Tras cuidarlo por dos años, se dieron cuenta que su mascota no era un perro - 800Noticias
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El número de mascotas no deja de crecer: según los últimos datos disponibles, solo en España hay casi 10 millones de perros y gatos que conviven con diferentes familias. Una cifra que sigue creciendo y que ha provocado situaciones difícilmente imaginables hace algunos años, como que haya más mascotas que niños censados en ciudades como Madrid.

Ese boom de los animales no solo se da en nuestro país, sino también en una gran mayoría de países. Pero, de vez en cuando, se producen situaciones que nos llevan a pensar si estamos cometiendo algunos errores, sobre todo cuando se deciden comprar mascotas sin conocer bien la procedencia del animal y si el criador cuenta con todos los permisos en regla.

Eso es lo que le ha sucedido a una familia china que hace algunos años se hizo con un cachorro de mastín tibetano, una raza que está considerada como la más cara del mundo y por la que se han llegado a pagar hasta 2 millones de euros por un cachorro. Se trata de un animal que destaca por sus impresionantes cualidades físicas, ya que suele pesar entre 60 y 80 kilos, aunque algunos ejemplares han llegado a superar los 100 kilos de peso.

No era un mastín, era… ¡un oso!

Una mujer llamada Su Yun compró un mastín tibetano en el año 2016 y durante dos años vivió en su casa como una mascota más. Su impresionante físico le hacía parecerse cada vez más a un león o a un oso, por su pelaje salvaje, pero ellos le cuidaban como el mastín tibetano que pensaban que era… aunque poco a poco comenzaron a sospechar que no era lo que parecía.

Tal y como ha reconocido a LadBible, lo primero que llamó la atención de la familia de Su Yun fue lo que comía: cada día se tragaba una caja de fruta y dos boles llenos de fideos. El supuesto mastín comenzó a subir de peso y «cuanto más crecía, más se parecía a un oso». Pero cuando su mascota superó los 115 kilos y su aspecto ya era el de un oso, la familia decidió llamar a las autoridades.

Después de algunas pruebas llegó la confirmación: Su Yun y su familia no habían estado criando a un mastín tibetano, sino a un oso negro asiático. Se trata de una especie con la que se trafica en el mercado negro por una sustancia química que se encuentra en la bilis, el ácido ursodesoxicólico, que se usa para tratar enfermedades hepáticas y cálculos biliares. Y eso le lleva a que se paguen fuertes cantidades de dinero por hacerse con uno de estos animales.

Afortunadamente, las autoridades dieron cuenta de la situación al Centro de Rescate de Vida Salvaje de Yunnan, en China, que lo recogió en casa de la familia Yun y lo llevó a un santuario de animales. Todo quedó en un susto, porque el oso nunca atacó a su familia adoptiva, aunque Su Yun reconoce ahora que «siempre tuve miedo de los osos». No se descarte que el próximo perro que llegue a esta familia sea un chihuahua.

Con información de El Confidencial. 

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