Los robots que negocian acciones en la bolsa
Hace diez años, John Coates era un operador de bolsa en Wall Street.
Hoy es neurocientífico en la Universidad de Cambridge (Reino Unido) e invierte sus días supervisando el comportamiento de los operadores –traders- para descifrar qué los motiva.
«Hay pruebas simples que uno puede hacer. Al ver una luz verde, hacer clic con el ratón. Lo más rápido que una persona puede hacerlo es en entre 100 y 120 milisegundos. Cualquier proceso cognitivo básico, entender algo, puede demorar entre 200 y 300 milisegundos.
«El problema es que las ‘cajas’ (computadoras), la última vez que miré, estaban procesando una operación en 10 milisegundos, y hoy en día creo que tendríamos que hablar de millonésimas de segundo».
Las «cajas» de las que habla Coates son los operadores robot: equipos que toman sus propias decisiones sobre cuándo comprar y vender, pero mil veces más rápido que cualquier humano.
Cuando usted piensa en un mercado bursátil en Londres o Nueva York, tal vez se imagina un enjambre de hombres sudando y abriéndose paso a codazos, marcando números como locos para transmitir órdenes frenéticas.
Es una imagen popularizada por la comedia «Trading Places» en los ’80. Pero esa imagen tiene 30 años de atraso.
Porque lo cierto es que el comercio financiero ha experimentado una revolución similar a la conquista de las tiendas por parte de Amazon. Toda la acción real se ha trasladado al ciberespacio.
Ahí es donde la Bolsa de Nueva York ha puesto en marcha un vasto sistema de operaciones electrónicas que ocupa cuatro hectáreas, con filas y filas de servidores.
Y los servidores de las empresas que usan operadoras robot ocupan muchas más hectáreas.
El comercio informatizado es un mundo intrínsecamente secreto.
Las compañías de comercio exterior mantienen un férreo control de sus estrategias comerciales, sus empleados y sus códigos informáticos (o algoritmos).
De lo contrario un rival podría entender sus patrones de comercio tremendamente complejos, aunque totalmente automatizados, y luego copiarlos, o lo que es peor, engañar a sus equipos y mover a su antojo millones de dólares.
«Eunucos del Universo»
Remco Lenterman, director de una de esas empresas, IMC, en los Países Bajos, está tratando de echar luz sobre las sombras que rodean a este negocio.
Explica: «En los viejos tiempos, hace 10 años, una mesa de operadores de capital en un banco de inversión tenía entre 80 y 100 personas. Hoy quedan unos ocho.
En otras palabras, los icónicos operadores del pasado – los «amos del Universo» ridiculizados por el escritor estadounidense Tom Wolfe en «La hoguera de las vanidades» – han sido desplazados por los «quants» –analistas cuantitativos- , los cerebros nerds que diseñan y ejecutan programas de ordenador.
En una posdata reciente a su novela, escritao para el Daily Beast, Tom Wolfe lamentó la mutilación de sus antihéroes, y les cambió el nombre por «Eunucos del Universo».
Empresas como la de Lenterman hacen su dinero obteniendo un pequeño margen de beneficio en volumen colosal de operaciones de compraventas a una velocidad apabullante.
Los operadores de algoritmos utilizan estrategias muy diferentes. Pero todos comparten la necesidad de identificar las oportunidades comerciales: detectar las fugaces diferencias entre el precio de mercado disponible y el precio que la máquina considera que debería ser y reaccionar lo más rápido que nadie.
Se llama la «carrera hacia cero» y ha generado inversiones por miles de millones de dólares gracias a computadoras más rápidas, más inteligentes y con las conexiones lo más rápidas posibles.
En las bolsas de valores en todo el planeta los operadores pagan altas sumas por «relocalizar» sus servidores directamente adonde se producen las transacciones.
Y cientos de millones se gastan en la construcción de cables más directos para acortar, por unas fracciones de segundo, el tiempo que se tarda en transmitir órdenes entre los grandes polos comerciales del mundo: Londres, Nueva York, Chicago y Tokio.
Todo esto puede parecer un poco irracional, en momentos en que los gobiernos de Estados Unidos y Reino Unido intentan reunir dinero para mejorar la infraestructura para transportar seres humanos de un lugar a otro.
Papa caliente
Existe, sin embargo, un lado oscuro en esta carrera por informatizar.
Por ejemplo, puede haber accidentes.
En agosto pasado, la firma financiera de alta tecnología Knight Capital quedó al borde de la quiebra por un algoritmo que se volvió loco y generó más de US$440 millones de pérdidas en sólo 45 minutos antes de que lo desactivaran.
Quizás el más famoso accidente fue el ya mítico «Flash Crash», ocurrido en el Dow Jones de Nueva York el 6 de mayo de 2010 a las 14:45.
En pocos minutos, la Bolsa de Valores de Nueva York cayó y de inmediato se recuperó. Las acciones de algunas empresas, como la consultora Accenture, cayeron a una fracción por encima de cero, mientras que las de Apple treparon a US$100.000.
Meses después, nadie podía explicar qué había salido mal.
La investigación oficial del regulador de EE.UU. dijo que había sido provocado por una sola orden, hecha por una institución grande, con una estrategia de negociación algorítmica.
Pero lo que empeoró las cosas fue el efecto «papa caliente»: en medio de la confusión, uno a uno, los operadores robot salieron corriendo y los ordenadores de la bolsa quedaron sobrepasados.
Los nuevos operadores algorítmicos también han sido acusados de conductas infames propias de las viejas épocas.
Eric Hunsader, de la firma de análisis de datos Nanex, dice que versiones más pequeñas del Flash Crash suceden muchas veces al día debido a acciones individuales, y alega que una gran parte de ellas se debe a la manipulación directa.
Extraño y maravilloso
Hunsader elaboró gráficos que muestran el comportamiento extraño y maravilloso de los mercados, en el que las computadoras tratan de ser más astutas que las demás, generando rápidamente y luego cancelando miles de operaciones por segundo.
«Permitimos que las personas que tienen una conexión más rápida puedan colocar y retirar las ofertas o licitaciones más rápido que lo que la velocidad de la luz puede entregar esa información a los demás participantes del mercado», explica.
Y no es el único preocupado de que algunos operadores informáticos no sean nada buenos.
«Por desgracia, los mercados por naturaleza permiten que siempre pueda haber actividades abusivas y con las operaciones tan rápidas, esto puede ocurrir muy, muy rápido», dice Martin Wheatley, director de la Autoridad de Conducta Financiera creada recientemente en Reino Unido.
«Francamente, para el regulador, es un problema estar tratando de escoger entre la gran cantidad de transacciones aquellos datos que puedan ser potencialmente abusivos», admite.
Fuente: BBC