Según la OMS, cada año más de 40 millones de niños son víctimas de diversas formas de maltrato
“Si quieres te la regalo”, respondió con sorna la señora a otra que le increpó por el golpe y el empujón que le propinó a la que se supone es su hija, una niña que no pasaba de los 5 años.
El incidente ocurrió en una estación del Metro de Caracas. Una profesora universitaria vio como una mujer maltrataba sin recato a una niña e intervino con una tramoya: “soy fiscal del Ministerio Público y usted comete un delito. Deje de maltratar a la pequeña”, le reclamó frente a otros usuarios del sistema subterráneo.
La madre, sin avergonzarse, terminó de sacudir a la niña y le respondió a la docente “si quieres te la regalo, para que la eduques como te plazca”. Se dio media vuelta y se marchó.
La violencia contra los niños va desde un insulto público y notorio hasta una agresión mayor que conduce a las víctimas a la sala de emergencias de un hospital.
En cualquiera de sus variantes, el maltrato constituye un daño que deja profunda huella en la personalidad en formación de los niños y muchas veces, produce una incapacidad irreversible, definitiva, para funcionar en la edad adulta.
José Francisco, médico pediatra-puericultor, doctor en Ciencias Médicas. miembro de la Academia Nacional de Medicina y profesor de la UCV, refiere que la violencia contra los niños seguramente es tan antigua como la humanidad. Durante milenios se consideró que eran propiedad absoluta de los padres, lo cual permitía tratarlos con violencia, inclusive como una forma deseable de disciplina. Además podían venderlos o abandonarlos sin ser sancionados por esas decisiones. Se aceptaba que los padres, representantes, tutores y maestros aplicaran castigos físicos a sus hijos, representados o bajo su responsabilidad, inclusive respaldados por la ley.
La Organización Mundial de la Salud, que considera “el abuso o maltrato de menores como toda forma de maltrato físico y/o emocional, abuso sexual, abandono o trato negligente, explotación comercial o de otro tipo, de la que resulte un daño real o potencial para la salud, la supervivencia, el desarrollo o la dignidad del niño en el contexto de una relación de responsabilidad, confianza o poder”, determinó que cada año más de 40 millones de niños son víctimas, en el mundo, de diversas formas de maltrato (intrafamiliar, trabajo infra-humano, tráfico, trata, prostitución infanto-juvenil, infanticidio).
Los niños venezolanos, que constituyen cerca de la mitad de la población en el país, también son víctimas de la violencia y testigos de ella en muchos casos. Los más pequeños sufren diversas formas de maltrato, los más grandes ingresan en las situaciones de violencia como víctimas o como agresores.
En realidad, la manifestación del maltrato es tan diversa como escabrosa y en Venezuela se asume con tanta normalidad que no hay cifras confiables actualizadas. “Hay un enorme subregistro, casos que nunca llegan a denunciarse y las cifras reales nunca son divulgadas por los organismos oficiales”, precisó el experto. Lo peor es que se ha vuelto cotidiano y ya nadie parece sorprenderse porque el maltrato suele estar presente en los niños buhoneros; en los que reposan en los brazos de sus madres mientras ellas piden dinero a los transeúntes; en los que prefieren la calle para alejarse de las agresiones cotidianas; en los que se prostituyen; en los trabajadores ilegales; en los niños y jóvenes fuera de instituciones educativas por falta de cupo o por carencia de recursos; en los que viven en el seno de familias disfuncionales, un factor de riesgo para consumo de alcohol y drogas ilícitas así como conducta antisocial; en las niñas que se embarazan cuando aún ni siquiera han iniciado la adolescencia; en los niños sin cédula o sin registro de nacimiento, lo cual los anula como ciudadanos, “ todo esto en violento contraste con el texto de las leyes de protección infantil vigentes en el país, de redacción y contenidos ideales y deseables, pero poco útiles en la práctica ciudadana”, reflexiona Francisco.
En 1962 comenzaron a clasificarse los diversos tipos de maltrato, que inicialmente se limitaban a cuatro tipos principales: físico, psicológico, sexual y negligencia, restringidos al grupo familiar y a otras personas responsables de la atención de los niños. Luego se identificaron otras variantes como prenatal, el síndrome del niño zarandeado o sacudido y el Síndrome de Münchhausen por poder o por delegación, que consiste en la invención o la creación de enfermedades o de lesiones en niños, generalmente pequeños, por parte de un familiar o cuidador, habitualmente la madre. Finalmente, organismos como el Fondo de las Naciones Unidas para la Infancia (UNICEF) y la Convención de los Derechos del Niño (1990), reconocieron por primera vez a los niños como sujetos de derecho.
