Un Mercosur dividido afronta debate crucial para el futuro del bloque
800 Noticias | EFE
El Mercosur, que esta semana celebrará su cumbre semestral, afronta serias diferencias entre sus socios en materia de política comercial exterior muy difíciles de zanjar y que han reavivado las discusiones sobre el rumbo del proceso de integración regional iniciado hace 30 años por Argentina, Brasil, Paraguay y Uruguay.
Aunque en sus tres décadas de historia el bloque ha atravesado varios episodios de controversias internas, esta vez las tensas discusiones se centran en cuestiones que tocan la médula de la unión aduanera y su normativa fundacional: el arancel externo común (AEC) y el mecanismo de negociaciones comerciales externas como un único bloque.
Ambos asuntos no son nuevos en la agenda del bloque pero este semestre, en el que Argentina ha ejercido la presidencial temporal del grupo, estas cuestiones cobraron relevancia hasta prácticamente dominar los debates de alto nivel político, con posiciones tan encontradas que hacen prever que difícilmente los socios lleguen a un consenso.
«Lograr acuerdos será difícil, aunque se podría encontrar una fórmula transaccional que, en todo caso, obedecería simplemente a la necesidad de no profundizar aún más las diferencias», dijo a Efe el experto en comercio internacional Marcelo Elizondo, director general de la consultora DNI.
Negociar como bloque o en solitarios
Uno de los puntos que dividen aguas es la idea de Uruguay, apoyada por Brasil, de flexibilizar las normas que impiden que los países miembros del Mercosur negocien acuerdos comerciales con otros mercados de manera independiente y no como bloque.
Argentina resiste esa propuesta e insiste en negociar en conjunto, como marca el Tratado de Asunción, el acuerdo fundacional del bloque, aunque acepta imprimir mayor dinamismo a las negociaciones externas.
Este debate, que parece estar en punto muerto en un bloque donde las decisiones se toman por consenso y no por mayoría, se produce en un contexto de retracción prolongada del comercio dentro del Mercosur, falta de convergencia normativa que obstaculiza el comercio y aplicación desigual del EAC.
A ello se suman los escasos acuerdos comerciales de peso firmados por el Mercosur y la frustración por un pacto con la Unión Europea que afronta serias trabas en la etapa de revisión legal y cuya entrada en vigor se vislumbra muy lejana aún.
«Mercosur está padeciendo un problema de malos resultados como consecuencia de un modelo muy rígido y muy cerrado, de alto AEC y de muy pocos acuerdos comerciales con el resto del mundo. Y eso Brasil y Uruguay lo quieren cambiar», apuntó Elizondo, también miembro consultor del Consejo Argentino para las Relaciones internacionales.
Rebajar, sí, pero cuánto
El otro punto de controversia es el AEC, cuyo proceso de revisión comenzó hace dos años, pero que en este semestre, con propuestas concretas de rebaja sobre la mesa, dejó al desnudo las fuertes diferencias de visión entre los socios.
El AEC del Mercosur, que prácticamente no se modificó en los últimos 25 años, es de un máximo del 35 %, pero el promedio aplicado es del 12 %, frente a una media global del 5,5 %.
Todos están de acuerdo en la necesidad de una rebaja, pero no en cuánto y ni cómo hacerlo.
Mientras Uruguay y Brasil promueven una reducción arancelaria sustancial y amplia, Argentina propone rebajas más moderadas y selectivas que no afecten a manufacturas nacionales sin capacidad para competir con importaciones desde otros mercados.
«Argentina está a favor de una rebaja en los insumos industriales que en el Mercosur no se producen y que permitiría que las empresas de la región puedan importar bienes de producción a precios accesibles», explicó a Efe Lisandro Mogliati, consultor en negocios internacionales y experto en comercio exterior.
Para Mogliati, «flexibilizar del todo», «desarticulando la negociación externa cuatripartita o aboliendo el AEC», convertirían la unión aduanera en una simple zona de libre comercio, «dando por muerto al Mercosur» tal como fue concebido.
A su juicio, este debate está muy influenciado por las posturas políticas de los gobiernos de turno, «con una competencia ideológica muy sesgada entre la centroderecha de Uruguay, la derecha de Brasil y la centroizquierda de Argentina, con Paraguay en una postura intermedia».