Vargas Llosa: Leopoldo López es un símbolo de los atropellos que cometen las dictaduras
Nota de prensa
Tras la publicación del libro “Preso pero Libre”, del dirigente de Voluntad Popular, Leopoldo López, el escritor peruano y Premio Nobel de Literatura (2010), Mario Vargas Llosa, compartió sus impresiones sobre la incansable lucha por la libertad de Venezuela que sostiene López desde la cárcel.
“López es muestra de la audacia inventiva del espíritu humano capaz de sobrevivir a todas las pruebas. Es un patriota de verdad y sabe que el pueblo venezolano no se ha dejado sobornar por la demagogia del poder chavista y que cada día que pasa, la corrupción de los hombres que gobiernan, el racionamiento, los cortes de luz, los atracos, secuestros y crímenes, van empujando a las filas de la oposición”, expresó Vargas Llosa.
El Nobel se refiere a López como “el símbolo de los atropellos e injusticias que cometen las dictaduras contra quienes osan desafiarlas”, y reconoce el espíritu de lucha que ha demostrado en toda su trayectoria política y su confinamiento en la cárcel militar de Ramo Verde.
“No hay una pizca de rencor ni de odio contra sus verdugos. Tiene la convicción de que pese al empobrecimiento atroz al que han llevado al país las políticas antehistóricas de nacionalizaciones, hay en Venezuela suficientes recursos naturales y humanos para levantar cabeza y prosperar, una vez que la democracia sustituya a la dictadura y retorne la libertad conculcada”, manifestó.
En su opinión, la lucha que ha convertido a Leopoldo López en una figura internacional, a través de la labor de su esposa, “un madre de familia a quien Chávez y Maduro han convertido en una fogosa lideresa política, que junto a los familiares de los 87 presos políticos luchan de manera gallarda porque se les devuelva la libertad”, no puede cesar, sino que debe continuar con fuerza “a fin de proteger a todas las demás víctimas de la dictadura venezolana. Es deber de todos quienes queremos que Venezuela vuelva a ser libre, mantener la presión para mantenerlos vivos y salvos”, finalizó.
A continuación el escrito:
Que este libro de Leopoldo López, Preso pero libre. Notas desde la cárcel del líder venezolano, que lleva un excelente prólogo de Felipe González, haya podido ser escrito es una especie de milagro.
Encarcelado en la prisión militar de Ramo Verde desde febrero de 2014 y condenado a 13 años y 9 meses de prisión en una caricatura de juicio que ha sido el hazmerreír del mundo entero, su autor es el preso político más conocido internacionalmente, un símbolo de los atropellos e injusticias que cometen las dictaduras contra quienes osan desafiarlas.
López fue acusado por la dictadura chavista de “incitación al crimen” por los muertos que causaron las grandes movilizaciones estudiantiles de hace dos años en distintas ciudades de Venezuela. Yo estuve en Caracas por esos días y vi con mis propios ojos la naturaleza pacífica de aquellas protestas y la brutalidad con que Nicolás Maduro las hizo reprimir por la policía política y las bandas de rufianes armados que utiliza para intimidar, golpear y a veces asesinar a sus opositores. Leopoldo López se entregó́ voluntariamente a la justicia, sabiendo que esta dejó de existir en su desdichado país desde que el comandante Chávez y compañía acabaron con la democracia e instauraron en su reemplazo “el socialismo del siglo XXI”, que ha convertido a Venezuela en el país de más alta inflación y criminalidad en el mundo. O, como dice Felipe González, en un “Estado fallido”.
La vida que desde entonces lleva en la prisión y que está bien documentada en este libro es de abusos y agravios sistemáticos, encerrado en un calabozo solitario, que tiene 10 rejas con candado y cuatro cámaras de televisión que vigilan sus movimientos las 24 horas del día y aparatos de grabación múltiples que quieren también registrar todo lo que dice o murmura. A esto se añaden constantes requisas, de día o de noche, para despojarlo de papeles, libros, o robarle las prendas personales. Uno de los directores de la prisión de Ramo Verde, el coronel Miranda, un sádico, hacía, además, que sus esbirros le vaciaran encima de improviso bolsas llenas de excremento. Y es sabido, que entre otras indecibles vejaciones que debían soportar los contados familiares que pueden visitarlo una vez por semana —entre ellas su madre y su esposa— figuraba la de tener que desnudarse ante los carceleros
Pese a todo ello, como muestra de la audacia inventiva del espíritu humano capaz de sobrevivir a todas las pruebas, López ha podido escribir y sacar de la cárcel este testimonio conmovedor. En su libro no hay una pizca de rencor ni de odio contra sus verdugos y quienes están destruyendo a Venezuela cegados por el fanatismo colectivista y estatista. Por el contrario, un optimismo sereno recorre sus páginas, la convicción de que pese al empobrecimiento atroz al que han llevado al país las políticas antehistóricas de nacionalizaciones, expropiaciones y agigantamiento enloquecido del aparato estatal así como la asfixiante paralización de una administración controlada por comisarios políticos, hay en Venezuela suficientes recursos naturales y humanos para levantar cabeza y prosperar, una vez que la democracia sustituya a la dictadura y retorne la libertad conculcada.
Leopoldo López es un idealista y un pacifista convencido. Sus modelos son Gandhi, Mandela, Martin Luther King, Vaclav Havel, la madre Teresa de Calcuta y, como convencido creyente que es, Cristo. En su libro hace un gran elogio de Rómulo Betancourt, el líder de Acción Democrática que se enfrentó primero al generalísimo Trujillo (quien intentó hacerlo matar) y a todos los tiranuelos militares de América Latina y luego a Fidel Castro, sin complejo alguno, en nombre de una democracia liberal que trajo a su país 40 años de legalidad y de paz. Yo recuerdo el odio que teníamos a Betancourt los jóvenes de mi generación cuando creíamos que la verdadera libertad estaba en Marx, Mao y en la punta del fusil. Vaya insensatos y ciegos que fuimos. El que veía claro, en esos años difíciles, fue Rómulo Betancourt y es muy justo que Leopoldo López le rinda el homenaje que se merece aquel lúcido demócrata que salió de la presidencia de Venezuela más pobre de lo que entró (lástima que no fuera el caso de todos los mandatarios en esas cuatro déca- das de libertad).