Mucho ruido pocas nueces
Las primeras acciones de protección a favor de los niños fueron promovidas por los cristianos con la creación de asilos para huérfanos y para niños abandonados. Sin embargo, los movimientos en defensa de los ciudadanos, como la Declaración de los Derechos del Hombre y del Ciudadano de 1789, al inicio de la Revolución Francesa, no incluyeron a los niños. En realidad, la consideración de la violencia contra los niños es relativamente reciente en la historia de la humanidad, reflexiona Francisco.
En 1959 la Organización de Naciones Unidas (ONU), publicó la Declaración sobre los Derechos del Niño. Treinta años después, la misma organización internacional aprobó la Convención de los Derechos del Niño (CDN), de valor internacional, suscrita, prácticamente, por todos los países del mundo, dándole por primera vez en la historia, un sólido respaldo legal a un problema que solo había sido motivo de protección y de recomendaciones.
Venezuela, además de haber respaldado la CDN, la adoptó como ley nacional, seis meses después: (Ley Aprobatoria de la Convención de los Derechos del Niño), complementada en el año 1998, con la Ley de Protección del Niño y del Adolescente (LOPNA), que luego fue reformada en 2007. El Artículo 32 de la LOPNNA establece (versión resumida y abreviada): “Todos los niños, niñas y adolescentes (n.n.a.) tienen derecho a la integridad personal…. integridad física, síquica y moral… no pueden ser sometidos a torturas, ni a otras penas o tratos crueles, inhumanos o degradantes. El Estado, las familias y la sociedad deben proteger a todos los n. n. a. contra cualquier forma de explotación, maltrato, torturas, abusos o negligencias que afecten su integridad personal”.
El Instituto Autónomo Consejo Nacional de Derechos de Niños, Niñas y Adolescentes (IDENNA), fue creado a partir de la reforma, por vía habilitante, de la LOPNA, el 10 de diciembre de 2007, con la apertura de 24 direcciones estadales. En esa misma fecha se eliminaron el Consejo Nacional de Derechos y los Consejos Estadales de Derechos.
Pese a estos esfuerzos se presta poca atención al problema del maltrato en el país. Los maltratos son detectados y reportados solo cuando se producen lesiones muy severas. Se estima que solo se identifica el 10% de los maltratos. En Venezuela, como en muchos otros países, la frecuencia y la incidencia de casos de malos tratos son poco conocidas a pesar de los esfuerzos de organismos como CECODAP y FONDENIMA en Caracas, PANACED en Barquisimeto y San Cristóbal, así como de otras organizaciones similares en todo el país, producto todas ellas, más del esfuerzo privado que del oficial, lo cual debe ser revertido para ampliar la cobertura y eficacia en proporción con la importancia del problema”, refiere Francisco.
Salvo algunas cifras aportadas por el Cuerpo de Investigación de Ciencias Penales y Criminalísticas (CICPC), antes denominada Policía Técnica Judicial (PTJ), no están disponibles los datos oficiales nacionales relacionados con el maltrato de niños.
Apenas hay referencias de investigaciones hechas años atrás. En todo caso, antes y ahora la madre aparece, en 40% de los casos, como la principal agresora, y el padre en el 21%.
Fondenima lo corroboró en una investigación realizada en el período 2000-2009. En ese lapso se atendieron 676 pacientes. 40% de ellos sufrió maltrato tipo físico, 25% de tipo psicológico, 18,5% de tipo sexual, 10,3% de tipo negligencia y 6% de otros tipos. Los principales agresores, en el conjunto de todos los tipos, fueron: la madre en 38%; padre: 29,5%; otro familiar: 13%.
En el año 2010 atendieron 100 casos de maltrato, en 2011 127, en 2012 162, en 2013 89 y en 2014 registraron 108 casos de maltrato.
La identificación temprana y la conducción prudente y adecuada de la investigación son básicos para iniciar su resolución, ya que muy rara vez, se conoce directamente, que se trata de un maltrato, advierte la trabajadora social de Fondenima, Zoraida Garnica.
