Una «luz al final del túnel» para los trans en España
EFE
Manu empezó su transición a los 9 años, hoy tiene 12. «Hay personas adultas que tienen las cosas menos claras que él», dice su madre, quien celebra que España abra una vía hacia una ley integral trans que, por más que sea polémica, «es una luz al final del túnel».
Sacarla adelante pasa por permitir que las personas trans mayores de 16 años puedan cambiar su nombre y sexo en los documentos oficiales sin necesidad de aportar informes médicos, como se venía haciendo hasta ahora. Y ahí radica la controversia.
Sin que el borrador de esta ley haya llegado aún al Congreso, ya ha provocado una tormenta política entre los socios en el Gobierno de coalición en España. Mientras el Partido Socialista se posiciona en contra y trata de retrasar el debate parlamentario, el izquierdista Podemos, responsable de la redacción del texto, no da un paso atrás en su planteamiento.
Fuera de lo estrictamente político, el debate también se prevé sentimental y azorado, con el colectivo LGBTI+ celebrando el proceso y una parte del feminismo tradicional recelosa al considerar que supone un retroceso en la lucha por la igualdad y puede perjudicar a los menores.
Pero más allá del choque dialéctico, la futura ley tiene un significado especial para los protagonistas y sus familias: «será maravilloso si sale adelante tal y como está planteada ahora mismo», dice la madre de Manu.
ESPAÑA, UN REFUGIO PARA LOS TRANS LATINOAMERICANOS
Si ser trans en España no es nada fácil, en otros países del mundo es un verdadero infierno.
España es la puerta de entrada a Europa para la mayoría de los latinoamericanos. En 2019, 96.389 personas de la región solicitaron asilo en España, lo que representa un 81 % de todas las solicitudes.
Al estigma de ser trans en algunos países de América Latina se suma la violencia y la falta de opciones laborales que empuja a la gran mayoría a la prostitución. Una actividad ilegal en la mayor parte del globo que no impide que proxenetas y redes de trata se lucren activamente, al mismo tiempo que las mujeres viven explotadas en regímenes de semilibertad y esclavitud en los casos más extremos.
Con los billetes en la mano Paola Flores, mujer trans de 29 años, no pudo elegir el pasado marzo, cuando la pandemia estaba a punto de hacerse global: o partía al extranjero o se condenaba. Después de cuatro intentos de asesinato, Paola llegó a Madrid con apenas dos prendas de ropa y el miedo aún en el cuerpo.
“Vivir en Latinoamérica es un reto. Cada día es esperar la muerte”, señala a EFE Paola, nacida en Honduras, donde según el Fondo de Poblaciones de Naciones Unidas (UNFPA) solo en 2020 fueron notificadas más de 40.000 denuncias de violencia machista, lo que significa que una mujer es víctima de agresión física cada hora.
Considerado uno de los países más violentos del mundo sin estar en guerra, Honduras ya no era seguro para ella. “No estoy aquí porque quiera, estoy aquí para salvaguardar mi vida”, asegura Paola, quien en su país era activista por los Derechos Humanos.
SER TRANS Y MIGRANTE
En 2005, España se situaba a la vanguardia en el reconocimiento de derechos para el colectivo LGBTI+ con la legalización del matrimonio de personas del mismo sexo, una decisión para nada exenta de polémica en su momento pero que ahora es Historia del país.
La futura ley trans española sigue la estela de la de Dinamarca, que aprobó un texto similar hace seis años, en el que recoge el deseo expreso de la persona para cambiar su sexo en documentos como único requisito a partir de los 18 años. También Malta, Portugal, Bélgica, Luxemburgo e Irlanda cuentan con esta legislación dentro de Europa.
En América Latina, Argentina, Bolivia, Colombia, Ecuador, México y Uruguay tienen leyes que reconocen el derecho a la identidad con emisión de una nueva partida de nacimiento sin necesidad de operaciones genitales, según analiza Amnistía Internacional.
Pese a ello, hay miles de personas que no perciben los beneficios de estas legislaciones. Es el caso del colombiano Alan Moreno que huyó de su país para buscar una vida más segura en España, pero nada más llegar se topó con otra realidad, la de ser migrante.
«Eres una persona trans que llega pidiendo asilo por ser trans y España te acoge porque tu país es muy violento, pero lo primero que hace España es violentar tu identidad», se queja Alan en referencia a la legislación actual.
Es lo que explica la abogada de la ONG Rescate Mónica Ávila, quien afirma que el actual sistema español representa una “doble violación» de los derechos de estas personas: “No solo han sido violados en sus países de origen, sino que llegan aquí y es una traumatización secundaria, porque ni siquiera se reconoce su nombre sentido”.
En esa línea, el borrador de la ley actual recoge que las administraciones garantizarán «a las personas extranjeras o apátridas que se encuentren en España, con independencia de su situación administrativa, la titularidad y el ejercicio del derecho a la identidad de género libremente manifestada, en las mismas condiciones que a las personas de nacionalidad española (…)».
LA LUZ QUE PUEDE TRAER UNA LEY
Jeisy Caroline llegó hace un año a España desde su Colombia natal, es solicitante de asilo y coordina el área trans de la asociación Kif Kif, desde donde invita a mirar la situación de otros países y recuerda que los migrantes quieren tener voz y ser objeto también de esta legislación.
“La ley trans no es un capricho, es una solicitud de una forma coherente y lógica para estar en igualdad con los otros”, asegura Jeisy a EFE.
Mónica Ávila llama la atención sobre la necesidad de una «ley holística», que comprenda todos los ámbitos de las personas trans, que no olvide las cuestiones relacionadas al empleo, la educación, la cultura o el deporte.
El proceso para aprobar la ley apenas comienza en España y aunque la polémica está servida, las personas trans esperan que siga adelante y pueda ayudar a normalizar su vida y su existencia como la de cualquier otra persona.
Manu acaba de empezar el instituto, una nueva etapa que le asustaba: «al final ha sido maravilloso, le vemos más empoderado, tanto el profesorado como el alumnado le respetan y si hay alguna persona que tenga algún comportamiento tránsfobo, enseguida se toman medidas», dice su madre.
«Él eso lo nota. Cuando está en un entorno donde se siente seguro y respetado es feliz, pero bueno, al fin y al cabo es eso lo que nos pasa a cualquiera», señala.