En una España en crisis y un nuevo rey con grandes expectativas
MADRID, (AFP) – El próximo rey Felipe VI que, según el pesado mandato legado por su padre Juan Carlos I, debe encarnar el impulso de una «nueva generación», se enfrentará, en una España en crisis, a numerosas expectativas que probablemente le cueste satisfacer.
En cuanto la ley que da luz verde a la abdicación, firmada este miércoles por Juan Carlos, sea publicada a medianoche en el Boletin Oficial del Estado, el príncipe Felipe se convertirá en rey de España, antes de jurar ante senadores y diputados en el Congreso este jueves.
Responsables políticos, grandes deportistas como Rafael Nadal y simples ciudadanos: la mayoría de españoles coinciden en que el futuro Felipe VI, educado desde su niñez para reinar, está «bien preparado». Pero ¿preparado para qué?
«Creo que es un buen rey, muy preparado, pero no va a ser fácil. ¿Qué tiene que cambiar? No creo que lo sepa ni él. España está tan revuelta», afirma Antonio Molina, de 60 años, vendedor de bebidas frescas en un kiosco instalado cerca del Palacio Real de Madrid, en cuyo balcón aparecerán el jueves Felipe y la nueva reina Letizia para saludar.
Tras años marcados por una profunda crisis económica, un desempleo récord, escándalos de corrupción y tensiones independentistas, muchos españoles esperan que el nuevo monarca aporte un aire de cambio. Pero la tarea es dura y los frentes muchos.
«Yo creo que su objetivo es aunar todo lo que es la diversidad de España y hacer un consenso lo mejor posible políticamente», considera Enrique Martin, un jubilado de 71 años que aprovecha el buen tiempo para pasear ante el Palacio Real.
«Tiene una responsabilidad enorme pero yo pienso que lo que va a hacer es como lo que hizo su padre en su día, intentar ser el rey de todos los españoles. Estoy seguro de que lo conseguirá», agrega.
Entre sus mayores desafíos, restaurar la imagen de la monarquía, empañada por los escándalos en los últimos años de reinado de Juan Carlos, de 76 años.
«Tiene que renovar un poco la monarquía para que se quite todo lo que ha sucedido», considera Molina, recordando el viaje de su padre, Juan Carlos, para cazar elefantes en Botsuana cuando el país estaba sumido en la crisis en 2012 y el caso por presunta corrupción en el que están imputados su hermana, la infanta Cristina, y su cuñado, Iñaki Urdangarin.
Algunos esperan también que Felipe VI calme las divisiones en un sistema político dominado por los dos grandes partidos, el conservador PP y el socialista PSOE, y que modernice la Constitución de 1978. Otros esperan además que ayude a los millones de pobres y de desempleados.
Y mientras Cataluña prevé organizar en noviembre un referéndum sobre su independencia y en el País Vasco los independentistas conquistan un creciente lugar político tras el cese de los atentados de ETA, muchos esperan que Felipe, de 46 años, logre unificar al país.
Por último, también la cuestión del propio futuro de la monarquía, contestada por los republicanos, se plantea cada vez con más fuerza desde la abdicación de Juan Carlos.
Desde su anuncio, el 2 de junio, miles de personas salieron a las calles de todo país para pedir un referéndum entre monarquía y república.
«¿Va a hacer algo bueno por nosotros? Pues no sé, es que ni siquiera se nos ha dado la oportunidad de decidirlo», se indigna Paula Aciego, una estudiante de 22 años originaria de las Islas Canarias, de visita en Madrid.
«Yo creo que la gente empieza a estar descontenta y empieza a decir: ‘Oye, queremos cambio’. O Felipe se adapta o yo creo que ahí va a haber un cambio bastante importante», predice.
Grandes expectativas que corren el riesgo de verse decepcionadas.
«Ahora mismo los españoles esperan casi todo de él: esperan que arregle Cataluña, esperan que arregle el paro», señala Cote Villar, periodista del diario El Mundo.
«Esperan que esa nueva cara del príncipe sea también la nueva cara de las instituciones, porque en España tenemos una crisis institucional muy profunda», dice. Pero «al cabo sigue siendo un rey de una monarquía parlamentaria que no puede hacer mucho», agrega.
«El rey no tiene capacidad para cambiar nada, porque él no puede», afirma por su parte José Apezarena, autor de un libro reciente sobre la nueva pareja real. «Pero si puede reunir, puede acompañar, puede estimular» el cambio, precisa.
«Es un gran soplo de aire fresco», admite Villar. Pero «hay un gran riesgo de decepcion».