+VIDEO | Creciente éxodo venezolano aviva temor a la xenofobia
Reportaje especial de El Nuevo Herald
Freddy Brito acababa de cantar en un autobús en la capital de Perú y estaba cruzando la calle con su pierna buena cuando el conductor de un taxi azul aceleró y se desvió hacia él.
“¡Veneco!”, gritó el hombre utilizando una palabra despectiva hacia los venezolanos. “¡Váyanse de aquí!”.
Brito pudo esquivar por poco el auto, que rozó su cuerpo y tiró al suelo su preciado reproductor de casetes azul con las canciones que en otra vida estuvieron a punto de hacerlo famoso en Venezuela.
“Si los ángeles no me cuidan, me hubiese atropellado”, dijo.
Mientras el éxodo masivo de Venezuela sigue su curso, la cálida bienvenida inicial que recibieron muchos migrantes ha comenzado a enfriarse.
En las últimas semanas, varios videos publicados en redes sociales en Perú mostraron a migrantes agredidos, amenazados o acosados, generando preocupación por el aumento de los ataques xenófobos contra los recién llegados.
Los datos de Naciones Unidas apuntan a un aumento en el número de migrantes y refugiados venezolanos que reportan haber sufrido discriminación en Sudamérica, la región en la que se ha asentado la mayoría. Aunque es difícil de cuantificar, Perú se ha convertido en un punto especialmente conflictivo. Una línea telefónica recién establecida documentó 500 incidentes en un periodo de solo dos semanas.
“Ha ido creciendo en los últimos meses”, manifestó Federico Agusti, representante de ACNUR, la agencia de la ONU para los refugiados, en el país. “La causa, en principio, podría estar vinculada tanto al temor hacia el otro como a ciertos prejuicios o estigmas que se han ido dando (…) y eso genera discriminación y rechazo”.
Los incidentes van desde desalojos de viviendas y robo de salarios a amenazas violentas y agresiones.
En un video, una joven venezolana es azotada en una calle oscura por varios asaltantes, que le dejaron marcas moradas en sus muslos. En otro, hombres vestidos con uniformes militares anuncian a través de un altavoz que no dejarán que “otro venezolano miserable” entre a Perú. En un tercero, un joven suplica a la docena de policías que lo rodean que no se lleven la pequeña caja de bombones que está tratando de vender para ganarse la vida.
“¿Con que voy a comer yo?”, dice al borde de las lágrimas.
Estos y otros incidentes causaron impresión en toda la región. Trabajadores de derechos humanos advierten de la existencia de una serie de condiciones asociadas habitualmente con el auge de la xenofobia. Varias naciones que acogen a un importante número de migrantes venezolanos están experimentando inestabilidad política y una desaceleración económica al tiempo que anuncian nuevas políticas para restringir su entrada.
Cuando el presidente de Perú, Martin Vizcarra, disolvió el Congreso recientemente, una enojada legisladora de la oposición tomó el micrófono para arremeter contra los venezolanos. “¡Malos o buenos, tienen que salir del Perú!”, gritó Esther Saavedra.
“No es sorprendente que el aumento de la llegada de personas a países con economías que no están preparadas para absorber esa fuerza laboral derive en esta situación”, apuntó Tamara Taraciuk Broner, subdirectora interina de Human Rights Watch para las Américas. “Es una de las mayores preocupaciones que tenemos”.
Brito y su esposa huyeron de Venezuela hace un año porque alimentar a sus seis hijos era cada vez más difícil. El hombre, que en su día formó parte de una popular banda de merengue, señaló que la devastadora crisis económica de su país hizo le imposible avanzar en su carrera musical. La familia también estaba preocupada por su seguridad en una nación donde los robos y los secuestros son frecuentes.
Tras perder una pierna luego de recibir un disparo en una fiesta cuando tenía 20 años, Brito contó que unos ladrones llegaron a intentar sacarle la prótesis cuando estaba sentado en un banco cerca de su casa.
