Trump pasa a la acción en su guerra contra los medios - 800Noticias
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Ha sido una mala semana en la siempre convulsa relación de Donald Trump con los medios de comunicación. Y aunque esa sea la tónica, con ataques constantes a la prensa, el Gobierno avanza hacia una actitud combativa sin precedentes en la democracia moderna de Estados Unidos. El principal efecto ha sido propiciar una inusual solidaridad entre los siempre competitivos periodistas que cubren el día a día de la Casa Blanca.

“No crean en la basura de esta gente, las noticias falsas”, dijo el presidente el martes, apuntando a los periodistas presentes en un acto con veteranos de guerra en Kansas City. El público se vino arriba y abucheó a los reporteros. Al día siguiente, la Casa Blanca le prohibió la entrada a un acto presidencial a Kaitlan Collins, periodista de la CNN, la cadena que Trump demoniza constantemente, por haber hecho “preguntas inapropiadas” pocas horas antes en la reunión entre el republicano y el presidente de la Comisión Europea, Jean-Claude Juncker. La cadena televisiva, calificada por Trump como “lo peor”, ha recibido el apoyo de distintos medios y de la Sociedad Interamericana de Prensa (SIP), que condenó la medida por coartar la libertad de prensa.

La Casa Blanca había despertado el miércoles con resaca mediática. La noche anterior, la CNN había divulgado una grabación entre Michael Cohen, el exabogado del presidente, y Trump, en la que se los escucha discutir el pago a una exmodelo de Playboy durante la campaña electoral con tal de silenciar una presunta aventura extramatrimonial. El que en su día fue el hombre de confianza del mandatario se había convertido en Judas de la noche a la mañana. Durante unas breves declaraciones en el Despacho Oval entre Trump y Juncker, la periodista Collins le preguntó cuatro veces al republicano sobre este asunto. Un “muchas gracias” de Trump es todo lo que consiguió. La verdadera respuesta se la daría más tarde porque la venganza es un plato que se sirve frío.

El nuevo director de comunicación de la Casa Blanca, Bill Shine, y la secretaria de prensa, Sarah Sanders, informaron a Collins que no podría asistir esa tarde a un acto de Trump y Juncker en la Rosaleda de la residencia presidencial porque sus preguntas fueron inapropiadas. “Al final de una conferencia de prensa en el Despacho Oval una periodista gritó preguntas y se negó a irse aunque muchas veces se le pidió que lo hiciera”, justificó la Casa Blanca en un comunicado.

La propia CNN fue la primera en repudiar el castigo: “Solo porque la Casa Blanca se siente incómoda con una pregunta sobre noticias del día, no significa que la pregunta no sea relevante y no deba ser hecha”. Después vinieron las muestras de apoyo de la Asociación de Corresponsales de la Casa Blanca y de varias cadenas, incluida la conservadora Fox News, la favorita de Trump, dejando claro en qué lado de la trinchera están en un país donde la libertad de prensa es sagrada.

La SIP calificó el jueves el veto de “inapropiado y grave para el ejercicio de la libertad de prensa”. “Este no es un hecho casual y tampoco la primera vez que ocurre, se trata de una estrategia del presidente Donald Trump y sus funcionarios para seguir desacreditando al periodismo ‘incómodo’ que realiza su trabajo”, dijo Roberto Rock, presidente de la Sociedad.

Ese mismo día Hogan Gidley, otro de los portavoces de Trump, volvió a referirse al tema tras ser cuestionado sobre si la nueva política de la Casa Blanca era prohibir la asistencia de los periodistas que hicieran preguntas que no les gustaran. “No tiene nada que ver con el contenido de las preguntas”, dijo. “Cuando esos eventos terminan y decimos ‘gracias’, la regla es que los periodistas salgan. Alguien se quedó allí y se negó a irse después de que le dijeran repetidamente que se fuera. Y esa fue la consecuencia de esa acción”.

El episodio le ha quitado el polvo a lo ocurrido hace dos semanas en Reino Unido en la conferencia de prensa de Trump y la primera ministra británica, Theresa May. Jim Acosta, de CNN, intentó hacer una pregunta y el presidente se negó a responder: «CNN son noticias falsas. No atiendo las preguntas de la CNN… Vamos a una cadena de televisión de verdad». Y dio el turno a John Roberts, de Fox News. Más tarde, la cadena de televisión conservadora, que camina sobre nubes de algodón en su relación con el presidente, tuiteó desde su cuenta el momento en que Trump avergonzó mundialmente a CNN. Ese mensaje y la actitud complaciente de Roberts propiciaron el repudio de varios periodistas por la actitud desleal al gremio.

Los gestos de buena fe entre los periodistas de la Casa Blanca son inusuales. Uno que llamó la atención sucedió tras la reunión de Trump y el presidente ruso, Vladimir Putin, el 16 de julio en Helsinki. En una rueda de prensa de Sanders en la Casa Blanca, Hallie Jackson, corresponsal de NBC News, preguntó sobre la credibilidad del presidente. Para salir del paso, la portavoz dijo: «Siguiente pregunta» y le pasó el turno a Jordan Fabian del diario The Hill. La sala quedó en silencio. Y ante una Sanders desconcertada, Fabian invitó a Jackson a seguir con su turno de palabra.

Este no es solo el estilo de Sanders ni el efecto de la ira de Trump contra los medios críticos. Existe un precedente de cerrar puertas a los medios «incómodos» para la Administración. En febrero de 2017, apenas un mes después de que el republicano llegara a la Casa Blanca, se le prohibió a varios medios -CNN, The New York Times, Politico y Los Angeles Times– el acceso a una rueda de prensa sin cámaras del exportavoz Sean Spicer. Varios medios manifestaron entonces su apoyo a los periodistas vetados.

A comienzos de julio, Trump designó director de comunicación de la Casa Blanca a Shine, un exejecutivo de Fox News, el canal informativo más visto en Estados Unidos y una referencia de la derecha. Al conocerse el nombramiento surgió la duda de si habría un acercamiento de la Casa Blanca a las cadenas de televisión o se acrecentaría el idilio de Trump con Fox, a la que elogia constantemente y utiliza como cantera para algunos puestos en el Gobierno. Aún no ha transcurrido un mes desde la llegada de Shine y ya se están sacando conclusiones. Quizá sea parte de una estrategia de Trump para desviar la atención y conseguir, finalmente, no responder a lo que se le pregunta.

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