Mientras que Francisco insiste en el marco legal en un país con profundas debilidades para la aplicación oportuna y adecuada de las normas vigentes. Por ejemplo, es tan limitada la cantidad de médicos forenses a la orden de organismos encargados de corroborar las denuncias y hacer la evaluación correspondiente, que muchas veces, cuando se presenta la víctima, las lesiones ya no están visibles , lo cual afecta la utilidad del expediente. “ La operatividad judicial venezolana actual no es la mejor de nuestra historia, sin embargo, la existencia de las leyes citadas puede permitir que los jueces de la República y demás autoridades involucradas, las apliquen como corresponde, en toda su extensión y sus alcances en defensa y protección de los niños del país y de sus familias. La prevención de la violencia en general y de los maltratos contra los niños en particular, es una tarea de largo aliento en Venezuela y el resto del mundo “.
Qué hacer
Cuando se sospecha la existencia de maltrato de niños en cualquiera de sus tipos, lo más recomendable es consultar a un servicio profesional de pediatría que lo evalúe, refiere Zoraida Garnica, trabajadora social de Fondenima.
En eso coincide la psicopedagoga Doris Gicherman, quien sugiere identificar el grado del maltrato para así proceder a las primeras acciones. Una de ellas es que en la propia escuela detecten que hay señales de maltrato y así tender la mano para brindar atención según sea el caso.
“Para actuar con absoluta responsabilidad, seriedad y compromiso es fundamental el inhibir cualquier impulso de intervención antes de recibir asesoramiento por profesionales o docentes capacitados”, advierte Gicherman.
Por otra parte, es importante creer siempre en lo que el niño manifiesta, contribuir a atenuar el sentimiento de culpabilidad que los menores sienten ante el abuso o maltrato, buscar siempre el asesoramiento de profesionales o docentes capacitados tanto para abordar el tema como para decidir los pasos a seguir, comunicar el hecho a los organismos pertinentes a la brevedad posible.
En casos leves, de los tipos físico, negligencia y psicológico, las Defensorías de Niños, Niñas y Adolescentes pueden orientar el procedimiento a seguir.
Los servicios pediátricos hospitalarios públicos habitualmente tienen experiencia en la conducta que permita atender al paciente, lo cual es obligatorio según los Artículos 48 y 274 de la LOPNNA, así como la participación a las instancias y autoridades correspondientes, según lo señala el Artículo 275 de la LOPNNA. Su incumplimiento está penado con prisión de
tres meses a un año.
La recomendación habitual es hospitalizar el paciente para protegerlo en lo inmediato de nuevas agresiones, completar la investigación médica e informar al Consejo de Protección de Niños, Niñas y Adolescentes, generalmente a través del Servicio Social en cuanto a la preservación de sus derechos y la participación a la Fiscalía de Protección del Ministerio Público para la investigación y procedimiento legal de los delitos que se sospechan, incluida la participación de los médicos forenses cuando es requerida. Las lesiones físicas las resuelven los especialistas del área lesionada, (equipo médico-quirúrgico). Igualmente importante es la participación de los servicios de Psiquiatría infanto-juvenil y de Ginecología infanto-juvenil. Es obvio que los mejores resultados en este tipo de actividad es la
participación en equipo, preferiblemente transdisciplinario, estrategia en la cual cada especialista tiene conocimientos básicos de las demás especialidades para que puedan analizar mejor, preferiblemente reunidos, las complejas situaciones que se observan en relación con el maltrato de niños.
