En las barriadas de Caracas, militantes mantienen a raya las protestas
CARACAS, (AFP) – La voz de Hugo Chávez atruena por unos altavoces en una barriada al oeste de Caracas, un recordatorio diario de que éste sigue siendo territorio del fallecido líder, inmune a las protestas del acomodado este.
Los gritos del comandante de «¡viva la revolución!» resuenan por la colina del barrio 23 de Enero, conocido como bastión de los «colectivos», grupos de organizaciones comunales totalmente fieles al gobierno chavista.
Los estudiantes y los activistas de la oposición que se han manifestado durante el último mes contra el sucesor que Chávez eligió a dedo, el presidente Nicolás Maduro, no se han atrevido a protestar aquí.
Los «colectivos» dicen que su papel es garantizar la seguridad en sus calles y completar la misión de Chávez: limpiar sus barrios, organizar eventos deportivos para niños y promover programas sanitarios y educativos.
Pero los manifestantes ven algo más siniestro detrás de estos grupos a los que acusan de enviar motociclistas armados para provocar el caos en las protestas, que han supuesto el mayor reto que ha enfrentado Maduro en los casi once meses que lleva en la presidencia.
«Están satanizando a los colectivos porque ellos quieren acabar con los colectivos que están impulsando el proceso (revolucionario)», dijo Mauricio Urbina, un fornido empleado municipal de 49 años y coordinador del colectivo La Libertad.
Al menos 18 personas han muerto en enfrentamientos violentos durante las protestas que comenzaron el pasado mes de febrero, entre ellas un hombre de 51 años que era miembro de uno de esos colectivos.
«Si ellos (el Gobierno) quieren paz, por qué envían colectivos», se pregunta Miguel Rodríguez, un estudiante de derecho de 21 años que forma parte del grupo central de manifestantes que han enfrentado casi a diario a la Policía anti-disturbios en el acomodado distrito de Chacao.
«El pobre celebra, el rico protesta»
En la capital la división ideológica es también una división geográfica entre el este y el oeste. La desafiante clase media a un lado, las barriadas socialistas al otro.
Mientras los manifestantes radicales se enfrentaron con la Guardia Nacional en el aniversario de la muerte de Chávez, los residentes en la barriada 23 de Enero lanzaron el miércoles fuegos artificiales y volaron cometas en honor a su «comandante eterno».
«El pobre está celebrando y el rico está protestando», dijo Urbina, ataviado con una gorra negra con una estrella roja.
No obstante, los líderes de los colectivos reconocen que su omnipresencia en las barriadas evita que cualquier opositor al gobierno se atreva a manifestarse.
«Estos son sectores que apoyan en su mayoría al gobierno revolucionario», dijo Urbina. «Nosotros paramos, decimos nuestra cosa y, bueno, la gente dice ‘somos minoría, no salgo'».
El líder opositor Henrique Capriles, quien perdió el año pasado las elecciones presidenciales por un escaso margen, dijo que el movimiento de protestas no forzará ningún cambio político mientras los pobres del país permanezcan en sus casas.
Deseo de paz
Los colectivos nacieron años antes de que Chávez fuera elegido presidente por primera vez en 1998, con un discurso en contra del bipartidismo de los años 70 y 80.
Ellos supervisan ahora sus propias zonas y ayudan en los programas sociales del Gobierno financiados con los ingresos del petróleo, desde centros gratuitos sanitarios atendidos por médicos cubanos a proyectos de educación y actividades deportivas.
La policía municipal raramente se aventura dentro de la barriada. Los colectivos están allí a cargo de la seguridad, aunque insisten en que dejaron de utilizar armas hace tiempo para proteger a su comunidad.
«La única arma que tenemos es la constitución», dijo Keyvins Tablante, de 27 años, un organizador del colectivo Salvador Allende, que realiza cometas al lado de dos campos de béisbol que están siendo renovados con césped artificial.
«Nosotros trabajamos por la paz, por la comunidad, para el rescate de espacios. Los colectivos hemos demostrado que no somos violentos», dijo en frente del cuartel de la Montaña donde están los restos de Chávez en una tumba de mármol.
Sin embargo, el grupo llamado La Piedrita es conocido por portar armas. Miembros de La Piedrita declinaron ser entrevistados. El territorio de La Libertad está justo debajo de La Piedrita.
El grupo de Urbina vigila un edificio de apartamentos con enormes murales de Chávez y el revolucionario argentino Che Guevara, con cámaras de circuito cerrado desde la azotea.
Al lado de un parque donde hay niños jugando al fútbol, Urbina abre la puerta a una habitación con pantallas planas de televisión y un ordenador que muestra imágenes en directo de las calles y las aceras.
Cuando ven que hay problemas, dicen que intervienen tratando de «mediar» entre el asaltante y la víctima, o entregando al sospechoso a la Guardia Nacional.
«Cuidan la zona, andan vigilando, asegurando que no se vendan drogas», dijo Irma Reyes, una madre de cuatro hijos, de 49 años, que pasea por el vecindario Plaza Bolívar.
«Aquí estamos organizados. Queremos la paz, queremos armonía», asegura.