‘Nadie debería morir por una picadura en el siglo XXI’ - 800Noticias
800Noticias
Salud

Malaria, dengue, Chagas, Chikunguya, fiebre amarilla… La globalización, el cambio climático, la urbanización o la contaminación ambiental les están facilitando el trabajo a los organismos que causan algunas de las principales enfermedades transmisibles del planeta. A estos vectores-mosquitos, chinches, caracoles o garrapatas- dedica este año la Organización Mundial de la Salud (OMS) el Día Mundial de la Salud que se celebra en todo el mundo el 7 de abril bajo el lema ‘Pequeña picadura, gran amenaza’.

Sólo en 2010, la malaria causó 660.000 muertes en todo el mundo, en su mayoría niños africanos, la población más vulnerable a esta enfermedad; mientras el dengue ha multiplicado por 30 su incidencia en los últimos 50 años y amenaza ya al 40% de la población mundial (unos 2.500 millones de personas). En total, la OMS calcula que este tipo de enfermedades provocan al año más de mil millones de nuevos casos y más de un millón de muertes, sobre todo entre las poblaciones más vulnerables, sobre todo niños.

«Ahora hay mucha gente pensando cómo actualizar los Objetivos del Milenio [cuyo plazo se cumple en 2015] cuando la realidad es que muchos de los actuales no se han cumplido aún», señala a EL MUNDO Rafael Vilasanjuan, director del think tank del Instituto de Salud Global de Barcelona http://www.isglobal.org/. Y uno de esos retos pendientes es la mortalidad infantil, «sobre todo si tenemos en cuenta que cinco de las más de seis millones de muertes de niños menores de cinco años se deben a causas evitables. Y la malaria es la principal de ellas», señala Vilasanjuan.

En la propagación de enfermedades como la malaria juega un papel clave el cambio climático, como coincide su colega Antonio Daponte, director del Observatorio de Salud y Medio Ambiente (Osman) de la Escuela Andaluza de Salud Pública. «Éste es -probablemente- el mayor desafío para la salud pública en los próximos años y lo es, en gran medida, por su influencia en los ecosistemas que provocan cambios en los organismos vivos -como virus o bacterias- que afectan a la salud de las personas».

De hecho, la OMS advierte de que el cambio climático, los cambios medioambientales, el aumento de los viajes y el comercio internacional, la urbanización no planificada o la alteración en las prácticas agrícolas está detrás de este repunte de las enfermedades infecciosas. «Nadie en el siglo XXI debería morir por la picadura de un mosquito», ha dicho gráficamente Margaret Chan, directora general de la OMS. Y quien dice mosquito, dice larvas, moscas, garrapatas y otro tipo de vectores transmisores de infecciones.

«El aumento de las temperaturas se relaciona con el incremento de tempestades, inundaciones y lluvias torrenciales que favorecen la multiplicación de los mosquitos y otros vectores que transmiten enfermedades como la malaria o el cólera», apunta en la misma línea Vilasanjuan; «pero al mismo tiempo el frío y el aumento de las heladas puede provocar el descenso de otras infecciones. Hay mucha ciencia tratando de relacionar cambio climático y problemas de salud, pero aún queda mucho por hacer».

Pero más allá de las infecciones, el cambio climático se combina también con la contaminación atmosférica para agravar otros problemas de salud en la población que vive en entornos urbanos, «y en el futuro la gran mayoría de la humanidad vivirá en grandes urbes», recuerda Daponte.

De hecho, ya hay líneas de investigación abiertas que tratan de relacionar la contaminación ambiental con patologías como la obesidad, la diabetes o la hipertensión y no únicamente patologías respiratorias, como se podría pensar inicialmente. «Las partículas que respiramos, según el tamaño que tengan, pueden entrar fácilmente en el torrente sanguíneo y reaccionar químicamente con la frecuencia cardiaca, la tensión arterial o los sistemas de coagulación».

A juicio de este especialista en salud pública, uno de los problemas añadidos a este escenario es que no existe un sistema mundial de gobernanza que permita tomar medidas para frenar estos daños a nivel mundial. «Las estrategias nacionales están destinadas necesariamente a fracasar», sentencia.

Que la globalización afecta a la salud es ya una realidad cuando se observan las tasas de diabetes u obesidad en países en desarrollo, ajenos hasta hace unos años a patologías consideradas netamente ‘occidentales’. «El problema es que a medida que los países se van desarrollando, copian exactamente el mismo sistema socioeconómico que Occidente, también con nuestros errores», apunta Daponte. Esa occidentalización explicaría que accidentes de tráfico o patologías cardiovasculares sean ahora comunes «en sociedades en las que hace sólo una generación pasaban hambre».

Las predicciones apuntan a que en 2050 los 7.000 millones de habitantes que componen la población mundial podrían crecer hasta los 11.000 millones, «con el incremento más significativo en África y Asia», recuerda por su parte Vilasanjuan, convencido de que una reducción de las tasas de mortalidad infantil se traduciría en una demografía más estable: «Está demostrado que los índices de mortalidad infantil se relacionan con un mayor número de hijos por familia, porque los padres no tienen la seguridad de si sus hijos van a vivir».

«Estamos acumulando mucha evidencia científica, hay millones de personas trabajando en este campo y sabemos dónde apuntar, pero no vemos que ese conocimiento científico se traduzca en normas o valores», añade el experto de la Escuela Andaluza. A su juicio, demasiado a menudo, intereses políticos y económicos «frenan cambios positivos para la salud», y cita como ejemplo el uso extendido del bisfenol A durante años, pese a sus conocidos riesgos para la salud. «En salud ambiental estamos acostumbrados a trabajar a la contra, con un esfuerzo enorme por divulgar la información mientras desde ciertos estamentos se niega la evidencia», reconoce.

Fuente: EL MUNDO

 

Suscribir vía Telegram

Deje un comentario

Lea también

Síguenos por @800noticias