Bertila Boscardin se dedicó a los enfermos, por María García de Fleury
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Se llamaba Ana Francisca y la conocemos como Bertila, nació en Vicenza, Italia el 6 de octubre de 1888, en una familia de origen humilde de campesinos. Ana Francisca fue una niña tranquila, trabajadora, y su infancia no tuvo nada de pintoresco.
A los 17 años, el 8 de abril de 1905 ingresó en la congregación de las Hermanas Maestras de Santa Dorotea, hijas de los sagrados corazones. De entrada, Ana Francisca le dijo a su maestra de novicia: “Yo no sé hacer nada, soy una inútil, siempre me han llamado tontica y lo soy, por eso vengo aquí para que usted me enseñe a ser santa”
La hermana Bertila paso un año ayudando en la cocina, en la panadería y en la lavandería, después fue enviada a aprender las tareas de enfermera en Treviso donde las hermanas de Santa Dorotea tenían a su cargo el hospital municipal pero la superiora la puso a trabajar como ayudante de cocina y allí estuvo hasta después de su profesión religiosa.
En 1907 pasó a ayudar en el pabellón de los niños con difteria y a partir de entonces vivió consagrada al cuidado de los enfermos.
A principios de 1915 el hospital de Treviso fue ocupado por las tropas extranjeras y quedó en pleno frente de batalla. Durante los bombardeos aéreos aunque el terror paralizaba algunas de sus hermanas. Bertila no menos asustada se ocupaba en llevarle café y vino de marsala a los enfermos, sin que sus quehaceres impidieran ir pasando las cuentas de su rosario.
Todos admiraban la laboriosidad y la caridad de Bertila, luego la pasaron a trabajar en la lavandería, allí trabajó sin quejarse durante 4 meses hasta que la enviaron de regreso al hospital de Treviso donde se le confió el pabellón de los niños infecciosos.
La salud de Sor Bertila empeoraba, los médicos decidieron operarla pero la operación resultó fatal. El médico jefe de una sección del hospital que era no creyente, al dejar la habitación donde ella estaba agonizando le decía a quienes se encontraban por los pasillos: “Allá arriba se está muriendo una santa”. La hermana Bertila murió tres días después, el 20 de octubre de 1922, cuando tenía 34 años.
En el primer aniversario de su muerte el hospital de Treviso colocó una placa que decía “A la hermana Bertila Boscardin, alma escogida de bondad heroica quien durante varios años alivió como un ángel el sufrimiento humano en este hospital”.
El pueblo empezó a acudir a la tumba de la hermana Bertila desde donde Dios obró por su intercesión muchas oraciones.
Su fiesta se celebra el 11 de mayo, día en que el Papa Juan XXIII la canonizó. Santa Bertila siguió el camino espiritual de Santa Teresita del niño Jesús, fue una mujer de gran juicio práctico, de voluntad muy firme, se santificó cumpliendo sencillamente su deber de todos los días a pesar de su mala salud, de su escaza capacidad intelectual y de su falta de iniciativa.
Sor Bertila se consumió al servicio de sus hermanos, los enfermos, ofreciéndose al señor sin medida. Ella expresó así la naturaleza profunda de su respuesta vocacional que era un corazón rebosante de amor a Dios y a los demás porque ella sabía que con Dios ¡siempre ganamos!