#3Nov | «Fray Escoba», por María García de Fleury
Por: María García de Fleury
Hijo de un noble caballero español y una esclava panameña, nació en Lima, Perú, Martín, un niño de rostro moreno que siempre llevó la huella del mestizo. De jovencito aprendió a leer y escribir y el oficio de barbero, a los 21 años tomó el hábito de dominico en el convento de Santo Domingo, en Lima, ahí termina su vida externa y comienzan para las aventuras místicas.
Era un hombre muy humilde, ayunaba con frecuencia, y muchas noches las pasaba de rodillas frente al sagrario. Ayudaba al hermano enfermero del convento y para él no había enfermedad contagiosa ni repugnante, el deseo de un enfermo era una orden sagrada, asimismo cuidaba a los animales. En el cuarto del convento cultivaba plantas que luego combinaba para hacer remedios, un día se encontró con una mula vieja que tenía una pata rota, se compadeció y le dijo: “criatura de Dios, levántate anda!” y al momento la mula se levantó y se fue detrás de él para el convento donde le sirvió por muchos años.
Fray Martín hacía un milagro sorprendente aun sin darse cuenta y con gran facilidad, muchas personas confirmaron haberlo visto en China, en México, en Japón, en Argelia, aliviando a los enfermos, consolándolos y liberando de la prisión a los prisioneros e instruyendo a los cristianos. Todo esto sin salir jamás de Lima, eso es lo que se llama bilocación, estar en dos lugares al mismo tiempo.
A muchas personas las curó milagrosamente y decía: “yo te curo, Dios te sana”, plantaba árboles e increíblemente esos árboles daban frutos en todas las estaciones del año. Leía muy lentamente las letras, pero sabía explicar de una manera sorprendente los misterios más grandes de la fe, la gente lo escuchaba interesada, incluyendo al Rey, al Arzobispo, y a los maestros de teología, todos iban a pedir su consejo. Los milagros y curaciones del portero Fray Martín se hicieron famosos, muchos se acercaban a la puerta del convento para que los curara y escucharlo hablar de la doctrina cristiana.
Fray Martín tenía un perro al que le había salvado a la vida, y lo enseñó a convivir en paz con el gato que estaba en el convento y a comer juntos, un día el perro y el gato escucharon un ratón husmeando y se dispusieron a acabar con él, pero Fray Martín les dijo: “hijos permitan que el nuevo invitado coma, que Dios dará comida para todos”, por eso se le pinta con una escoba, un perro, un gato y un ratón, pues todos aprendieron a convivir juntos.
También tuvo Fray Martín muchos ataques del demonio, y los enfrentaba con gran furia, incluso un día tomó un carbón encendido del brasero y trazó la señal de la cruz en la pared, el demonio se fue huyendo despavorido.
Fray Martín de Porres, a quien conocemos como Fray Escoba, o como San Martín de Porres, fue el primer mestizo canonizado por la iglesia, vivió una vida de gran unión con Dios en sus largas horas frente al santísimo y ayudando a los demás. Dios le permitió realizar muchos milagros, por su inmensa unión con él, ¡porque con Dios siempre ganamos!