¿Sigue existiendo el pasado? - 800Noticias
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En un mundo donde la ciencia y la pseudociencia a menudo se entrelazan, la física teórica emerge como un faro de conocimiento, desafiando las fronteras de nuestra comprensión. Sabine Hossenfelder, con su libro Física Existencial (publicado recientemente por la editorial Pinolia), se embarca en una misión para desmitificar los conceptos más complejos de la física y su relación con las preguntas existenciales que han perseguido a la humanidad desde el alba de Hossenfelder, una investigadora alemana especializada en gravedad cuántica, no solo ha contribuido significativamente al campo con más de ochenta artículos científicos, sino que también ha tomado la iniciativa de llevar la física al público general. Su enfoque es claro: despojar a la ciencia de su jerga y presentarla de manera que todos puedan entenderla y apreciarla.

El libro aborda cuestiones fundamentales como el libre albedrío, la naturaleza del tiempo y la posibilidad de un universo creado específicamente para nosotros. Con un lenguaje accesible y ejemplos cotidianos, Hossenfelder intenta cerrar la brecha entre el conocimiento científico y la curiosidad innata del ser humano por entender el cosmos y nuestro lugar en él.

Adentrándonos en las páginas de Física Existencial, encontramos un relato apasionante que nos invita a cuestionar y explorar. La autora nos guía a través de un viaje que comienza con las partículas subatómicas y se expande hasta el tejido mismo del espacio-tiempo. Y, en esta ocasión, vamos a descubrir en exclusiva un extracto del primer capítulo.

El tiempo es dinero. También se acaba. A menos, posiblemente, que esté de tu lado. El tiempo vuela. El tiempo pasa. Hablamos del tiempo todo el tiempo. Y, sin embargo, el tiempo sigue siendo una de las propiedades de la naturaleza más difíciles de comprender. 

No ayudó que Albert Einstein lo hiciera personal. Antes de Einstein, el tiempo pasaba a la misma velocidad para todo el mundo. Después de Einstein, sabemos que el paso del tiempo depende de cuánto nos movamos. Y aunque el valor numérico que asignamos a cada momento —por ejemplo, las 14:14 horas— es una cuestión de convención y precisión de medición, en la época anterior a Einstein creíamos que tu ahora era igual que mi ahora; era un ahora universal, el tic-tac cósmico de un reloj invisible que marcaba el momento presente como especial. Desde Einstein, el ahora no es más que una palabra cómoda que utilizamos para describir nuestra experiencia. El momento presente ya no tiene un significado fundamental porque, según Einstein, el pasado y el futuro son tan reales como el presente.

Esto no coincide con mi experiencia y probablemente tampoco con la tuya. Pero la experiencia humana no es una buena guía de las leyes fundamentales de la naturaleza. Nuestra percepción del tiempo está determinada por los ritmos circadianos y la capacidad de nuestro cerebro para almacenar y acceder a los recuerdos. Esta capacidad puede servir para muchas cosas, pero para desligar la física del tiempo de nuestra percepción de él, es mejor fijarse en sistemas sencillos, como péndulos oscilantes, planetas en órbita o la luz que nos llega de estrellas lejanas. Es a partir de la observación de estos sistemas sencillos como podemos deducir de forma fiable la naturaleza física del tiempo sin quedarnos atascados por la interpretación, a menudo inexacta, que nuestros sentidos añaden a la física. 

Con información de Muy Interesante

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