#10Nov | «San León Magno», por María García de Fleury
Por: María García de Fleury
San León Magno es el Papa más importante de su siglo. Gracias a su buena educación y su buen dominio del idioma latín fue secretario del Papa Celestino y de Sixto III. Desde el momento en el que lo eligieron Papa en el año 440, hizo énfasis en predicarle al pueblo en todas las fiestas de la iglesia y allí donde no podía llegar les escribía cartas.
Su epistolario comprende unas 173 cartas más o menos y en su mayor parte son escritos dogmáticos, disciplinarios y de gobierno, en ellas es característico un estilo conciso, elegante, breve y con gran riqueza de imágenes. Además de las cartas se conservan unos 95 sermones. San León tuvo que enfrentarse en los 21 años de su pontificado con enemigos interiores dentro de la iglesia que pretendían engañar a los católicos con sus herejías.
En el año 451 se convocó el Concilio de Calcedonia, para continuar aclarando los errores que querían introducir en la iglesia algunos y así desviarla de la verdadera doctrina de Cristo. El Papa León no pudo asistir y envió una carta. Sus asistentes leyeron la carta y al terminar de leerla, los 600 obispos se pusieron de pie y gritaron “San Pedro ha hablado por boca del Papa León”.
La fama de sabio y de santo del Papa León seguía creciendo. El Concilio Ecuménico de Calcedonia fue el cuarto concilio de la iglesia y obtuvo su nombre por haberse realizado en la ciudad de Calcedonia en la antigua Grecia en lo que es hoy territorio de Turquía. El Concilio estableció como credo que Cristo es la segunda persona de la Santísima Trinidad y es Dios verdadero y hombre verdadero.
Esta carta dogmática que envió el Papa al Concilio es una de las más famosas de toda la historia de la iglesia. San León Magno también tuvo que enfrentarse con enemigos externos muy fuertes que trataban de destruir la ciudad de Roma, ese fue el caso cuando en el año 452 llegó el terrorífico guerrero Atila, capitaneando a los feroces Hunos de los cuales se decía que donde sus caballos pisaban no volvía a nacer la hierba. El Papa san León salió valientemente al encuentro de Atila y logró que no entraran en Roma y que se devolvieran a su tierra de Hungría. Después en el año 455 llegó otro enemigo feroz, Genserico, el jefe de los vándalos quien si logró entrar en Roma y saquearla, pero el Papa León lo convenció de que no incendiara la ciudad ni matara a sus habitantes. Roma quedó empobrecida, pero se volvió mucho más espiritual.
La gente de Roma sentía por él una gran veneración y los obispos los consideraban como el obispo más importante del mundo. Ejerció su cargo como un verdadero pastor y un padre de las almas. Se esforzó sin descanso por mantener la integridad de la fe, defendió apasionadamente la unidad de la iglesia e hizo lo posible por mitigar las incursiones de los bárbaros.
Es un ejemplo de gran administrador, utilizó su talento en áreas donde el espíritu y la estructura se combinan inseparablemente, doctrina, paz y cuidado pastoral. Evitó un angelismo que intenta vivir sin el cuerpo y evitó también la practicidad que se ocupa solamente de la parte externa. Su crecimiento hacía la santidad tuvo base en la profundidad espiritual con la que abordó la pastoral de su pueblo y esa unión intima que tenía con Dios en tantas horas de oración. Estas obras le valieron con toda justicia el apelativo de Magno, San León Magno, pues su vida fue toda de fidelidad y unión con Dios y ¡con Dios siempre ganamos!