Serrat se hace a la mar en Madrid
EFE
Casi 50 años después de fijarlo en una partitura en un hotel de la Costa Brava, Joan Manuel Serrat se ha hecho de nuevo a su mar Mediterráneo en una ciudad sin puerto en pos de una travesía plácida pero emocionalmente intensa que ha recordado por qué sigue siendo el autor más universal de la música española.
El público madrileño, que ya disfrutó de tres conciertos a reventar el pasado verano como parte del ciclo Noches del Botánico, tampoco ha fallado a la cuarta cita de la gira «Mediterráneo da capo» (volver al principio, traducido del italiano), con 12.000 almas llenando esta vez el multitudinario WiZink Center de la ciudad para disfrutar de su álbum más emblemático.
Como en él, Serrat ha optado con la voz aún destemplada por levantar anclas con la gran estrella de la velada, un «Mediterráneo» que, eso siempre, sigue injertado en el ADN de todos los asistentes con su vaivén suave y sus «noches de invierno largas» y sus «atardeceres rojos».
Así ha dado paso a casi dos horas de concierto en las que, en su primera parte, ha desgranado bajo una especie de gran ola de tela (o vela o cola de pez en plena zambullida) las 10 canciones de aquel trabajo del que se cumplen 47 años, «que no 50 como han señalado algunos medios».
«He preferido pasar de convencionalismos, números redondos y otras gaitas por la fragilidad de la vida, que me hace pecar de prudencia y celebrar las cosas por anticipado, que es algo que recomiendo a todos», ha explicado su autor.
No hacía mucho que Serrat había empezado a editar discos en castellano cuando en 1971, tras el gran éxito que ya supuso su musicalización de la obra de Antonio Machado, puso letra y melodía a canciones que fueron rompedoras y que no han hecho sino crecer con los años (hasta una publicación sumamente alternativa como Rockdelux lo distinguió como el tercer mejor álbum en español del siglo XX).
Con «Mediterráneo», en definitiva, los oídos españoles se llenaron de «modernidad» y su piel, hasta la de los meseteños de pura cepa, se volvió sensible a la sal de un mar, que, como recordaba el escritor Rodolfo Serrano, padre de Ismael Serrano, se volvería «el mar de todos», un mensaje conciliador necesario en tiempos de desconexión territorial y sentimental.
De esas aguas han brotado esta noche «Qué va a ser de ti», «Vagabundear» y, sobre todo, la estremecedora levedad de «Barquito de papel» entre susurros y vientos suaves, bien hilada con ese «Pueblo blanco» que, partiendo de mimbres aparentemente semejantes, pierde todo cariz de ingenuidad en versos lapidarios: «Y me pregunto por qué nacerá gente / Si nacer o morir es indiferente».
Con aire bohemio y acordeón ha irrumpido el vals «Tío Alberto», que no era su tío, ha recordado, sino un rico industrial barcelonés llamado Alberto Puig Palau, «mecenas y divertido precedente de la Gauche Divine» catalana de la que fue epicentro Bocaccio, el local del que Serrat robó el taburete que lo acompaña desde siempre. «Yo mismo lo robé», ha revelado entre risas cómplices.
El «noi del Poble Sec» no ha navegado solo en esta travesía plácida impulsada por Ricardo Miralles (piano) al timón, así como por Josep Mas (teclados), David Palau (guitarra), Vicente Climent (batería), Tomás Merlo (bajo y contrabajo) y Uxía Amargós (viola).
Con ellos ha cantado a «La mujer que yo quiero», a una «Lucía» al piano cuya complejidad vocal ha perdido robustez con los años pero que ha ganado en callo emocional, y también «al más famoso de los manchegos (y no me refiero a Iniesta, ni a Almodóvar ni a «Sarita Montiel)», ha bromeado con el «Vencidos» que compuso sobre versos de León Felipe.
Con «Aquellas pequeñas cosas», pequeño en su acompañamiento de viola pero grande en su resultado, y con un bis de «Mediterráneo» más entonado ha puesto fin entre aplausos al primer tramo, antes de dar paso a otras canciones que aluden «a los hombres que cruzan ese mar cada día» y que han ayudado a completar el dibujo.
«El Mediterráneo es nuestra vida y manera de entender las cosas; a mí me lo enseñó todo y yo le escribí alguna canción. Otros lo habían hecho antes», ha apuntado como paso a su interpretación del clásico de Charles Trenet «La mer», que le ha servido para divagar sobre el carácter «andrógino» y poético de ese horizonte líquido.
Y si hay mar, tiene que haber camino y polvo como realidad complementaria, a la que ha dado forma con un «Cantares» que ha puesto al público a corear con fuerza a Machado «verso a verso».
En denuncia del «sarcófago» en el que se ha convertido también el Mediterráneo, con sus inmigrantes a la deriva y sus balsas de plástico, ha interpretado una sentida «Plany al mar», con tiempo aún de cantar como la loa al matriarcado «Menos tu vientre» y «Para la libertad».
Viento en popa a toda vela, Serrat ha llegado a puerto con el «leit motiv» optimista de «Hoy puede ser un gran día», «No hago otra cosa que pensar en ti», «Fiesta» y una «Penélope» que, como a su protagonista, ha dejado al público en pie y a la espera de próximos atraques en la ciudad de su héroe.