Toda una colección de moda fue realizada con impresión 3D casera
La impresión 3D existe desde hace casi 30 años. Diseñadores de moda como Iris van Herpen –una de las favoritas de Lady Gaga- y Francis Bitonti la incorporaron a las pasarelas. Pero hasta ahora nadie, como la diseñadora israelí Danit Peleg, de 27 años, imprimió en 3D una colección de moda entera desde su casa.
Para crear su colección de graduación, utilizó solamente impresoras 3D pequeñas para el consumidor. Desde tacos altos rojos hasta una falda larga a rayas, todas las prendas fueron impresas en cuatro piezas pequeñas A-4 y luego pegadas. El proceso lleva muchísimo tiempo –sacar algunas de las piezas llevó más de 300 horas- y por ende es muy costoso.
De todos modos, Peleg considera que es el futuro de la industria, en parte debido a las velocidades de funcionamiento cada vez mayores de las impresoras así como también a sus precios rápidamente en baja.
Una impresora 3D Witbox como la que utilizó Peleg se vende por unos US$2.000 –un precio razonable considerando que algunos de los diseños de Peleg cuestan 2.500 libras (US$3.856).
Pero a las impresoras 3D no les está yendo tan bien como se esperaba. Uno de los actores más importantes del sector, 3D Systems Corporation, no alcanzó las estimaciones para el segundo trimestre a comienzos de agosto debido a un “entorno operativo difícil”, como señaló la empresa. El director de tecnología de 3D Systems Corporation y ex presidente es Chuck Hull, el inventor de la estereolitografía, o como se la conoce más comúnmente, la impresión 3D.
El futuro del mercado parece incierto. Según un informe con fecha 27 de octubre publicado por Gartner, el gasto de los consumidores en impresoras 3D alcanzará US$13.400 millones en 2018; un informe publicado ese mismo día por analistas de CCS Insight sugirió un valor menor para el mercado, que crecería hasta US$4.800 millones en 2018. Distintos factores, como los costos elevados de los materiales de impresión y problemas de propiedad intelectual, retrasan al sector.
Al parecer, es probable que deban pasar algunos años hasta que nos despertemos por la mañana e imprimamos prendas en 3D para ir al trabajo.
Fuente: elespectador.com