El Senado español dará luz verde a la proclamación de Felipe VI
MADRID, (AFP) – El Senado español dará este martes luz verde a la proclamación del nuevo rey Felipe VI en un escenario inaudito desde el retorno de la democracia a España en 1978, precipitado por la abdicación de su padre, Juan Carlos.
El rey saliente, de 76 años, presidió el martes junto a la reina Sofía su penúltimo acto oficial, un desayuno en su residencia del palacio de la Zarzuela con algunos invitados como el jefe de gobierno Mariano Rajoy.
El último acto como monarca será la firma de la ley de abdicación en una ceremonia en el Palacio Real de Madrid que debe ser «un acto muy solemne y corto, en el que no está previsto que haya palabras», señala la Casa Real.
El texto de ley, votado por los diputados el 11 de junio, debe ser aprobado sin sorpresas el martes por la tarde en el Senado donde, como ocurrió en la cámara baja, los partidos monárquicos disponen de una amplia mayoría gracias a la alianza entre el Partido Popular de derechas en el gobierno y la oposición socialista.
– Referéndum sobre la monarquía –
Entre las voces discordantes, muy minoritarias en las dos cámaras, que reclaman un referéndum entre monarquía o república, la de Izquierda Unida: «Hoy se aprueba esta ley y no se da la palabra al pueblo para decidir cuál es su modelo de Estado», dijo el senador José María Mariscal.
Una vez firmada la ley y publicada en el Boletín Oficial, entre el miércoles y el jueves, el príncipe Felipe se convertirá oficialmente en el nuevo rey Felipe VI.
Su mujer, la princesa Letizia, de 41 años, se convertirá en la primera plebeya en convertirse en reina de España mientras que la pequeña Leonor, con solo ocho años, pasará a ser la princesa heredera más joven de la realeza europea.
Este proceso sucesorio es inaudito en España desde la transición democrática iniciada en el país al morir el dictador Francisco Franco el 20 de noviembre de 1975 y liderada por Juan Carlos.
Casi cuatro décadas más tarde, desgastado por problemas de salud y varios escándalos, el monarca anunció el 2 de junio su decisión de abdicar, madurada durante meses, para dejar paso a una «nueva generación».
En el trono, su hijo encontrará la delicada misión de renovar una monarquía desacreditada y de preservar la unidad nacional que amenaza el auge independentista en Cataluña y, aunque en menor medida, en el País Vasco.
En uniforme de gala militar y con el fajín rojo de capitán general de los ejércitos, Felipe jurará el jueves fidelidad a la Constitución de 1978 en una sobria ceremonia laica ante diputados y senadores en el Congreso de Madrid.
Una vez proclamado rey, presidirá un desfile militar y cruzará en coche el centro de Madrid hasta el Palacio Real, donde junto a Letizia y sus padres, saludará desde el balcón a los ciudadanos congregados para la ocasión.
– Un rey popular –
Será el único momento en que se deje ver el rey Juan Carlos, que no asistirá al Congreso para ceder el protagonismo a su hijo ni tampoco a la recepción posterior en el Palacio Real con unos 2.000 invitados y embajadores extranjeros.
Se trata de una «decisión personal» del propio monarca para «dar más protagonismo» a Felipe, afirman desde la Casa Real.
Motivo de esperanza para una monarquía cuestionada por la mitad de los españoles según los sondeos, la popularidad de Felipe se mantiene alta aunque su margen de maniobra es estrecho en un país donde la crisis económica, el elevado desempleo y la corrupción han desgastado la confianza ciudadana en sus instituciones.
Tras las manifestaciones bastante numerosas a favor de la república que acompañaron el anuncio de abdicación, la movilización ciudadana ha ido decayendo y para el jueves solo se han anunciado unas pequeñas concentraciones, prohibidas por las autoridades.
«Este país necesitaba aire fresco, una nueva energía. El rey no tiene capacidad para cambiar nada pero puede reunir, puede acompañar, puede estimular», analiza José Apezarena, autor de un libro sobre la nueva pareja real publicado recientemente.
Sin duda, una de las cuestiones más urgentes a abordar será el pulso separatista de Cataluña con el referéndum de autodeterminación previsto para el 9 de noviembre que pondrá a prueba la diplomacia del monarca, que habla catalán con fluidez y mantiene estrechos vínculos con la región.