2017 despidió al más grande de la velocidad, Usain Bolt - 800Noticias
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EFE

Un calambre en el isquiotibial izquierdo causó, el 12 de agosto, un doloroso adiós al más grande, Usain Bolt, que, con un modesto bronce en el cuello después de tantos oros en su carrera, se despidió el estadio olímpico de Londres para penetrar en el territorio de la leyenda.

Rodando por la pista en plena recta durante la final mundialista de 4×100. De aquella guisa fatal expiró la órbita gloriosa del astro jamaicano, que en los últimos nueve años, desde su explosión con el triplete olímpico en Pekín 2008, cargó con casi todo el peso del atletismo sobre sus espaldas.

A media recta, Bolt se trastabilló y se derrumbó entre gestos de dolor. Sobre la pista azul permaneció durante dos minutos, ocultando su cara entre las manos, antes de incorporarse para llegar ya sin prisas, caminando, hasta la meta.

Un adiós inesperado para tal vez el atleta más grande de todos los tiempos, que cruzó la meta acompañado por sus tres compañeros de relevos en la escena más dramática de los Mundiales.

Once veces campeón mundial y ocho olímpico, Bolt deja huérfano al rey de los deportes. El presidente de la IAAF, Sebastian Coe, se consuela pensando que el planeta seguirá girando después de Bolt, pero pocas veces un tópico se ajusta tanto a la realidad: el hueco que deja es gigantesco, tardará en ser llenado.

Cuando más arrecia la dictadura mediática del fútbol, Bolt ha ilustrado miles de portadas en medios de comunicación de todo el mundo con poses espectaculares, números coreográficos, su enorme corpachón lanzado a toda velocidad hacia la meta por las calles centrales, unos metros por delante de todos los demás.

El público británico, que lloró la desgracia de Bolt, encontró consuelo con la victoria de los suyos. Chijindu Ujah, Adam Gemili, Daniel Talbot y Nethaneel Mitchell-Blake lograron la hazaña de batir a un cuarteto, el estadounidense, que tenía al campeón y al subcampeón del mundo, Justin Gatlin y Christian Coleman.

Los aficionados siguieron con el corazón en un puño, sobrecogidos por la emoción y conscientes de estar asistiendo a un acontecimiento histórico, la última carrera del hombre que siempre quiso ser una leyenda del deporte y trabajó muy duro, destrozándose la espalda, para convertirse en mito.

Su trayectoria -once medallas de oro y 15 en total en Mundiales, ocho (todas de oro) en Juegos Olímpicos, tras perder la de relevos 4×100 de Pekín 2008 por dopaje de su compañero Nesta Carter- se extinguió aquél sábado 12 de agosto en el mismo estadio que cinco años atrás había sido escenario de su segunda exhibición olímpica.

Los Mundiales de Londres 2017 pasarán a la historia sobre todo por este adiós. Desde 2008 nadie pudo derrotarlo en grandes campeonatos, ya fueran Mundiales o Juegos Olímpicos, hasta ese fatídico día. Bolt sólo dejó escapar una medalla de oro, la de 100 metros en Daegu 2011, pero por su salida prematura, que le costó la descalificación.

En presencia del Relámpago palidecieron en Londres las proezas de otros atletas de acrisolada calidad que han tenido la desgracia de ser coetáneos del astro jamaicano.

Mal año para gente como el británico Mo Farah, rey del fondo que se pasa ya al maratón; el sudafricano Wayde Van Niekerk, el más completo del mundo en la combinación 100-200-400, o la rusa Maria Lasitskene, que persigue el récord mundial de altura. Sus éxitos recibieron menos espacio en los medios, Bolt lo ocupaba casi todo.

El eclipse de rey sol fue aprovechado por el saltador de altura catarí Mutaz Essah Barshim para hacerse con el trofeo al mejor atleta mundial del año, junto con la heptatleta belga Nafissatou Thiam, ambos campeones en Londres.

Segundo en la lista de todos los tiempos con un salto de 2,43 (a dos centímetros del récord mundial del cubano Javier Sotomayor), Barshim se mantuvo invicto durante toda la temporada, logró el título mundial en Londres y ganó la Diamond League en su disciplina.

El catarí, primer saltador de altura que conseguía este galardón anual de la IAAF, competía con Mo Farah, que obtuvo en Londres su sexta medalla de oro mundial (10.000) y se despide de la pista para centrarse en el asfalto, y con Wayde van Niekerk, plusmarquista mundial de 400 metros, además de campeón mundial y olímpico, que convalece de una lesión de rodilla que se produjo jugando al rugby.

Thiam, además de obtener el título mundial de heptatlon, rompió la barrera de los 7.000 puntos (7.013) en la reunión de Götzis (Austria), un año después de conseguir el oro olímpico en Río.

Los triunfos del colombiano Eider Arévalo en 20 km marcha y de la venezolana Yulimar Rojas en triple, batiendo a la colombiana Caterine Ibargüen, pusieron el acento latinoamericano en los Mundiales de Londres, última competición de la española Ruth Beitia, actual campeona olímpica de altura, que se retira con 38 años.

Londres registró un rosario de fiascos: Elaine Thompson, doble campeona olímpica en Río y aquí sólo quinta en el 100; Shaunae Miller, oro en el 400 de Río y en Londres cuarta; la irrupción del francés Pierre-Ambroise en el 800; la del joven noruego Karsten Warholm en 400 m vallas, relegando al campeón olímpico, Kerron Clement, al tercer puesto; el sexto lugar de Ryan Crouser en peso…

Pero ninguna sorpresa como la del 200. El triunfo de Ramil Guliyev (20.09) en la prueba predilecta de Bolt sorprendió a todos menos al velocista español Ángel David Rodríguez, que había apostado por el turco-azerbaiyano, un atleta que llegó a Londres fuera del top-10 mundial del año y se fue como campeón. «Ojo con Guliyev: 20.08 en mayo, a 12 grados y fácil», había avisado el español.

Cuando la masa de aficionados se aprestaba a contemplar un emocionante duelo entre Wayde Van Niekerk y el botsuanés Isaac Makwala (el más rápido del año, con los 19.77 de Madrid), surgió Guliyev para alzarse con la mejor parte del botín. «No es un shock, pero desde luego no parece real», admitió el propio Guliyev.

A una milésima estuvo Van Niekerk, héroe de Río 2016 con su récord mundial de 400 (43.03), de perder incluso la medalla de plata, tal fue el arrojo con que llegó a la meta el trinitense Jereem Richards, con quien compartió marca de 20.11.

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