Salen a la luz detalles del intento de asesinato de la Reina Isabel II en 1981
ABC
A pesar de que los miembros de la realeza cuentan con un equipo de seguridad preparadísimo para cualquier tipo de situaciones, el hecho de que los reyes y príncipes quieran ser cercanos y cariñosos con sus súbditos hace su trabajo muchísimo más complicado. Nunca se está suficientemente alerta para evitar posibles atentados contra los miembros de las casas reales, fue el caso de la Reina Isabel II, quien en octubre de 1981 casi fue asesinada durante su visita a Nueva Zelanda, por un joven de 17 años. Esta semana, tras casi cuarenta años después de silencio, un ex sargento de Dunedin ha revelado en el diario «Stuff» que el gobierno neozelandés decidió ocultar este hecho a la monarca, pues temían que Isabel II no volvería a visitar al país por miedo a un nuevo intento de atentado.
Christopher John Lewis fue el joven neozelandés que intentó acabar con la vida de la reina de Inglaterra apuntándola con un rifle desde la ventana del cuarto de baño de un bloque de viviendas en Dunedin, una ciudad de la Isla Sur. Afortunadamente erró el tiro y no logró su objetivo. Muchos de los asistentes al evento escucharon los disparos, aunque las autoridades sostuvieron que en el sonido se produjo por la caída de una valla.
Tras su detención, Christopher Lewis confesó a los investigadores que un hombre inglés llamado «Snowman» le ordenó matar a la Reina. El adolescente creía que los grupos pro-nazis y de extrema derecha estaban «surgiendo» a través de Nueva Zelanda y querían liderar una célula terrorista local. Los archivos de la policía muestran que Lewis había llevado a los oficiales a un baño de quinto piso en un edificio con vista a la ruta de la Reina. Allí encontraron un rifle de calibre 22, el que utilizó en su intento de asesinato.
A pesar de provocar un atentado contra la vida de la Reina, el chico solo fue acusado de dos delitos: de poseer un arma de fuego en un lugar público y de descargarlo en una zona no autorizada para ello. Fue condenado a tres años de prisión, tras lo cual fue trasladado e ingresado en un hospital psiquiátrico en 1983, donde preparó un nuevo atentado para asesinar al príncipe Carlos durante otra visita real a Nueva Zelanda, unos planes que se vieron truncados antes de ni siquiera intentar ejecutarlo.
Lewis pasó la mayor parte de su vida adulta dentro y fuera de prisión, hasta que en 1996 fue acusado del asesinato de Tania Furlan, madre de tres niños, un crimen cuya evidencia de ADN más tarde lo absolvió. Se suicidó en 1997 a la edad de 33 años, mientras cumplía una pena de prisión en Mount Eden, situado en Auckland.