A 750 años de la muerte de Santo Tomás de Aquino, por María García de Fleury
María García de Fleury
A 750 años de haber fallecido santo Tomás de Aquino, recordemos que nació hacia el año 1225 cerca de Nápoles en Italia. Era un hombre de una gran corpulencia y una gran fortaleza física. Ingresó en la Orden de Santo Domingo de Guzmán que estaba recién creada y la llamaban los Dominicos. Fue uno de los profesores más célebres de la Universidad de París en una época de profundas turbulencias originadas, igual que hoy, por algunos profesores de filosofía que practicaban la demagogia académica. Tomás dejó una monumental obra cuya influencia la tenemos hasta el día de hoy.
Ser santo era su mayor deseo. Dedicó lo mejor de sus esfuerzos en santificarse. Por eso, la figura de Santo Tomás no se puede separar de la grandeza ético-religiosa de su alma. En Tomás no se puede comprender al investigador de la verdad sin el santo. La característica más importante y sobresaliente de su vida fue la santidad. Fue un gran intelectual y un gran santo.
En 1274, Tomás, a los 49 años, lo convocaron para que participara en el Segundo Concilio de Lyon, en Francia, donde iba a ser debatido el retorno de la iglesia oriental al seno del catolicismo. Pero en el camino, Tomás sufrió una misteriosa enfermedad, y por la cercanía donde estaba, lo llevaron al castillo de Maenza, perteneciente a su sobrina Francisca. Por más que recibió los mejores cuidados posibles, su salud no mejoraba. Cuando Tomás sintió que se le acercaba el Día de la Muerte, pidió que lo llevaran a la abadía de Fosanova, de la Orden Cisterciense, pues dijo que, si el Señor lo iba a visitar, sería mejor que lo encontrara en un convento de religiosos que en una casa de seculares.
Durante esos días, su discípulo Frais Reginaldo se sentía muy triste. Decía que quería que fuera al Concilio de Lyon porque estaba seguro que allí lo iban a honrar con distinciones muy importantes y que hasta lo podían nombrar cardenal. Tomás le dijo que a él no le interesaban las alabanzas en la tierra, porque lo que realmente vale es estar unido a Dios por la virtud de la humildad.
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Durante esos días les comentó a los monjes partes del Libro del Cantar de los Cantares. Pidió los sacramentos, los cuales recibió con gran fervor y devoción. Se confesó, comulgó y recibió los santos Olio.
El 7 de marzo de 1274 falleció sin haber cumplido los 50 años.
Es el patrón de las escuelas católicas, de profesores y estudiantes. Tomás fue el primer santo no perteneciente a los padres de la iglesia en ser proclamado doctor de la iglesia. Desde entonces, su enseñanza ha sido recomendada por todos los papas. Incluso en los documentos del Concilio Vaticano II se exhorta a seguir a Santo Tomás en el estudio de la teología. Es uno de los pocos nombres de pila mencionados en el Código de Derecho Canónico vigente, junto a las significativas excepciones de Santa María y de San Pedro. Se le llama doctor angélico por su penetrante intelecto.
Santo Tomás representa el mejor ejemplo del pensamiento católico universal. Le ha proporcionado al mundo, incluso en el siglo XXI, una serie de perspectivas que han iluminado el pensamiento con una verdadera novedad. Esa novedad de quien lo que busca es contribuir a la enseñanza, mostrando las verdades, haciéndolas accesibles incluso a los más sencillos y sin llamar la atención sobre sí mismo, convencido de que toda sabiduría viene de Dios y que con ¡Dios siempre ganamos!
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