Triunfo de populistas como Trump se debe a auge de emociones, según filósofa
EFE
El triunfo de populismo que encarnan personajes como el recién elegido presidente de los Estados Unidos, Donald Trump, obedece al auge de las emociones que dominan la sociedad actual, explicó este domingo la filósofa española Adela Cortina.
«A todos nos tiene aterrados lo que ha sucedido en Estados Unidos, pero ¿qué pasa cuando alguien es tan inteligente que es capaz de manejar las emociones de las personas?», se preguntó esta catedrática por la Universidad de Valencia que en 2008 se convirtió en la primer mujer que ingresó en la Real Academia de Ciencias Morales y Políticas de España.
Cortina pronunció este domingo una conferencia sobre «Ética sin vergüenza» en el marco del festival Puerto de Ideas, que se celebra el fin de semana en la ciudad chilena de Valparaíso y que en esta sexta edición congrega a 52 conferenciantes de diversos países para hablar de arte, cultura y ciencia.
En su exposición, la autora de «Ética aplicada y democracia radical» abordó cuestiones relacionadas con el relativismo moral y el anarquismo ético, en el cual los referentes han desaparecido o no son tomados en consideración, y también acerca del debilitamiento de la vergüenza como sentimiento habitual ante las faltas propias a la ética.
Cortina -quien prefiere hablar de conciencia, más que de vergüenza- sostuvo que «la ética sirve para recordar que es más prudente cooperar que buscar el máximo beneficio individual, caiga quien caiga».
«Si persistimos en buscar enemigos, en vez de aliados; si no tomamos nota de lo cara que sale la falta de ética, en dinero y en dolor, el coste de la inmoralidad seguirá siendo imparable», advirtió la filósofa española, ganadora en 2007 del Premio Internacional de Ensayo Jovellanos.
Adela Cortina recordó que en las sociedades antiguas, cuando alguien incumplía las normas, era criticado por el grupo, que lo repudiaba. «Esto tiene mucha efectividad. La vergüenza, el enrojecimiento provoca la activación de la conciencia, porque perder la reputación es muy malo».
Pero también se corre el riesgo de caer en agresiones moralistas, que durante años han atacado a colectivos como por ejemplo, las madres solteras o los homosexuales.
En su conferencia ante un numeroso público que abarrotó el auditorio de la Universidad Católica, Cortina aludió a conceptos como neuroética, neuropolítica, neuroarte y neuroreligión al reflexionar sobre la base cerebral de las creencias y opciones que adoptan los individuos.
Es este, a juicio de la filósofa española, un campo apasionante que requiere del diálogo entre los estudiosos de las humanidades y los de las ciencias, «porque hoy en día no hay un solo problema en la humanidad que pueda resolverse sin el trabajo conjunto de los saberes».
«El auge de las neurociencias nos está descubriendo bases muy interesantes sobre la ética, la conducta política, la conducta económica», agregó Cortina, quien defiende la necesidad de que los expertos en una materia tengan un «dominio pasivo» de los saberes ajenos.
Sin la ética, la corrupción aumenta, la economía se olvida de que debe crear buenas sociedades y se torna opresora, los políticos se aferran a su bien particular frente al común, y los ciudadanos se recluyen en su vida privada.
Convencida de que si la sociedad se hubiera comportado éticamente, no se enfrentaría a una crisis como la que vive actualmente, Cortina cree, sin embargo, que la asunción de responsabilidades tiene distintos grados. «A mayor poder, mayor responsabilidad», argumentó.
«En España se decía con la crisis que ‘todos éramos culpables y responsables’. Pues, no. A políticos, empresarios y bancos les cabe mayor responsabilidad que a la modesta anciana que va a su sucursal de toda la vida a depositar sus ahorros y le dicen que invierta en acciones preferentes».
Es por ello que «la política debería ser cosa de todos los ciudadanos». El modelo a seguir es «una ciudadanía competente, lúcida y justa», enfatizó.
Cortina cree que hay posibilidades de expansión en el mundo contemporáneo de una ética laica, sin Dios, y que no sea agresiva con la idea de las religiones.
«Por supuesto que es posible una ética laica, que alguien no creyente tenga unas convicciones muy fuertes, y que personas que sean religiosas puedan admitir esa ética. Hay religiones que abonarían esa ética laica. Es tiempo de suma positiva. Los seres humanos somos lo suficientemente importantes como para ello», subrayó.