Una carta desde Caracas alumbró el nuevo Museo Arqueológico de Fuerteventura - 800Noticias
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EFE

El 14 de agosto de 1956 salió de Caracas una carta dirigida al Cabildo de Fuerteventura (Canarias) en el que su firmante Alfonso Martín Fajardo y sus hermanos Luis y Juan cedían una parcela en Betancuria y 100.000 pesetas para un museo y centro cultural, una donación que se considera el germen del Museo Arqueológico de la isla, inaugurado este lunes.

La rehabilitación de la vivienda, en pleno casco histórico de Betancuria, y el primer montaje del museo se llevaron a cabo en los sesenta. Más tarde, el inmueble fue sufriendo remodelaciones hasta que en 2015 cerró sus puertas a la espera de que se abriera un nuevo museo anexo a la antigua vivienda.

El presidente del Cabildo de Fuerteventura, Blas Acosta, ha asegurado que con esta apertura se cumple «una reivindicación histórica” y se da un paso que permitirá que los restos de la arqueología majorera, dispersos por museos de Canarias, regresen a la isla.

Las palabras de Acosta se produjo minutos después de que niños y adultos de Betancuria leyeran fragmentos de «Le Canarien», la crónica normanda de la conquista, y llegara, incluso, un saludo y felicitaciones en lenguaje silbado a través de un WhatsApp.

El nuevo museo, construido al lado de la vivienda cedida por la familia Fajardo, se ha edificado en tres niveles, con una superficie construida de 2.678,76 metros cuadrados.

De momento, albergará diversas exposiciones temporales. La primera de ellas «Fuerteventura Arqueología. Donde empieza nuestra historia” tiene como punto de partida el islote de Lobos, donde en 2012 se descubrió un taller de púrpura de época romana, datado entre los siglos I a.C. y I d.C.

Paneles y piezas arqueológicas se distribuyen por esta sala en al que se explican las últimas teorías sobre la montaña de Tindaya, un lugar sagrado para los antiguos pobladores de la isla junto a una piedra con grabados podomorfos; ídolos antropomorfos que acercan al visitante al mundo mágico religioso e, incluso, restos de un molino de piedra que, junto al hallazgo de semillas en la cueva de Villaverde, vienen a confirmar que los mahos conocían la agricultura.

La segunda exposición, «Retos/Restos para un Museo», muestra algunas de las piezas arqueológicas e históricas que fueron engrosando las vitrinas del antiguo museo del que cuidaba Vicente Ruiz Méndez, un vecino de la zona que durante décadas actuó de guarda de los tesoros de Betancuria.

También se plantean los retos a los que espera enfrentarse el nuevo museo. Entre ellos, continuar las investigaciones de Lobos y de la cueva de Villaverde, un tubo volcánico con abundantes vestigios del pasado descubierto en 1979 y que en las últimas campañas arqueológicas ha seguido aportando datos sobre la prehistoria majorera.

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