Venezolanos recuerdan aniversario de la muerte de José Gregorio Hernández
El Carabobeño
Nacido en Isnotú, estado Trujillo, el reconocido médico José Gregorio Hernández Cisneros falleció en Caracas a los 54 años de edad el 29 de junio de 1919. Este viernes se cumplen 99 años de su lamentable fallecimiento.
Hernández, quien nació el 26 de octubre de 1864, no pensó que encontraría la muerte aquel día al salir de una botica (farmacia).
El hecho se registró cuando al intentar cruzar la calle en la esquina de Amadores, La Pastora, un automóvil lo golpeó y tras el impacto, cayó y pegó la cabeza con el borde de la acera, provocándole la muerte a los minutos de su ingreso al Hospital Vargas.
Hernández Cisneros fue un médico y científico venezolano, solidario con los más necesitados, tanto que muchos latinoamericanos lo consideran santo a pesar de que aún no ha sido canonizado por la Iglesia Católica. Pero, con la fe en Dios se espera porque se le apruebe el milagro que faltaría para lograrlo.
Toda su infancia la pasó en su pueblo natal, pues su padre era dueño de un comercio en la localidad, posición bastante elevada para el momento.
A los trece años de edad, José Gregorio manifestó a su padre su deseo de estudiar la carrera de derecho; pero su padre le convenció para que estudiara medicina. Para ello tuvo que trasladarse a la ciudad de Caracas para realizar el bachillerato. Al llegar a la capital, inició sus estudios en el Colegio Villegas, uno de los centros más prestigiosos de la época, dirigido a la sazón por Guillermo Tell Villegas. Durante su estancia en este colegio, el joven José Gregorio entabló amistad con el director y su esposa.
El 28 de junio de 1888, Hernández recibe el título de medicina en la Universidad Central de Venezuela; luego de graduarse, el Gobierno de Venezuela le otorga una beca que le permite viajar a París, con el objetivo de profundizar su conocimiento en áreas más aplicadas de la medicina que, para entonces, no eran bien conocidas en el país.
En noviembre de 1889 ya se encontraba cursando estudios en el laboratorio de histología de Mathias Duval. Durante estos estudios, José Gregorio profundiza en las áreas de Microbiología, Histología Normal, Patología, Bacteriología y Fisiología Experimental, entre otras.
Terminados sus estudios en esa ciudad, solicita permiso y se traslada a Berlín para estudiar histología y anatomía patológica y seguir un nuevo curso de bacteriología.
Culminados sus estudios, Hernández regresa a Venezuela a fin de ingresar como profesor en la Universidad Central de Venezuela en Caracas; además, aprovecha para traer valiosos equipos médicos al Hospital Vargas. A él se debe la introducción del microscopio en Venezuela.
En 1891, Hernández regresa de Europa y, en el mes de noviembre de ese año, comienza su actividad como docente en las cátedras de Histología Normal y Patológica, Fisiología Experimental y Bacteriología, de la Universidad Central de Venezuela (UCV), convirtiéndose en el fundador de ambas.
El 14 de septiembre de 1909 es nombrado profesor de la cátedra de Anatomía Patológica Práctica, la cual funcionó anexa al Laboratorio del Hospital Vargas, y de la cual se encargó hasta la creación de la cátedra de Anatomía Patológica de la Universidad Central, con asiento en el Instituto Anatómico, y que fue regentada por el doctor Felipe Guevara Rojas, en 1911.
También, fue el fundador de la cátedra de Bacteriología, la primera de esta disciplina que se fundó en América, y la primera persona en Venezuela en publicar un trabajo de esta disciplina (Elementos de Bacteriología, 1906).
Es considerado el impulsor y pionero de la verdadera docencia científica y pedagógica en Venezuela, basada en lecciones explicativas, con observación de los fenómenos vitales, la experimentación sistematizada, prácticas de vivisección y pruebas de laboratorio. También coloreó y cultivó microbios e hizo conocer la teoría celular de Virchow. Por otra parte, es destacada su faceta como fisiólogo y biólogo, conociendo a fondo la física, la química y las matemáticas, ciencias básicas y trípode fundamental sobre la que reposa toda la dinámica animal.
Su labor docente fue interrumpida en dos ocasiones. La primera, cuando decide hacerse religioso y entrar en el monasterio de la orden de San Bruno en La Cartuja de Farneta, a la cual llegó el 16 de julio de 1908, y de la que regresó el 21 de abril de 1909, reincorporándose en mayo de ese mismo año a sus actividades académicas en la Universidad.