Táchira: Comerciantes reportan 384 apagones en lo que va de año
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Vender alimentos que necesitan refrigeración no es fácil para Juan Gallardo. Su emprendimiento de venta de hamburguesas y parrillas por delivery requiere obligatoriamente electricidad para conservar las carnes y los vegetales que utiliza. Los apagones lo afectaron cada día porque su dinámica de trabajo cambió para intentar adaptarse a la situación.
Sin embargo, aunque los apagones disminuyeron en mayo, siguió con pérdidas económicas, como en los meses anteriores. En abril El Pitazo contó 75 cortes de electricidad en la avenida Carabobo de San Cristóbal, donde reside Gallardo, y en mayo fueron 57 fallas.
Los apagones diarios le impiden aumentarles la oferta a sus clientes. Al contrario, le ha tocado disminuir o limitar la cantidad de alimentos que ofrece, por temor a que se descompongan en las 10 o 12 horas diarias que no tiene servicio eléctrico.
“Yo compro para vender 15 hamburguesas y 10 parrillas, porque sé que es lo que vendo a diario, en promedio. No me atrevo a comprar más porque si no lo vendo, lo puedo perder. Una vez pasé 18 horas seguidas sin luz, y aunque no abrí el congelador, tenía el miedo de que se dañaran las carnes. Y no las pude usar, la consumimos en familia, pero ya eso es pérdida del negocio. Es imposible invertir porque no se sabe cuántas horas sin luz será cada día”, explicó.
Además de su preocupación por las proteínas, otro detalle sobre la electricidad tiene que ver con el hielo y la temperatura del refresco. Bromea al decir que “a nadie le gusta una bebida caliente y sin hielo. Aunque parezca algo tonto, es importante como parte del servicio”.
Días de apagones
En Barrio Obrero, también en San Cristóbal, la tarde del martes 28 de mayo se fue la electricidad, y para la mañana del 1 de junio seguían sin servicio. La quema de un transformador los dejó sin luz, y aunque una cuadrilla de Corpoelec fue a realizar la revisión, les indicaron que no tenían cómo reponerlo.
Mario Ayala dice que esta situación resulta difícil para su emprendimiento. Junto con su novia preparan y venden postres que requieren refrigeración. Aunque hace dos años compraron una planta eléctrica, encontrar el combustible para hacerla funcionar no es fácil y eso incrementa el precio de venta al público.
“Lo más difícil es que comprar 20 litros de gasolina nos cuesta 25 dólares. Pero nuestro postre más caro cuesta 3 dólares, que es la porción de torta de chocolate. Entonces trabajamos a pérdida porque a veces hacemos tres leches o tortas frías que tienen que estar refrigeradas en todo momento”, contó.
Al ser su única fuente de ingreso, siguen trabajando, pero sin las mismas ganancias que tenían antes de quedar sin electricidad por más de tres días. En la misma cuadra donde vive Ayala con su novia, hay una licorería, un bodegón y un restaurante, y todos utilizan plantas eléctricas para seguir produciendo.
Con información de El Pitazo.
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