Venezolanos ondulan entre el pesimismo y la esperanza frente al diálogo
AFP
Separada de sus hijos que la emigraron, Gladys es pesimista frente al diálogo; Elsa, a quien no le alcanza el sueldo, cree que puede ser la vía para sacar al país del foso. Los venezolanos se debaten entre el apoyo y el rechazo a una negociación.
Un día después de que se anunciara el establecimiento de una mesa de trabajo «continua y expedita» para intentar resolver la crisis, Gladys de Chacón se confiesa «desanimada».
«No creo que tenga resultado», declaró la jubilada de 59 años, quien hace milagros para controlarse la presión arterial, pues las medicinas escasean o resultan impagables por la hiperinflación.
Sin hacerse ilusiones, dice que esperará «a ver qué pasa», si del diálogo surge una medida que evite que su pensión se siga evaporando por una inflación que -según el FMI- llegará a 10.000.000% este año.
Delegados de Nicolás Maduro y del opositor Juan Guaidó emprendieron en mayo conversaciones bajo la mediación de Noruega para intentar resolver su pugna de poder.
Una nueva cita tuvo lugar esta semana en Barbados, sin perspectiva por ahora de una nueva elección presidencial, principal objetivo de la oposición.
«Andan queriendo confundirnos, que una mesa perenne de diálogo de paz», lanzó Guaidó durante un mitin este viernes en Trujillo, pese a que el establecimiento de esa instancia fue anunciado por el gobierno noruego.
«Aquí de lo que estamos hablando es de ponerle fin al sufrimiento de todo un país», añadió el jefe del Parlamento.
El propio Guaidó admite que el diálogo es impopular entre un sector de la oposición, tras varios intentos fallidos, el último a fines de 2017 y principios de 2018 en República Dominicana.
Sin embargo, una encuesta de la firma Delphos asegura que «poco más de la mitad de la población lo ve con buenos ojos, pues considera que puede ser una vía para aliviar sus penurias», coment su director, Félix Seijas.
Más deprimido
Maduro, a quien sus adversarios acusan de intentar ganar tiempo con las conversaciones, se muestra optimista frente a la agenda de seis puntos, cuyo contenido se mantiene en secreto.
Tras la ronda de Barbados, su negociador, Héctor Rodríguez, anticipó un «camino complejo» que, sin embargo, podría llevar a un «acuerdo de convivencia democrática» y de «gobernabilidad» donde ambas facciones se reconozcan.
«La crisis está bastante fuerte. No podemos», afirma Elsa Díaz, de 55 años, quien pide «en el nombre de Dios» que las partes se entiendan para sacar al país con las mayores reservas petroleras de la peor crisis económica de su historia moderna.
Asistente de odontología, hace mucho que el salario no le alcanza para hacer un mercado completo. El ingreso mínimo en Venezuela da para poco más de dos kilos de carne.
Guaidó, quien responsabiliza a Maduro del colapso, asegura que el diálogo es parte de una «estrategia» para expulsar al mandatario y establecer un «gobierno de transición» que convoque a nuevos comicios.
«Todo el tiempo marcha y marcha. Uno regresa a la casa como más deprimido», se lamenta Gladys, cuyos dos hijos forman parte de los cuatro millones de venezolanos que emigraron por la crisis desde 2015, según Naciones Unidas.
«Quieren que nosotros (también) nos vayamos, pero uno tiene sus cosas aquí», se justifica.
Maduro exige rectificación
La diáspora es una las facetas más dramáticas de la crisis, contando también otros atropellos; se cometen ejecuciones, arrestos arbitrarios y torturas por parte de organismos de seguridad, según un informe de la Alta Comisionada de la ONU para los Derechos Humanos, Michelle Bachelet.
Este viernes se divulgó una carta en la que Maduro exige a Bachelet, quien estuvo en Caracas en junio, una «inmediata rectificación y corrección de los graves errores, falsas acusaciones y omisiones» de ese reporte, que «lo convierten en un peligroso eslabón para la intervención de Venezuela».
Maduro funda esos temores en la amenaza de Estados Unidos, principal apoyo diplomático de Guaidó, de desplegar una acción armada para sacarlo del poder, al que se aferra con apoyo de Rusia, China y la cúpula militar.
Incrédula, Zoraida Pereira, de 59 años, cree que la negociación es una pérdida de tiempo. «Siempre han dialogado y no se soluciona nada. Estamos decepcionados de todo», afirma esta ama de casa.
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