#22Oct | «El Papa amigo: San Juan Pablo II», por María García de Fleury
Por: María García de Fleury
Juan Pablo II, el primer Papa polaco de la historia elegido a los 58 años y cuyo pontificado duró más de 26 años siendo el tercer pontificado más largo de la historia. Él nació en Wadowice, Polonia, el día 18 de mayo del año 1920, bajo el nombre de Karol Józef Wojtyła.
Después de una infancia y una juventud llena de dolor y problemas por la muerte de su madre, su hermano, su padre, la guerra, la invasión nazi, el trabajo, los estudios en un seminario clandestino en Cracovia, es recordado como uno de los Papas más carismáticos y más queridos de toda la historia; siempre trabajo a favor de la juventud, de la familia, los matrimonios, la decencia de la dignidad de la vida, en contra del comunismo, y de la mano de la virgen colocó en su escudo Papal la M de María y con una frecuencia muy grande decía “Mi oración favorita es el rosario”.
Juan Pablo II sufrió un grave atentado el 13 de mayo de 1981, día de la virgen de Fátima en la Plaza San Pedro del cual pudo sobreponerse, pero que le dejó muchas secuelas. En 1983 visitó en la cárcel a su atacante para perdonarlo y fue a Fátima a agradecerle su intercesión a la virgen por salvarle la vida.
El Papa Juan Pablo II promovió años jubilares entre los que se destaca una serie de celebraciones en el jubileo del año 2000, como entrada al siglo XXI. Fue el primer Papa que visitó una sinagoga y la Mezquita, creó la Jornada Mundial de la Juventud con participación del mundo entero y de los jóvenes. Presidió muchas beatificaciones y canonizaciones para motivar la fe del hombre actual, instituyó una serie de Diócesis, reformo el código de derecho canónico, elaboró el catecismo de la iglesia católica y el compendio de la doctrina social de la iglesia.
Vino a Venezuela dos veces, una en 1985 y otra en esa ocasión el niño Adrián Guacaran le cantó la célebre canción “El peregrino”, que lo conmovió tanto que siempre lo recordó. Otra vez vino en 1996, para inaugurar el Santuario Nacional Basílica Nuestra Señora de Coromoto.
Juan Pablo II consiguió hacer muchas cosas, una después de la otra con precisión, sin impaciencia ni distracciones, sin preocuparse del cansancio físico. Juan Pablo II no perdía el tiempo, hacía las cosas con tranquilidad, su gran laboriosidad era inseparable de la espiritualidad profunda que alimentaba y nutría con la oración.
Verlo rezar era como asomarse al infinito. Una vez un periodista preguntó: “¿Podría usted confirmarme que el Papa Juan Pablo II reza entre tres, cuatro o cinco horas al día?” la respuesta fue: “No, el Papa reza todo el día, él vive en todo momento en diálogo con Dios”.
El progreso de la enfermedad no solamente lo confinó a un espacio físico sino parece que hizo de su oración algo cada vez más fecundo y abnegado, más dialogante, más denso, más intenso.
Otra característica muy elocuente de Juan Pablo II era la alegría, le encantaba reírse y acompañar con buen humor incluso los problemas. En él la alegría era compatible con el dolor, ya que la alegría y el buen humor no eran solo un estado de ánimo sino una decisión razonada, estable y profundamente radicada en sus convicciones. El trabajo mantener el buen humor, y el amor a la virgen fueron las características de este gran Papa, del Papa amigo, que selló al mundo con su personalidad porque él sabía que ¡con Dios siempre ganamos!