Supere la crisis de los 40… y sin cirugía
El Mundo
La palabra perro no muerde, la palabra crisis, sí. Crisis personal, de pareja, en el país… Todos sentimos la dentellada en algún lugar. Si es la crisis de los 40, el estómago se encoge y tomamos aire por lo menos. ¿Usted no? ¿Qué opina cuando está a solas con su espejito mágico al ver sus primeras canas, la calvicie o esa insidiosa grasa en las caderas?
Después de un día de trabajo o en familia se pregunta ¿todo esto para qué? La crisis de la mediana edad es una realidad. Un estudio publicado en la revista científica ‘Social Science & Medicine’ analizó los hábitos de dos millones de personas de 44 años en 80 países, entre ellos España. Los datos apuntan a que la llamada ‘midlife crisis’ alcanza a todo el mundo y propicia que los hombres y las mujeres alrededor de los 45 años pasen por un periodo de zozobra e inquietud. De repente nos damos cuenta de que estamos en la mitad de la vida y nos preguntamos ¿cómo va a ser la segunda parte de esta película?
Hay personas que en medio de esta angustia optan por cambiar su aspecto y desafiar a la arruga a base de bisturí. Hoy sabemos que la edad se mide en el cerebro con escáneres especiales. Una mente en plena forma se organiza en largas ‘autopistas’ neuronales frente a los caminos comarcales de la infancia. Si desea un aire juvenil, entrene su red cerebral de carreteras porque las neuronas se regeneran durante toda la vida y el cerebro puede mantenerse joven.
Otros deciden cambiar de vida, muchas veces para bien y otras tantas para peor. Pedro, como el protagonista de ‘American Beauty’, reúne todos los tópicos de la crisis de la mediana edad; está deprimido y ansioso, ha perdido el interés por su mujer y no entiende a sus hijos adolescentes, ha empezado a salir y a chatear como un quinceañero con una compañera más joven. Se siente un viejo demasiado joven: ha echado barriga, se aburre y su sueño de ser músico vive en el exilio.
Mi amiga Gema, enfermera y madre responsable, también sufre los síntomas de la ‘midlife crisis’, pero en versión femenina. Después de años cuidando a todos quiere vivir una segunda juventud, está cansada del hospital, de su marido, envidia la libertad de sus hijas adolescentes, ha decidido hacer de golpe todo lo que no hizo en estos años: baile, cursos, excursiones… La hemos apodado ‘arrasamadrid’ porque no hay quien la siga. Si no lo hago ahora ¿cuándo lo voy a hacer?, dice.
SEGUIR CRECIENDO A LOS 40
Si ronda los 40 años y se siente confuso, perdido y está buscando un nuevo camino, se encuentra usted atravesando la séptima etapa de su desarrollo evolutivo, según la psicología psicosocial. El psicoanalista Erik Erikson dividió el desarrollo en ocho etapas y en cada una de ellas se desencadena un tipo de conflicto cuya resolución permite el crecimiento y el desarrollo psicológico. Algunas de estas etapas coinciden con cambios hormonales como en la adolescencia o en la edad madura -con la menopausia y la andropausia- lo que las convierte en auténticos periodos de crisis en el sentido de cambio y posibilidades vitales. Esta fase que abarca desde los 40 hasta los 60 años se caracteriza por ser un momento de gran potencial, lo que Erickson denomina ‘generatividad’. Entramos en nuestro apogeo, en la madurez, lo que significa saber quiénes somos, disfrutar de relaciones personales más profundas, una mayor aceptación de uno mismo, reconciliarse con el pasado y estar en el culmen de la creatividad y la productividad. En su polo opuesto se produce estancamiento y dificultad para avanzar, lo que constituye en sí mismo un generador de malestar psicológico y físico.
ESTRATEGIAS PARA MADURAR
Le propongo un plan ‘antiaging’ en tres pasos:
1. Entrene su cerebro. Puesto que el engrasado de los circuitos de la mente depende de lo que hacemos con ellos, puede tonificar su materia gris diariamente con retos de calidad. ¿Le gusta mirar al cielo? Vaya a una conferencia de astronomía o a una excursión de ornitología. También se necesitan pausas de dolce far niente para que el cerebro reponga su bioquímica estructural o practicar meditación porque ayuda a vivir y a centrarse en el presente.
2. Aprenda jugando. La mayoría de los especialistas coinciden en que el juego es la mejor forma de aprender. Se pueden desarrollar nuevas destrezas y habilidades de manera lúdica y divertida. Mi amiga Gema se aferró a este punto para avanzar. Se dio cuenta de que su marido y su trabajo eran buenos pero serios y ella quería reírse. Organizó un grupo de cuentacuentos en su hospital y ha apostado por bailar ‘swing’.
3. Persiga sus sueños. Es una etapa para buscar nuevos propósitos, lo que significa conectar con el niño que fue y que alberga sus sueños. Con la experiencia adquirida se pueden desempolvar viejos proyectos, sin obsesionarse. Pedro soñaba muchas noches que veía a alguien cantando en un escenario. Ha montado un estudio en casa y prepara una actuación en su ciudad, compró una casita en Asturias y allí, sin televisión, ha vuelto a hablar con su mujer. Disfrute ahora de su momento de cambio. Ya hablaremos de la crisis de los 60… No se preocupe, ¡no muerde!