En Venezuela, la cifra de asesinatos supera incluso a la de México
«¿Tiene que morir Mónica para que todo el mundo sepa que no podemos andar en las calles? Tenemos miedo.» Mary Spear, tía de la antigua reina de belleza y popular actriz de telenovela enterrada ayer en Caracas, representó con sus palabras a un país que vive asustado.
Y no es para menos. Al asalto criminal que acabó con la vida de una joven que ya es símbolo de la lucha contra la violencia se le suman nuevas víctimas sin cesar. Sólo en Caracas, en las últimas horas, dos policías fueron asesinados, mientras que un adolescente, estudiante de bachillerato, perdió la vida a dos cuadras del Palacio de Miraflores. Acababa de salir de la peluquería.
Al mototaxista Wilfred Juárez le dispararon en la frente para robarle. Y a Eliana Blanco la mató «el Firi», un tipo que la pretendía y que estaba bajo régimen de presentación en un tribunal. De regalo se llevó su celular. Los cadáveres de todos ellos pasaron por la morgue de la capital, que en lo que va de año ya vio llorar a más de 120 familias.
Las cifras demuestran que el miedo no es, ni mucho menos, gratuito. El año pasado murió de forma violenta un venezolano cada veinte minutos , hasta sumar casi 25.000 víctimas, según el Observatorio Venezolano de la Violencia (OVV). Desde que llegó el fallecido mandatario Hugo Chávez al poder en 1999, son 200.000 las personas que murieron en circunstancias parecidas.
Se trata de cifras que el gobierno no reconoce, empeñado en ocultarlas, en censurar y perseguir a las ONG y a los medios de comunicación que dan luz entre las tinieblas. Incluso en las últimas horas, el presidente Nicolás Maduro volvió a criticar a los medios: «Es un tratamiento morboso para tratar de convertir el caso Spear en una novela morbosa, para destruir a Venezuela». El padre de la actriz, en cambio, aplaudió la cobertura periodística.
Primero Chávez y ahora Maduro se justificaron acusando a los «antivalores del capitalismo», a las películas y las series «del imperio», a Superman o el Hombre Araña. Incluso amparándose en el viejo dicho «mal de muchos, consuelo de tontos».
En parecidos términos compareció ayer el ministro de Turismo, Andrés Izarra, antiguo hombre fuerte de TeleSur, que pasó a la pequeña historia del chavismo gracias a sus estruendosas carcajadas cuando debatía en CNN sobre seguridad con el profesor Roberto León Briceño, director del OVV.
«La inseguridad no es un problema exclusivo de Venezuela», repitió Izarra, tan evidente que cae por su peso. En 2013, la vecina Colombia sufrió 14.000 muertes violentas, 10.000 menos que Venezuela pese a ser un país más poblado (18 millones más) y pese al conflicto armado con las guerrillas.
La comparación con México, pese a las decapitaciones y a los excesos del narcotráfico, sonroja más aún al oficialismo chavista: 17.000 homicidios el año pasado en el país azteca, incluidos los ocurridos en el enfrentamiento directo del ejército con los carteles de la droga. Y con una población cuatro veces mayor que la venezolana: 120 millones de habitantes frente a 30 millones.
Los detalles que se van conociendo en las últimas horas airean, aun más si cabe, la deriva de Venezuela en su lucha contra la inseguridad.
La banda de delincuentes, bautizada Los Sanguinarios del Cambur, y que mataron a Spear, actuaba con total impunidad en la ruta Puerto Cabello-Valencia desde hace cuatro años. Incluso fue un grupo de vecinos el que capturó a parte de sus miembros tras conocer el crimen que habían perpetrado.
Entre los siete detenidos se destaca Adolfo Rico, «el Adolfito». Con 26 años, llevaba desde los 14 delinquiendo. Experto en salir y entrar de la cárcel, con 18 años ingresó en el ejército para huir de la policía. A las pocas semanas desertó y se llevó un fusil automático de su cuartel.
De nuevo detenido en 2010, sólo pagó con tres meses de cárcel en Tocuyito para proseguir su carrera a la fama delictiva. Ayer encaró por décima vez a un tribunal de justicia.
Fuente: EL NACIONAL
