Un robot japonés, la nueva mascota de niños enfermos con cáncer en Uruguay
EFE
Los niños enfermos de cáncer que se tratan en la Fundación Pérez Scremini, de Montevideo, contarán con una nueva mascota, la foca «PARO», un robot terapéutico que, según su creador, el japonés Takanori Shibata, los ayudará a paliar el dolor durante el tratamiento.
Shibata, profesor en el National Institute of Advanced Industrial Science and Technology (AISI), destacó a Efe este jueves, con motivo de la entrega de la mascota donada al centro hospitalario, que la creación de PARO surgió a partir de su interés por desarrollar un robot personal que ayudara a las personas en el día a día.
En ese sentido, al evaluar qué cosas precisan las personas fuera de funciones que cumplen otros robots, como las de cocinar y limpiar, el profesor pensó en las mascotas, que, dijo, brindan beneficios psicológicos, fisiológicos y sociales a los humanos.
«La interacción con los animales alegra y motiva a la gente; en lo fisiológico reduce el estrés y es buena para la rehabilitación y el beneficio social que tiene es que conecta a la gente y promueve la comunicación», expresó.
Dado que los animales muchas veces no son admitidos en hospitales o geriátricos por alergias o miedo a los rasguños y las mordeduras, Shibata decidió hacer un robot que pudiera ocupar ese rol y que ayudara a quienes atraviesan momentos difíciles.
El profesor, que en 2018 recorrió junto al embajador de Japón en Uruguay, Tatsuhiro Shindo, diversos hospitales del país, dijo así que la donación de un PARO a la Fundación -única en Uruguay dedicada a tratar el cáncer infantil con tasas de curación del 80 %- servirá para paliar los efectos secundarios de tratamientos como la quimioterapia.
«Como PARO no tiene ningún efecto secundario se puede combinar la quimioterapia con la interacción con él. Así que aquí esperamos que PARO sea usado por los niños antes del tratamiento para reducir la ansiedad y el dolor», valoró.
El experto japonés resaltó además que el robot peludo y de apariencia amigable, que ha sido usado en más de 30 países y tiene un costo de unos 6000 dólares, tiene muchos tipos de sensores en su cuerpo y puede aprender un nuevo nombre, entre otras funciones inteligentes.
«Todo su cuerpo está cubierto por sensores táctiles. Tiene tres micrófonos para reconocimiento de voz y localización del sonido, así que reconoce algunas palabras y si hablas reconoce la dirección del sonido. Tiene también control de temperatura (…) e inteligencia artificial, así que puede generar su comportamiento de forma autónoma», puntualizó.
Por su parte, Horacio Fernández Ameglio, presidente de la Fundación Pérez Scremini, celebró la donación y opinó que será un nuevo amigo para los niños del centro.
«Tiene una tecnología que le permite reconocer al niño, reconoce la voz, lo estimula, pueden jugar con él, contarle sus problemas, sus dolores (…) No habla pero sí le transmite sensaciones y sobre todo amistad, lo cual es muy importante para los chicos que están sufriendo en esos momentos», concluyó.