Santiago de Cuba: De cuna de la Revolución a última morada - 800Noticias
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EFE

Con una tradición rebelde de casi dos siglos, Santiago de Cuba, la capital oriental de la isla, reafirma su título de «cuna de la Revolución» sesenta años después de la entrada triunfal de los «barbudos» comandados por Fidel Castro, que la eligió como última morada.

El gran monolito que guarda los restos del comandante en jefe de la Revolución Cubana (1926-2016) fue ubicado a la derecha del mausoleo del Héroe Nacional cubano José Martí, en el cementerio santiaguero de Santa Ifigenia, convertido en imprescindible sitio de peregrinaje para dignatarios extranjeros y turistas.

Más de 1,5 millones de personas han visitado en poco más de dos años la tumba de Fidel Castro en Santiago, que acogerá el 1 de enero la celebración por las seis décadas del triunfo de una Revolución iniciada en esa ciudad en julio de 1953.

Madre de la vieja trova y posiblemente la única urbe con genuino acento caribeño en la isla, Santiago de Cuba guarda un encanto que la distingue de La Habana y se remonta a sus nobles orígenes como la primera capital cubana en 1522, siete años después de su fundación por Diego Velázquez.

Su cercanía a la Sierra Maestra, cobijo de los cubanos durante las guerras de independencia contra España y luego en la insurrección contra Fulgencio Batista, la ha ligado a casi todos los levantamientos en el país, por lo que la «indómita» se ganó el título de «Ciudad Héroe» en la historia cubana.

La estrecha relación de Fidel Castro con Santiago comenzó cuando con seis años viajó desde su finca natal para iniciar estudios en la ciudad, que se mantiene hasta hoy como la segunda mayor de la isla.

Allí pasó la mayor parte de su primera adolescencia, hasta su partida hacia La Habana, donde más tarde iniciaría su vida política como líder estudiantil.

Castro regresó a Santiago de Cuba en varias ocasiones para afinar los preparativos del asalto al cuartel Moncada, el 26 de julio de 1953, una acción fallida pero considerada como el inicio de las luchas que llevarían al triunfo de la Revolución.

Tras el fracaso del asalto, Castro fue apresado y en un juzgado santiaguero pronunció su famoso alegato de defensa «La historia me absolverá», el programa político de su insurrección, que tendría en la capital oriental su puesto de mando más importante fuera de la Sierra.

Cuando el 2 de diciembre de 1956 Castro llegó en el yate «Granma» a la costa norte del oriente cubano, dos días después de lo planificado, el levantamiento previsto en Santiago de Cuba para apoyar el desembarco había sido aplastado a sangre y fuego.

Pese a esa derrota, los expedicionarios se reagruparon en el Ejército Rebelde, que entró triunfal en Santiago, convertida en «ciudad mártir» a fines de 1958, en la violenta represión final de Batista, extendida por todo el país pero donde la urbe llevó la peor parte.

Con la simbólica entrada, Castro reivindicó el «triunfo arrebatado» por Estados Unidos a los cubanos al final de la guerra hispano-estadounidense de 1898, cuando se impidió el ingreso de las tropas del general Calixto García en la ciudad.

Desde Santiago y en lugar de tomar un avión a La Habana, donde ya estaban sus comandantes Camilo Cienfuegos y Ernesto «Che» Guevara, Fidel Castro decidió hacer un viaje de una semana por la isla que denominó «Caravana de la Libertad», arropado por miles de cubanos que lo recibían en las ciudades y lo saludaban en el camino.

«Nací en esta provincia, en esta provincia luché, en esta provincia fui derrotado, en esta provincia volví a la lucha, en esta provincia vencí. Y si es preciso venir a morir, ¡en esta provincia vendré a morir!», aseguró en marzo de 1959 durante una de sus muchas visitas.

Y 58 años después, el barbado comandante haría el recorrido inverso -casi mil kilómetros desde La Habana a Santiago- en una urna cubierta con flores blancas, saludado por los nietos y bisnietos de quienes lo aclamaron la primera vez.

En Santa Ifigenia, el «cementerio de los próceres» de Santiago de Cuba, lo esperaba la gran roca de la Sierra Maestra que se convertiría en su túmulo, un proyecto realizado dentro del más absoluto secreto y planeado desde que el anciano expresidente enfermó y pasó el poder a su hermano menor, Raúl Castro, en 2006.

El festejo por los 60 años de su Revolución encontrará a Castro en el «altar sagrado de la Patria» del cementerio de Santiago, junto a José Martí, el Héroe Nacional cubano, y las tumbas de Mariana Grajales y Carlos Manuel de Céspedes, considerados en la isla la «madre y el padre de la Patria».

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