+VIDEO | La broma por la que WhatsApp suspendió miles de cuentas - 800Noticias
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Agencias

El simple cambio de nombre en un grupo de WhatsApp puede provocar que la compañía bloquee el número de teléfono de todos sus miembros. La peligrosa broma consiste en cambiar el nombre del grupo por un término como “porno infantil”, “childporn”, para los que WhatsApp tiene una política de tolerancia cero, según sus términos de servicio.

Los mensajes de WhatsApp están cifrados, con lo que la compañía no ve lo que se comparte en cada grupo. Se guía por tanto por el nombre o la imagen del grupo para saber si allí ocurre algo ilegal. «Para ayudar a prevenir imágenes de explotación infantil, WhatsApp confía en toda la información sin cifrar accesible, incluidos los informes de usuarios», explica la empresa. Mediante este sistema, WhatsApp ha bloqueado 250.000 números cada mes durante el último trimestre. Una parte de esos casos han sido víctimas de una broma o reto macabro.

El desafío ha llegado a España y al español. «Era un grupo creado y administrado por una discoteca, con el fin de coordinar a sus relaciones públicas, todos ellos jóvenes universitarios», dice Fernando, un lector de Madrid de EL PAÍS que se ha puesto en contacto con el periódico y prefiere no revelar su apellido. Había unos 200 participantes y los usuarios no se conocían todos entre sí.

Alguien cambió el nombre. Al rato, todos recibieron la comunicación de WhatsApp donde se les comunicaba el bloqueo: «Tu número de teléfono está suspendido en WhatsApp. Por favor, contacta al equipo de Soporte Técnico para recibir asistencia». El soporte técnico manda luego un email con esta explicación: «Tu actividad violó nuestras Condiciones del servicio. Ten en cuenta que nosotros podemos suspender una cuenta si sospechamos que su actividad está violando nuestras Condiciones».

«En el grupo alguien hizo esa idiotez y me he quedado sin número», explica Fernando, que es autónomo y cuyo esfuerzo ahora por retomar el contacto con sus clientes desde otro número es enorme.

A Víctor Machuca, estudiante de Sevilla que ahora vive en Madrid, le ha ocurrido lo mismo. «Era un grupo de amigos del barrio de toda la vida. La persona que lo hizo quería que nos expulsaran a todos del grupo y así quitar el poder de administrador a uno de los integrantes», explica Machuca. «Vaya, que lo hizo sin maldad y sin saber las consecuencias finales, solo para hacer la gracia», añade. La treta para ganar el poder ha salido cara a los 10 miembros del grupo.

En ambos casos, el nombre que pusieron fue «child porn». En el grupo de Machuca, el nuevo título estuvo activo durante una hora. Los sistemas de detección de WhatsApp fueron rápidos.

EL PAÍS se ha puesto en contacto con Facebook, empresa propietaria de WhatsApp. El único comentario que hacen es ofrecer un enlace a los términos de servicio de la empresa, donde insisten en la «tolerancia cero» con todo lo que parezca explotación infantil.

Los usuarios tienen al menos dos opciones para protegerse. Uno, los administradores pueden limitar la posibilidad de que los otros miembros del grupo puedan cambiar el nombre. Dos, salir de todos los grupos donde alguien pueda hacer la gracia para fastidiar. No parece de momento que WhatsApp vaya a modificar sus políticas por una absurda broma viral.

Los usuarios que realmente usan WhatsApp para compartir imágenes ilegales emplean también variantes con nombres en código, como las iniciales «CP» o palabras que desarrollan esas iniciales como «caldo de pollo» o con erratas voluntarias, «child pron».

Facebook no aclara si va a intentar resolver la situación de las víctimas de estas bromas. La compañía no ve ni sabe qué se comparte dentro de esos grupos. «Desde el soporte técnico que ofrece WhatsApp solo nos mandan un mensaje a todo el mundo y no nos dan ninguna solución, utilizan un sistema de bot automático en el que, aunque solicites una revisión manual, contestan directamente con otro mensaje automático», dice Machuca.

Esta broma pone de relieve también el reto inabarcable para empresas que tienen más de 1.000 millones de usuarios con una actividad constante en su herramienta: apenas hay humanos al otro lado para contestar quejas o explicaciones de tanta gente. «Como consumidor, me siento ninguneado por las compañías de este tipo. Es cierto que sus servicios son gratuitos y que desde el primer momento el usuario acepta que puedan expulsarlo sin más del sistema», dice Fernando.

Fuente: El País

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