Una mujer violada: «Durante años me sentí culpable por aquel vestido»
ABC
La carta remitida por Aries (su signo zodiaco, con el que quiere identificarse esta mujer de mediana edad), ha estremecido a los lectores del diario ABC tras su publicación el pasado día 20 de noviembre. Aries estaba en su casa cuando tuvo arrestos para ponerse a escribir y remitir la misiva que sigue. Lo que Aries observaba con pudor en televisión, «enervada» e irritada eran imágenes del juicio en Pamplona que se desarrolla contra cinco jóvenes sevillanos acusados de una agresión sexual.
Esta mujer se halló repentinamente enconada porque los ciudadanos en redes sociales estén juzgando de alguna manera a la víctima que dice haber sido violada por «La Manada» en los sanfermines del año pasado. Se sentó frente al computador y escribió lo siguiente, su testimonio. Halló la valentía y el coraje que eran necesarios para que veinte años después su voz se escuchase.
Su carta, remitida íntegra y literalmente así a la redacción de Opinión de este periódico, dice lo siguiente:
«En estos días en los que los medios nos informáis de forma constante del tema de la supuesta violación de los sanfermines, no puedo evitar rememorar una parte de mi pasado que afortunadamente mi cerebro tiene olvidada la mayor parte del tiempo, aunque eso se consiguió después de un proceso duro y una larga terapia en un centro de mujeres. No fue fácil…
Cuando tenía 21 años no me había acostado con nadie, no porque no hubiera tenido oportunidades. Las propuestas eran constantes, pero en aquella época pensaba que el sexo era algo especial que no se podía compartir con cualquiera. Era una idealista que se deslumbraba con las novelas de Jane Austen, así que mi planteamiento se mantenía de lo más romántico respecto a ese aspecto.
Trabajaba como camarera los fines de semana, y una noche de descanso salí y me encontré con quien era mi jefe, un tipo seductor, el ligón de los bares. Siempre había alguna chica que le dejaba una nota con su número de teléfono. A mí me gustaba… Ese día me miró de manera diferente, me trató como trataba a cualquiera de sus innumerables conquistas y preparó una cocktelera especialmente para mí. Dijo que siempre me iba a acordar de esos chupitos. No estaba acostumbrada a beber, porque tampoco toleraba mucho el alcohol. El caso es que después del primer trago empecé a sentirme mareada. Tras el segundo quise volver a casa.
No sé cómo ni por qué llegué hasta allí, pero cuando desperté me vi en una oscura habitación, que olía a humedad añeja, de esa que se huele en un viejo trastero. En aquel espacio diminuto y lúgubre ni siquiera había ventana. Recuerdo una pequeña vela encendida en una mesita de noche… y él sobre mí, moviéndose, mientras yo empecé a llorar al verme desnuda, sintiendo asco y vergüenza a la vez, con náuseas por el alcohol y sin fuerzas para siquiera poder levantarme. Lo único que pensé es que deseaba que aquello terminase cuanto antes. No puedo contar cómo llegué a casa. De eso mi cerebro no retuvo nada.
Lo que sí recuerdo es que pasé dos días vomitando por la intoxicación etílica, y que solo fui capaz de confiarle lo ocurrido a una de mis hermanas, que me llevó al día siguiente a urgencias de un hospital ginecológico en el que no pude evitar llorar mientras me hacían la pertinente exploración y tuve que contar mi historia, completamente abochornada. Dije que no quería denunciar, porque tenía miedo de las consecuencias. Fue la doctora quien dio parte al juzgado, y fui citada hasta en tres ocasiones por un juez sensible y empático que me aseguró que todo saldría bien si yo decidía denunciar a aquel individuo. Finalmente renuncié por escrito a cualquier tipo de proceso judicial contra él.
Ahora que ya tengo otra edad veo la vida desde otra perspectiva y tengo esa espinita clavada. Durante años me sentí tremendamente culpable. Culpable por haber bebido, culpable por haber salido, culpable por haberme puesto aquel vestido corto y ceñido, culpable, culpable, culpable… Es por eso que admiro a las mujeres que deciden echarle coraje y seguir hasta el final en casos de violencia sexual, y animo a cualquiera que pueda sufrir una situación semejante a ponerle valor y luchar con uñas y dientes por hacer saber su verdad. De corazón deseo que los miembros de La Manada no salgan impunes y paguen por lo que, a mi parecer, sí han hecho».