Un ciclo que no termina
El maltrato se encuentra entre las más importantes causas de secuelas psicológicas, con el agravante de que en una proporción muy elevada no es diagnosticado oportunamente, por lo cual la víctima no recibe tratamiento. Sin embargo, hay algunas señales que pueden alertar a padres o a maestros, advierte Doris Gicherman: el niño muestra repentinos cambios en el comportamiento o en su rendimiento habitual; presenta problemas físicos o médicos que no reciben atención de sus padres; muestra problemas de aprendizaje que no pueden atribuirse a causas físicas o neurológicas; siempre está a la expectativa, como preparado para que algo malo ocurra; se evidencia que falta supervisión de los adultos; es sumamente hiperactivo o por el contrario excesivamente responsable; llega temprano al colegio y se va tarde o no quiere irse a su casa; el ausentismo escolar debe observarse. La crianza negligente, otra forma de maltrato, provoca accidentes, enfermedades prevenibles por vacunas, talla baja, además de poca autoestima por la falta de afecto que generalmente acompaña al niño. Es bien conocido el hecho de que los sobrevivientes del maltrato, que no son tratados adecuadamente son, con mucha frecuencia, cuando llegan a adultos, padres maltratadores y personas con graves conflictos emocionales. De acuerdo con la Organización Mundial de la Salud todas las formas de maltrato producen en los niños daños de diferente gravedad e intensidad pero que afectan invariablemente a su desarrollo psicoafectivo y a su salud. El niño crece en la familia y es con ésta con quien va a desarrollar sus primeras relaciones, donde construye el sentido de sí mismo y donde aprende acerca de la confianza y seguridad en las relaciones interpersonales. Si las relaciones en esta etapa de la vida fallan y se ve afectado por los diferentes tipos de malos tratos esto condiciona la forma de relacionarse .
El desarrollo de la personalidad depende en gran medida y queda determinada si se sufre algún tipo de maltrato durante la infancia..
Los niños criados en hogares donde se los maltrata suelen mostrar desórdenes postraumáticos y emocionales. Muchos experimentan sentimientos de escasa autoestima y sufren de depresión y ansiedad por lo que suelen utilizar el alcohol u otras drogas para mitigar o calmar su malestar psicológico y emocional.
Así mismo los niños que han sido víctimas de malos tratos o de abandono y falta de cuidados pueden presentar más tarde problemas conductuales significativos, inestabilidad emocional, depresión y tendencia a ser agresivos o violentos con los demás. La baja autoestima se manifiesta en todas las personas que sufren de algún tipo de maltrato e incide directamente sobre el rendimiento escolar; hay problemas de identidad y tienen mucha dificultad en el manejo de la agresividad.
La conducta problemática del niño puede continuar mucho tiempo después de que hayan cesado los malos tratos o el abandono, incluso en la vida adulta. Para muchos niños que han sufrido de maltrato, la violencia del abusador se transforma en normalidad. Crecen pensando y creyendo que la gente que lastima es parte de la vida cotidiana; por lo tanto este comportamiento se vuelve «aceptable» y el ciclo del abuso continúa cuando ellos se transforman en padres que abusan de sus hijos y estos de los suyos, continuando así, muchas veces el ciclo por generaciones.
Recuadro: El buen trato
Es muy importante y fundamental que los niños reciban afecto continuo de sus padres y familiares. Con amor se creará una atmósfera de seguridad que es indispensable para su desarrollo emocional.
De acuerdo con la trabajadora social Rosa Devesa, del Hospital de Niños J.M. de Los Ríos, en la cultura venezolana está arraigado el concepto de que “maltratar es una forma de disciplinar”, corregir con golpes “es la mejor manera de arreglar a los muchachos”.
Frente a estos dichos y creencias, no queda otra cosa que instruir a los padres, representantes, cuidadores y sociedad en general, sobre la verdadera disciplina, la cual no tiene nada que ver con el maltrato.
Solo a través del reconocimiento y la preparación como padres es que se puede parar el patrón de repetición de maltrato, lográndose modificaciones en la forma de ejercer autoridad, porque negar la violencia no la previene.
El documento de la Organización Mundial de la Salud denominado Carta de Ottawa contiene una serie de recomendaciones para el logro de una vida saludable. En este sentido, la divulgación de las virtudes del “buen trato” como acción preventiva es muy lógica, pues actuaría como una “vacuna social”, refiere el médico pediatra José Francisco.
Sin embargo, una vez que el maltrato se produce, la prevención obliga al diagnóstico temprano y a la aplicación de medidas terapéuticas oportunas y eficaces en las áreas biológica, psicológica y social, tanto a la víctima como al agresor. La existencia de leyes e instituciones que faciliten la investigación de las diversas formas de maltrato de niños y que sancionen adecuadamente las faltas, no son suficientes, si las familias y los servicios de educación y de salud, no los detectan a tiempo y muy especialmente cuando diagnosticados y denunciados, no son sancionados debidamente y rehabilitados, tanto las víctimas como los agresores.