Biodiversidad oceánica surgió de largos periodos de estabilidad terrestre - 800Noticias
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Nuestra Tierra

EFE

 Un equipo de científicos ha descubierto que la biodiversidad oceánica actual es resultado de largos periodos de estabilidad ambiental en la Tierra que originaron exuberantes focos de vida o hotspots, regiones que concentran un gran número de especies.

El equipo, liderado por expertos del Instituto de Ciencias del Mar del Consejo Superior de Investigaciones Científicas (ICM-CSIC) de España, ha reconstruido la historia de la diversidad de los animales desde la explosión de vida del Cámbrico (hace 540 millones de años) hasta nuestros días, con la ayuda de un modelo computacional.

Los detalles del trabajo se han publicado este miércoles en Nature.

Tal y como muestra el registro fósil, la vida en nuestro planeta ha sufrido al menos cinco grandes extinciones masivas en los últimos 500 millones de años. La mayor de todas, que tuvo lugar a finales del periodo Pérmico, acabó con más del 90 % de las especies marinas y dejó los ecosistemas al borde del colapso.

Hoy, 250 millones de años después, la vida en el mar es más diversa que nunca, pero ¿cómo es posible?.

«La cuestión es qué ha ocurrido para que la biodiversidad sea hoy mayor de lo que ha sido nunca», apunta Pedro Cermeño, del ICM-CSIC y líder del proyecto.

El problema es que el registro fósil es incompleto, de modo que para resolver esta cuestión había que desarrollar un nuevo enfoque computacional que permitiese reconstruir la historia de la vida.

«Nuestro modelo es capaz de recrear la distribución geográfica de la diversidad en los océanos actuales, especialmente los hotspots, y revela los mecanismos que los han creado», explica el investigador.

Los autores han comprobado que el tiempo transcurrido entre una extinción masiva y la siguiente fue clave para el desarrollo de los hotspots.

El nuevo modelo también ha arrojado luz sobre una de las cuestiones más controvertidas de la ecología evolutiva: si existe o no un límite a la diversidad global que puede soportar la Tierra.

La teoría ecológica afirma que, a medida que aumenta la diversidad y se intensifican las interacciones biológicas, como la competencia, el proceso de diversificación se ralentiza hasta detenerse.

En este punto, la aparición y el establecimiento de una nueva especie provocará inevitablemente la extinción de una especie antigua.

Sin embargo, algunos científicos sostienen que los ecosistemas de la Tierra son tan heterogéneos que siempre habrá espacio para más especies.

«Nuestros resultados concilian ambos puntos de vista. Mientras que la mayor parte de los océanos presentan niveles de diversidad muy inferiores a su máximo, las regiones que albergan hotspots de biodiversidad podrían estar cerca de su límite», explica Cermeño.

Para hacer el trabajo, el equipo ha empleado un modelo paleogeográfico que rastrea los movimientos de los continentes y el fondo marino a lo largo de millones de años y un modelo de la Tierra que reconstruye las condiciones ambientales de los mares en el pasado.

«Esta herramienta de modelización es muy potente, ya que nos permite explorar muchas cosas, entre ellas, qué habría pasado si no hubiesen ocurrido algunas de las grandes extinciones masivas que asolaron la vida en el pasado o si hubiesen sucedido en otro momento de la historia de la Tierra», subraya.

La interferencia del ser humano en el funcionamiento natural de los ecosistemas del planeta ha provocado la sexta gran extinción masiva.

Según Naciones Unidas, en el último siglo han desaparecido tantas especies como las que se habrían extinguido en 10.000 años si se asume un escenario normal y el 25 % de las especies evaluadas por la Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza se encuentra en peligro de extinción.

«Este estudio pone de manifiesto que, si las tendencias actuales continúan, la pérdida de biodiversidad prevista para finales de este siglo podría tardar millones de años en recuperarse, posiblemente más allá de nuestra propia existencia como especie», concluye Michael Benton, profesor de la Universidad de Bristol y coautor del trabajo.

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