A 125 años de la Consagración al Santísimo Sacramento
María García de Fleury
Desde el inicio de lo que es hoy Venezuela, se enseñó y cultivó la fe en la presencia de Jesús en la hostia consagrada. En 1527, en la que se llamaba Ciudad Pontificia de Coro, se celebró la primera misa en Venezuela, y en Caracas se celebró en 1567. La primera fiesta del Corpus Christi se celebró en Coro en 1582 y en Caracas en 1590. Es decir, en tierra venezolana, desde sus inicios, se reconocía que el Señor está presente allí, verdaderamente en su cuerpo, sangre, alma y divinidad.
A lo largo de los años, en Venezuela se han desarrollado devociones como las horas santas, las asambleas eucarísticas, los congresos eucarísticos, las cofradías del Santísimo Sacramento, así como tradiciones y manifestaciones religiosas, como la de los Diablos Danzantes, donde se expresa la convicción del triunfo de Dios sobre el pecado y la muerte adorándolo en la Eucaristía.
Se fundaron congregaciones religiosas que asumieron como carisma la adoración a Jesús e Eucaristía, tal como lo hicieron la Madre María de San José, la Madre Candelaria de San José, la Madre Carmen Rendile, las Siervas del Santísimo Sacramento, así como muchos devotos de la Eucaristía, como el doctor José Gregorio Hernández, la Madre Isabel Lagrange, la Madre Emilia de San José.
Recordemos también que hace 1890 se vivían tiempos duros de persecución religiosa, divisiones, peligros de diversos tipos, y el padre, Juan Bautista Castro, trabajó por la consagración del país al Santísimo Sacramento, pues lo consideraba como el único recurso para salvar al país. Su labor y empeño logró que el Papa, León XIII, le otorgara el privilegio de esta consagración, acto que se celebró solemnemente el día 2 de julio de 1899 por parte de todos los obispos de Venezuela. Ese día, en acto público y solemne, se rezó la siguiente consagración.
«Soberano Señor del Universo y Redentor del Mundo, Clementísimo Jesús, que por un prodigio inenarrable de tu caridad te has quedado con nosotros en este sacramento hasta el fin de los siglos, aquí venimos a tus pies a proclamarte solemnemente y a la faz del cielo y la tierra que eres nuestro único Rey y Dominador Santísimo, a quien consagramos todos nuestros afectos y servicios, y a quien ponemos todas nuestras esperanzas. Tú eres nuestro Dios, no tenemos otro Dios delante de ti. En tus manos ponemos nuestra suerte y con ella los destinos de nuestra patria. Muchos te hemos ofendido y, como el hijo pródigo, hemos decepado en los desórdenes tu herencia. Perdónanos, porque ya volvemos con espíritu contrito a tu casa y a tus brazos. Recíbenos, Salvador nuestro, concédenos que venga a nosotros tu reino eucarístico. Levanta bien alto tu trono en nuestra República, a fin de que en ella te veas glorificado por singular manera y sea honra nuestra de distinción inapreciable el llamarnos la República de Venezuela del Santísimo Sacramento del Altar. Te entregamos cuanto somos y cuanto tenemos. Cubre nuestra ofrenda con tu mirada paternal y hazla aceptable y valiosa en tu divina presencia. Otra vez te pedimos nos recibas, que no nos deseches y que este acto de nuestro amor y de nuestra gratitud sea repetido cada vez con mayor fervor de generación en generación, mientras Venezuela exista, para que jamás las partes de tu sagrado corazón. Que así sea para nuestra vida del tiempo y después, por los siglos de los siglos. Amén».
Amigos, recemos hoy y estos días esta consagración buscando el amor de Dios en nuestra vida, porque sabemos que con Dios ¡siempre ganamos!
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