La iglesia de Tacloban sirvió de refugio en la tormenta - 800Noticias
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TACLOBAN, (AFP) – Aun cuando sufrió muchos daños la Iglesia del Santo Niño, una edificación que data de hace 124 años, sigue en pie entre las ruinas de la parroquia golpeada por el tifón, sirviendo de refugio espiritual y físico para su devota y traumatizada comunidad.

En los peores momentos del tifón que devastó a la ciudad filipina de Tacloban la semana pasada, 250 hombres, mujeres y niños se refugiaron en esta iglesia católica.

Cuando las aguas comenzaron a subir el padre Oliver Mazo, de 37 años, los condujo a los estrechos aposentos del segundo piso.

«Bendije el lugar y todos nos apiñamos allí», contó el sacerdote a la AFP.

«El viento era devastador, realmente terrible y podíamos oír los árboles caer y estrellarse contra las paredes. Mucha gente gritaba», agregó.

«Afortunadamente, todos los que estaban aquí se salvaron, y creo que lo que nos salvó fue nuestra plegaria», dijo.

Filipinas es el país católico más importante de Asia, con 80% de fieles de un total de 100 millones de habitantes.

Después de la tormenta que destruyó sus hogares y sus medios subsistencia, causando miles de muertos, muchas personas en Tacloban se han acercado a la iglesia en busca de consuelo.

La luz del sol se cuela por los agujeros del techo causados por la tormenta mientras hombres y mujeres trabajan para limpiar el barro y los escombros regados por el suelo de la iglesia.

Trabajan en torno a los parroquianos arrodillados y rezando el rosario, orando por el alma de los que murieron y agradeciendo por los que sobrevivieron.

Mazo reconoció que para algunos la destrucción causada por el tifón ha puesto a prueba su fe.

«Le he dicho a la gente que no se desesperen, porque hay razones para que esto haya ocurrido», aseguró.

«No cuestionamos la voluntad de Dios ni pensamos que quienes murieron eran pecadores, simplemente les había llegado su hora».

Amadeo Alvero, otro sacerdote de la parroquia, recuerda el horror que observó cuando recorría las calles de Tacloban poco después de la tempestad. Vio cuerpos flotando o entre los escombros, heridos sin esperanza ante la falta de ayuda médica y sobrevivientes conmocionados, mudos por lo que acababa de ocurrir.

«Intenté bendecir a los muertos y a los agonizantes, pero había demasiados», dijo Alvero.

«Este tipo de catástrofes lleva a cualquier persona hasta sus límites espirituales y psicológicos, e igual le ocurre a la gente de aquí, especialmente para quienes son muy religiosos y creen en los más profundo de ellos que los buenos deberían salvarse», añadió.

Una gran parte del techo de la iglesia fue arrancado por el tifón pero la estructura de madera sobre la cual reposaban las tejas resistió.

Desde hace generaciones la Iglesia del Santo Niño está en el centro de la vida de esta comunidad católica. «Vengo aquí todos los días desde que era una niña», cuenta Lucrecia Cinco, de 75 años.

«¿Me pregunta si creo en Dios? Sí, pero yo me interrogo: por qué esto le ha ocurrido a la gente buena de por aquí», dice.

«He visto muchas tempestades en mi vida pero jamás como una como esta», aseguró.

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