“¿Qué tal esa pierna? Que eso vale unas lucas”, recuerda que comentaban mientras intentaban sacársela sin éxito tras pedirle el reloj y el anillo de bodas.
La prótesis se ajusta a su rodilla derecha y necesita un revestimiento que debería cambiarse cada seis meses, pero que ahora tiene tres años. Se le clava en su piel y le causa tanto dolor que prefiere no usarla y recorrer Lima saltando sobre un pie.
“Siento que estoy en el aire con este pie caminando”, comentó riendo.
Ruth Guillén, su esposa, encontró trabajo en una peluquería cuando llegaron. Según cuenta, algunos clientes se negaban a dejar que les tocase el pelo porque es venezolana. Su familia fue expulsada de dos departamentos solo por su nacionalidad, explicó. Ahora viven en un albergue de una iglesia.
“Tu vienes con sueños. Y resulta que cuando llegas, te encuentras con otro panorama”, añadió.
Unos 4,5 millones de venezolanos se habrían marchado del país por la crisis económica y humanitaria de los últimos años, de acuerdo con las estimaciones de la ONU. Alrededor de la mitad residen ahora en otros dos países: Colombia y Perú.
Las entrevistas de ACNUR con migrantes venezolanos en toda Latinoamérica muestran que el 46,9% se han sentidos discriminados, frente al 36,9% de inicio de año. En Colombia, el 51,7% reportaron discriminación, mientras que en Perú, alrededor del 65% dijeron que se habían sentido rechazados por su nacionalidad.
Aunque el tamaño de las muestras es relativamente pequeñas, las cifras ofrecen un vistazo a un fenómeno complejo.
La retórica antinmigración ha ganado peso en todo el mundo. La llegada de extranjeros avivó las tensiones en Europa y en varias naciones, incluyendo Estados Unidos, llegaron al poder políticos que describen a los refugiados como delincuentes.
“Lo que vemos de forma más generalizada son políticas gubernamentales cada vez más restrictivas y a grupos cada vez más envalentonados que de otra forma habrían estado menos dispuestos a llevar a cabo actos de esta naturaleza”, explicó Sarah Deardorff Miller, investigadora de Refugees International.
El gobierno de Perú está trabajando con el embajador nombrado por la oposición venezolana para documentar e investigar los casos, pero funcionarios de alto nivel rechazaron la idea de que restringir su entrada al país conduzca a un comportamiento xenófobo.
“No hay una sola evidencia que pueda poner en manifiesto (que el) gobierno haya estado impulsando alguna actitud o acción de xenofobia”, señaló recientemente el primer ministro del país, Vicente Zeballos.
Carlos Scull, el enviado venezolano, apunta que es urgente que las autoridades regularicen el estatus de las decenas de miles de migrantes de su país que no tienen permiso de trabajo como un primer paso que podría ayudar a mejorar la relación con los peruanos.
“No creemos que el Perú sea un país xenófobo, pero obviamente si hay pequeños focos de discriminación”, dijo.
Agusti, el representante de la ONU, apuntó que hay gente trabajando para combatir una cobertura mediática engañosa que creó la percepción generalizada de que los venezolanos son responsables del aumento de la delincuencia. Las estadísticas de la agencia penitenciaria peruana indican que apenas cinco de cada 10.000 venezolanos que viven en el país fueron encarcelados y acusados de un delito, agregó.
“La gran, gran, gran mayoría no están vinculados al delito”, dijo.
Brito, por su parte, intenta que no le afecten los comentarios despectivos que escucha a veces.
En el día que estuvo a punto de ser atropellado, regresó caminando a casa, se limpió y volvió a salir a cantar. Era el cumpleaños de su hijo pequeño y estaba intentando lograr el dinero suficiente para comprarle una bicicleta.
Poco después, escribió una canción de homenaje a Perú.
“Pienso que Perú es un paraíso”, comienza la canción. “si vuelvo a nacer otra vez, aquí aterrizo”.
Reportaje especial de El Nuevo Herald