Tribunal libio libera a Al Saadi al Gadafi, tercer hijo del dictador
EFE
Un tribunal libio ordenó el domingo la liberación de Al Saadi al Gadafi, uno de los hijos del despuesto dictador libio Muamar al Gadafi, tras considerarle inocente de los delitos que se le imputaban, confirmó hoy a Efe un responsable en el ministerio de Justicia.
Según el mismo, en la decisión también se ha tenido en cuenta el precario estado de salud de Al Saadi, quien huyó a Níger tras la revuelta y el asesinato de su padre en octubre de 2011.
Tres años después fue extraditado e ingresado en una prisión de Trípoli, acusado de diferentes crímenes, entre ellos la muerte en 2005 del futbolista y entrenador libio Bashir al Rayani.
En abril de 2018 fue absuelto de este delito, pero permanecía en prisión por su supuesta participación como comandante de las Fuerzas Especiales en la represión del alzamiento que en 2011 concluyó con la caída del régimen.
La fuente no ha confirmado ni desmentido a Efe las informaciones que apuntan a que el tercer hijo de Al Gadafi ha abandonado ya el país rumbo a Turquía.
El hijo futbolista
Al Saadi, de 47 años, era conocido como el «hijo futbolista» del tirano: además de jugar en el principal equipo de la capital y ser el capitán de la selección entrenó con varios equipos de la Serie A de la Liga italiana, y jugó dos partidos, uno con el Peruggia frente a la Juventus de Turín en la temporada 2003-2004, y otro con el Udinese frente al Cagliari en la temporada 2005-2006
Asimismo ficho por una temporada con la Sampdoria, pero no llegó siquiera a debutar antes de regresar a su país para lidera el Al Ahly Trípoli.
En su país fue acusado de amañar diversos partidos y de estar detrás del incidente entre los dos principales equipos de Libia, que desató una violenta represión y llevó a Al Gadafi a ordenar la destrucción del estadio de Bengazi, segunda ciudad del país.
En 2006, Al Saadi -que denunció torturas durante su encarcelamiento- impulsó un proyecto para crear una ciudad semiautónoma similar a Hong Kong en Libia, que se convertiría en un centro educativo, médico, bancario y de alta tecnología, que no requeriría visas para ingresar, con tolerancia religiosa y leyes comerciales de «estilo occidental».