Se reanuda la restauración de “La Piedad” de Miguel Ángel
EFE
La restauración de “La Piedad” de Miguel Ángel, iniciada en noviembre del año pasado en el Museo de la Ópera del Duomo de Florencia, se reanudó tras el inciso que supuso el período de confinamiento del país por el coronavirus.
La restauración, que los visitantes podían ir a ver a través de una mampara tras la que se llevaban a cabo las obras de limpieza, volverá a recibir al público a partir del 21 de septiembre.
Serán visitas guiadas con grupos de 5 personas para garantizar las medidas contra la covid-19.
La primera limpieza que ya se ha hecho está sacando a la luz detalles y colores desconocidos de la famosa obra.
El equipo de expertos encargado de restaurar la obra de Buonarroti tiene por objetivo arreglar marcas del paso del tiempo como grietas o manchas causadas por el humo de las velas y de la cera proveniente del goteo de estas desde el altar mayor de la Catedral, junto al que la escultura permaneció expuesta 220 años.
En sus 470 años de vida, “La Piedad” ha cambiado de propietario muchas veces y ha atravesado varios procesos de mantenimiento, pero solo uno se ha documentado: el llevado a cabo en 1565 por Tiberio Calcagni, un escultor florentino próximo a Miguel Ángel, que había fallecido un año antes.
También se documentó la realización de un molde de la obra en 1882, que ha dejado en ella elevadas cantidades de yeso.
La Piedad Baldini es una de la obras maestras de Buonarroti, elaborada en su vejez y bajo la cual el artista esperaba ser enterrado en la iglesia de Santa María la Mayor de Roma.
La escultura de dos metros, que presenta el cuerpo de Cristo sostenido por María, María Magdalena y un Nicodemo con la cara del autor, fue objeto de la ira del artista, que la tomó a martillazos con ella al no soportar una imperfección del mármol. Las marcas son hoy visibles en el codo, el pecho, la espalda y la pierna izquierda de Cristo.
Inacabada, Miguel Ángel regalaría la obra a su discípulo Antonio Da Casteldurante, que la hizo reparar por Calcagni. Casteldurante se la vendería por 200 escudos al banquero Francesco Bandini, y se iniciaría el viaje de la obra de unos propietarios a otros que termina su recorrido en el Museo de la Ópera de Florencia, donde espera tras una mampara a que se reanude el flujo de visitantes.