Así cambia la vida sexual de la pareja tras tener hijos
El País
“Tener un hijo es como colgarte una mochila y llevarla a la espalda el resto de tu vida. Cualquier cosa que hagas a partir de ese momento, cualquier actividad que emprendas, cualquier decisión que tomes, estará condicionada por el hecho de que cargas con una mochila”. Álvaro, 46 años, es informático, y llegó a esta conclusión poco después de haber sido padre por primera vez (ahora tiene dos niñas). Una de esas “actividades” que en su caso se vio trastocada por la paternidad fue el sexo. “El bebé no paraba de llorar. No pegabas ojo, y al día siguiente te metías en la cama agotado. Lo que más deseabas en el mundo era dormir. Mantener relaciones con mi pareja era algo que ni siquiera se me pasaba por la cabeza. Tendrían que haberme obligado a punta de pistola, y creo que ni por esas. Y a mi pareja le pasaba igual. Con el tiempo, nos instalamos en esa rutina”, recuerda.
Su pareja se llama Marga, y hablo con ella por separado. “Me caía de sueño a lo largo del día, ¿cómo iba a pensar en otra cosa que no fuera dormir cuando me metía en la cama? Durante un tiempo me sentía dolorida. No percibía mis pechos como una parte sensual, sino como una herramienta de manutención, o algo así. Todo eso, quieras o no, estableció un nuevo estándar en nuestra relación. Al principio, al poco de conocernos, éramos dos jóvenes ansiosos sexualmente. Luego pasamos a una etapa de madurez, en la que ya no lo hacíamos tanto como antes. Tras dar a luz, empezó una nueva fase, en la que ya apenas lo hacíamos”, confiesa esta abogada de 42 años, sin asomo de pena. “Es así, y ya está. ¿Por qué tendríamos que plantearnos volver a lo de antes? Ahora nos apetecen otras cosas”, añade.
Tener hijos te cambia la vida; también la sexual. Un 47% de las mujeres y un 43% de los hombres opina que sus relaciones íntimas han ido a peor, según una encuesta publicada en 2018. Como afirma el informe, el deseo sexual disminuye en un 61% de mujeres y en un 30% de los hombres tras traer niños y niñas al mundo. Las parejas lo hacen un 47% menos. Y no solo por falta de ganas: encontrar el momento resulta complicado. Un 63% de ellas declara “difícil o muy difícil” disponer de intimidad cuando el hijo está despierto.
“La principal consecuencia [de tener hijos] es una alteración de la rutina sexual espontánea de la pareja; ya en el embarazo se produce una modificación del patrón de relaciones”, asegura el psicólogo y terapeuta de parejas Juan Macías. Dicha alteración obedece a factores físicos y psicológicos. Para empezar, y aunque eso no justifica el rechazo a mantener relaciones sexuales por parte del hombre, es un hecho que el cuerpo de la mujer cambia. “A nivel físico, los cambios bioquímicos tras el parto y la lactancia afectan de forma directa a la vagina y a su lubricación, haciendo más dolorosas e incomoda la penetración, también puede haber puntos y daño en la musculatura pélvica”, añade.
Germán, de 44 años, dependiente en unos grandes almacenes, lo describe de este modo. “El cuerpo de mi pareja cambió rápidamente. La transformación había comenzado con la barriga de embarazada, pero después su cuerpo no volvió a ser el mismo. No es que fuera menos atractiva; simplemente era otra. Tuve que reacondicionar mi deseo, convencerme de que ese otro cuerpo también me atraía sexualmente”. Cabe resaltar que cuando los hombres nos quedamos calvos y echamos barriga, a nuestras parejas (generalmente) les seguimos pareciendo atractivos.
También se revolucionan las emociones. “La madre y el padre están elaborando de forma muy distinta la crianza y resituando la presencia de su pareja en este proceso, lo que puede generar extrañeza hacia la pareja o incluso un conflicto directo. Puede existir depresión posparto en la mujer y en ocasiones sentirse presionada por el hombre para retomar las relaciones sexuales. Muchos de estos cambios producen una disritmia importante: el deseo, la frecuencia y las formas de acceso a las relaciones sexuales evolucionan de forma muy distinta en hombre y mujer desde el momento del embarazo y tras el parto. Afectan con más intensidad a la mujer y esto puede provocar una desincronía importante”, señala el psicólogo.
En las mujeres, recuperarse del embarazo y el parto lleva tiempo, como indica un informe del Murdoch Children Research Institute basado en una encuesta a 1.500 madres primerizas. “Incluso seis meses después del nacimiento del bebé, muchas mujeres aún no sienten que han vuelto a la normalidad física o emocional”, dice el documento. El texto recoge algunas respuestas de las participantes muy interesantes sobre el cambio de sus patrones sexuales, que aluden a razones físicas y de estilo de vida. “Intentamos tener sexo pero simplemente no podíamos. Me dolía, así que aparcamos el sexo una temporada”. “Tenía un bebé colgado de mi pecho dos horas al día. No quería tener a nadie más pegado a mi cuerpo”. “Igual que cuando eres madre pierdes libertad como persona, también la pierdes como pareja”.
Para José Luis, químico de 48 años, el cambio se produjo en su cabeza. “Casi de la noche a la mañana dejé de ver a mi pareja como una compañera sexual para considerarla, por encima de todo, la madre de nuestro hijo. Donde hubo deseo, ahora había ternura, y un respeto aún mayor que me impedía, por ejemplo, emplear un lenguaje subido de tono en nuestras relaciones, algo que antes nos excitaba”. Ahora está intentando convencer a su pareja para dormir en camas separadas. “Si lo que quieres es descansar, es lo mejor”, apostilla.
¿Cansancio? ¿Otras prioridades? Puede que simplemente los hombres estemos buscando excusas para explicar una reacción química. El doctor Lee Gettler, de la Universidad de Notre Dame (Indiana, EE UU), descubrió que la testosterona en los hombres disminuye considerablemente cuando tienen su primer hijo (hasta un 34%), lo que deriva en una disminución de su actividad sexual. Así, las mujeres no serían las únicas que cambian biológicamente para criar a los hijos. Esos menores niveles de testosterona, sostiene el médico, pueden desempeñar un papel a la hora de ayudar al hombre a ser más sensible con las necesidades de su hijo y de la familia.
Le preguntamos al terapeuta sexual si puede existir también una explicación atávica, genética, un pensamiento inconsciente del tipo: “Ya nos hemos reproducido, ya hemos cumplido con nuestra misión animal, y no tenemos esa necesidad acuciante de practicar sexo”. Sobre todo hoy en día, cuando postergamos todo lo posible el momento de ser padres y madres, con las dificultades que eso entraña. Una vez ha nacido nuestro bebé, responde, “hay dos reacciones posibles: relajarse y disfrutar el sexo más que antes, recuperar la parte de juego y disfrute; o que las relaciones sexuales se desenergeticen, se hagan menos frecuentes, se descanse de la tarea o la obligación de un sexo reproductivo. Los miedos ante el riesgo del primer trimestre suelen favorecer que se desplace la sexualidad”.