.
Somos hijos en el Hijo.
En la caridad que nos une los unos a los otros,
renovados por la Palabra de Dios,
podemos intercambiar un gesto de paz,
signo de la comunión
que recibimos del Señor.

Todos intercambian un gesto de paz. Si fuera necesario, siguiendo las indicaciones de las autoridades, este gesto puede hacerse inclinando profundamente la cabeza hacia el otro o, en familia, enviando un beso a distancia con dos dedos en los labios.
Nos sentamos.

COMUNIÓN ESPIRITUAL

El guía dice:

Dado que no podemos recibir la comunión sacramental,
el Papa Francisco nos invita apremiantemente a realizar la comunión espiritual,
llamada también “comunión de deseo”.

El Concilio de Trento nos recuerda que
“se trata de un ardiente deseo de alimentarse con este Pan celestial,
unido a una fe viva que obra por la caridad,
y que nos hace participantes de los frutos y gracias del Sacramento”.

El valor de nuestra comunión espiritual
depende, por tanto, de nuestra fe en la presencia de Cristo en la Eucaristía,
como fuente de vida, de amor y de unidad,
así como de nuestro deseo de comulgar, a pesar de las circunstancias.

Podemos ahora  inclinar la cabeza,
cerrar los ojos y recoger nuestro espíritu.

Pausa en silencio

En lo más profundo de nuestro corazón,
dejemos crecer el ardiente deseo de unirnos a Jesús,
en la comunión sacramental,
y de hacer que su amor se haga vivo en nuestras vidas,
amando a nuestros hermanos y hermanas como Él nos ha amado.

Permanecemos cinco minutos en silencio en un diálogo de corazón a corazón con Jesucristo.
A continuación, cantamos o recitamos el Aleluya.

Aleluya, aleluya, aleluya.

ORACIÓN DE BENDICIÓN

Todos juntos mirando hacia la cruz y el “cirio pascual”,
piden la bendición del Señor:
La persona que guía la celebración, con las manos juntas, 
pronuncia en nombre de todos la fórmula de la bendición:

Dios Padre, que por la resurrección de su Unigénito
nos ha redimido y nos ha dado la gracia de la adopción filial
nos colme con el gozo de su bendición.
R. Amén.

Cristo, que por su redención nos obtuvo la perfecta libertad,
nos conceda participar de la herencia eterna.
R. Amén.

Y que, resucitados con él en el bautismo por la fe,
por medio de una vida santa
podamos llegar a la patria celestial.
R. Amén.

Y todos juntos, con las manos unidas, dicen:

Y la gracia de Dios descienda sobre nosotros
y permanezca para siempre. Amén.

Todos hacen la señal de la cruz.
Los padres pueden hacer la señal de la cruz en la frente de sus hijos.
Es posible concluir la celebración elevando un canto eucarístico.
Podemos concluir entonando un canto a María, como por ejemplo el “Regina caeli”. 

Regina caeli, laetare, alleluia,
quia quem meruisti portare, alleluia,
resurrexit sicut dixit, alleluia;
ora pro nobis Deum, alleluia.

Reina del cielo, alégrate, aleluya.
Porque aquel a quien mereciste llevar, aleluya,
resucitó según su palabra, aleluya.
Ruega al Señor por nosotros, aleluya.

Usted podrá encontrar, de manera gratuita, otros recursos en la página de la Conferencia Episcopal Venezolana