Llega Xbox One
Sale hoy a la venta en EE UU y doce países europeos, entre ellos España. Su antecesora, la 360, ha sido el mayor éxito de Microsoft en la última década, con 80 millones de unidades vendidas, y también su bote salvavidas ante el difícil encaje que está teniendo Windows en teléfonos y tabletas. La Xbox One es la primera consola que busca al mismo tiempo gobernar el mercado del videojuego y revolucionar el ocio frente al televisor. Ahí es nada. El desafío es derribar la frontera del jugador tradicional en busca de una audiencia más global. Solo en España, Microsoft se gastará 20 millones de euros en la campaña de lanzamiento.
Xbox One atesora un ADN mucho más complejo que el de una simple consola, y eso se nota desde el mismo instante en que la encendemos. Una cascada de aplicaciones para navegar, ver televisión, reproducir música, conversar por Skype o hacer ejercicio ocupa casi más espacio que el destinado a los juegos. La cámara Kinect, que ya se vendía como un periférico para la 360, esta vez ostenta un lugar privilegiado, siendo la puerta de entrada a la experiencia multimedia que ofrece One. Como si se tratara de la película Minority Report, Kinect usará su capacidad de reconocimiento facial para registrar la identidad de hasta seis jugadores en una misma consola, cada uno de los cuales podrá configurar el menú de inicio a su gusto. A partir de entonces podremos usar nuestra voz o sencillos gestos con las manos para encender y apagar la consola, navegar por los menús, iniciar un juego o charlar con alguno de nuestros contactos.
El inconveniente es que Kinect solo entenderá ciertas órdenes en castellano, con la promesa de Microsoft de que en unos meses no será necesario recurrir al inglés para dialogar con ella. Tanta innovación tiene un coste, ya que la incorporación de este periférico ha incrementado el precio de la consola, que saldrá a 499 euros frente a los 399 de su rival Playstation 4, que debuta una semana después, eso sí, sin cámara.
A la espera de la televisión integrada
El afán de Microsoft de dotar a One de multitud de servicios está detrás de otra de las grandes novedades, la multitarea o posibilidad de tener abiertas varias aplicaciones al mismo tiempo sin que el rendimiento de la consola parezca resentirse. Así, podremos participar en una vídeollamada multitudinaria por Skype y al mismo tiempo dirigir nuestra centuria romana a una muerte segura en Ryse, Son of Rome uno de los juegos que la acompañan. Incluso podremos ver la televisión y jugar a la vez (si es que somos capaces).
La oferta de canales de televisión en España no es la misma, por desgracia, que en EE UU, donde plataformas como Netflix o HBO ofrecerán desde el inicio miles de películas y series. Aquí solo podremos ver Eurosport, Gol Televisión, RTVE, Youtube y Wuaki.tv a la espera de la más que probable irrupción de Canal+. La consola tiene una entrada HDMI preparada precisamente para integrar la señal de televisión por cable o satélite. En la práctica, esto permitirá algo surrealista: reproducir juegos de Playstation 4 en la One. Siempre y cuando tengamos ambas consolas en el mismo sitio y conectadas, claro.
One también cuenta con su ración de aplicaciones para los jugadores más empedernidos. La más espectacular es Game DVR, que permite grabar los cinco últimos minutos de partida, editarlos a nuestro gusto y presumir de nuestras gestas en Twitter, Facebook o Youtube. A diferencia de lo que sucede con WiiU y PS4, en Xbox One no podremos jugar de forma remota usando un segundo dispositivo. Es decir, será imposible continuar la partida en otra habitación de la casa donde no esté el televisor, aunque sí podremos convertir un móvil o una tableta en una segunda pantalla con la aplicación Smartglass para consultar mapas o guías y seguir la actividad de nuestros amigos.
Potencia gráfica y juegos exclusivos
El arsenal de juegos exclusivos también es potente. Algunos como Forza Motorsport 5, Ryse y Dead Rising 3 están disponibles desde el primer día, mientras que el deslumbrante Titanfall o la nueva aventura galáctica de Halo, estandarte y emblema de Xbox, despuntan en el horizonte más inmediato. El avance gráfico es incontestable, con efectos visuales similares a los de un PC de altísima gama, pero no hay nada más (al menos por el momento) que sorprenda al jugador más avezado. Ningún título supone una vuelta de tuerca sobre los géneros ya conocidos y sobreexplotados estos últimos años. A excepción del exótico Zoo Tycoon, donde los animales parecerán querer salir de la pantalla. La conducción, el deporte y los simuladores bélicos copan el menú de salida.
Microsoft pretende captar al jugador veterano y después crecer hacia un entretenimiento más social y casual. Y ahí juega un papel clave el juego independiente, que Xbox intentará potenciar dando libertad total para que los estudios pequeños puedan publicar directamente en su plataforma, con una filosofía que se inspira en Steam y el AppStore de Apple.
El juego en red ya fue una de las señas de identidad de la anterior generación, pero en esta Microsoft promete llevarlo a otro nivel de complejidad. La conexión seguirá costando 60 euros al año, pero a cambio Microsoft eleva a 300.000 los servidores dedicados e incorpora el servicio de la nube Xbox Live Compute, al que tendrán acceso todos los desarrolladores para optimizar sus juegos, añadiéndoles mejoras gráficas y también de contenido. La nube también será muy útil para que los jugadores tengan más espacio donde guardar sus progresos. Algo que se antoja imprescindible a medio plazo, ya que los 500 GB de disco duro de la máquina se quedan cortos porque la mayoría de juegos exigen una instalación obligatoria de al menos 20 gigas.
Muchas son las virtudes del nuevo hardware, pero también esconde alguna que otra sombra. La Xbox One que sale hoy a la venta no es la misma que se presentó a bombo y platillo en mayo. Ha sufrido un profundo proceso de revisión por las dudas que despertó su entusiasta apuesta por Internet, que obligaba a conectar la máquina a diario, y el cerrojazo a los juegos de segunda mano en favor de las descargas digitales, lo que dejaba en segundo plano el juego en soporte físico, elemental en el éxito de las consolas tradicionales. Un mensaje que se interpretó como un guiño a los grandes estudios, felices por poner coto de una vez a la piratería, pero como un desprecio al jugador más fiel. Microsoft no tuvo más remedio que rectificar. El cambio de política debilitó a la compañía de Redmond y sembró la duda de si sabe exactamente qué busca el jugador actual.
Microsoft ha desarrollado Xbox One pensando en que tenga una vida útil de 10 años. Podría ser mucho tiempo para un mercado que evoluciona a un ritmo vertiginoso. Y es que tanto esta consola como la nueva Playstation 4 (a la venta en España dentro de una semana) se enfrentan a una incertidumbre que nadie puede resolver aún. La nueva generación podría acabar jugándose en otras plataformas y, quizá, ni frente al televisor.