+VIDEO | Sciamma plantea nueva filosofía del amor en «Retrato de una mujer en llamas» - 800Noticias
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EFE

Otra forma de amor, sin «los viejos conflictos de siempre», sin celos ni dominación y que, «aunque acabe, nunca se pierde». De eso habla «Retrato de una mujer en llamas», según cuenta a Efe su directora, Céline Sciamma, ganadora del premio al mejor guion en el pasado Festival de Cannes.

La película es una fábula romántica ambientada en el siglo XVIII, justo antes de la Revolución Francesa, que también habla de emancipación vital y de amistad entre mujeres, constantes en la filmografía de la autora de la trilogía sobre la adolescencia que componen «Water lilies», «Tomboy» y «Girlhood».

Con un ritmo sensual y ceremonioso, Sciamma ahonda en la relación íntima que surge entre una mujer (Adele Haenel) que no acepta su destino de mujer casada y una pintora (Noemi Merlant) que se hace pasar por dama de compañía, con el encargo secreto de realizar un retrato para enviárselo a su futuro marido.

PREGUNTA.- «Retrato de una mujer en llamas» es una película de época pero a la vez muy moderna, ¿porqué decidió ambientarla en el siglo XVIII?»

RESPUESTA.- La historia no es moderna, lo que sucede es que no la hemos visto antes. He hecho una película de época con todo el rigor de documentación, vestuario y puesta en escena. Lo que creo que debe ser contemporáneo es la forma de hacer la película, el ritmo, el uso de la música, el montaje, pero la historia no lo es.

P.- ¿Por qué esa época?

R.- Había cientos de mujeres pintoras, no solo una o dos, cientos, y esto dice mucho sobre lo que supone aún hoy ser una mujer artista. Tendemos a creer que el tema de los derechos de la mujer va en progresión positiva, pero no es verdad. Ha habido épocas en que las mujeres han sido más activas artísticamente que en otras. Después de un avance a menudo se produce una reacción en contra, un contragolpe.

P.- ¿Cree que algo así puede suceder hoy?

R.- Desde luego, es un espejo de lo que está ocurriendo ahora. Estamos viviendo un momento de auge de voces femeninas y la mayoría de la gente está empezando a escuchar, después del #MeToo, pero también podemos sentir el contragolpe, yo al menos lo siento, incluso con más fuerza que antes, porque somos más políticas.

P.- En Francia hubo voces en contra del «MeToo», ¿qué opina?

R.- Vengo de un país muy privilegiado en el cine en general, tenemos un sistema fuerte y las mujeres directoras somos el 25%, pero esta cifra ha sido la misma en los últimos 20 años, no crece. Y hay un techo de cristal, ellos hacen más películas, con más presupuesto, tienen carreras largas.

En cuanto al debate que tuvimos en Francia después del #MeToo es otro ejemplo de esas resistencias. Se dijo que era una cuestión de libertad de expresión pero creo que es un tema de prioridades. En Francia no ha pasado nada después del #MeToo, nada.

P.- ¿Dónde cree que habría que poner el foco?

R.- Hay dos luchas. Una es el reparto de poder, quién toma las decisiones sobre las películas que se hacen. En esa habitación tiene que haber paridad. La otra es la de la representación, las imágenes que creamos en relación con las mujeres, dejar de tratarlas como objetos. El sexismo está en todas partes, es una cultura global.

P.- Volviendo a la película, es una historia de amor pero también de emancipación. ¿En qué se diferencia de otras historias de amor?

R.- Siempre nos han dicho que el amor es algo que cuesta encontrar, que te pasas la vida buscando o que tienes que sufrir para conseguir. Yo quería contar otra historia de amor, que se aparte de la posesión como objetivo, de los viejos conflictos del amor imposible, los celos…

El amor aquí es una dinámica que te hace más valiente, más inteligente, más curioso, que te hace crecer, y es un vínculo que se establece para siempre. Es un amor que nace de dos mujeres, no hay dominación de género ni intelectual. Si construyes una historia de amor en torno a la igualdad, es una historia nueva, una sensación nueva.

P.- El mito de Orfeo y Eurídice está muy presente pero con una visión nueva. ¿Ha habido otras lecturas que le hayan influido?

R.- No hay un libro en concreto pero es una película muy documentada sobre cómo eran las mujeres pintoras de la época. No quería un estilo ‘biopic’ sobre una mujer extraordinaria, que dan este mensaje nocivo de que si luchas por ello al final lo consigues. Quería una mujer ordinaria, una artista normal, no importa si el cuadro es una obra maestra, es un momento creativo y vital.

P.- ¿Cree que hay más historias que rescatar del pasado?

R.- Sí. Estamos en ello. Hace poco hubo una gran exposición dedicada a Dora Maar. La conocíamos como la amante de Picasso pero fue una de las fundadoras del surrealismo, una fotógrafa increíble. Los surrealistas más inteligentes fueron ella y René Crevel, una mujer y un gay, no hemos oído hablar de ninguno. Pero a André Breton sí le conocemos. EFE

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