Saint Germain y el misterio de la inmortalidad
800 Noticias | Foto: Referencial
Hay hombres que han trascendido a su época, algunos por sus enseñanzas, por nuevos conocimientos que dejaron en el mundo, otro por algún cambio importante que realizaron con su mera presencia y están los que, incluso, logran trascender a su época por el misterio que los rodea. A estos últimos pertenece el Conde de Saint Germain, un personaje tan escurridizo que ha logrado evadir la historia en más de una ocasión. Mientras que algunos datos históricos se refieren a él como a un hombre común, otros señalan que se trata de un ser inmortal que ha estado en el mundo desde tiempos inmemorables.
El conde de Saint Germain decía haber nacido en 1696 en los Cárpatos y ser hijo del último rey de Transilvania, Francisco Rákóczi. Recibió una educación tan exquisita como singular: hombre elegante, políglota y amante de todas las artes y las ciencias, se dice que fue iniciado desde muy joven en la Soberana Orden de los Caballeros de Malta, donde estudió los arcanos de la alquimia. Su vasto conocimiento parecía no tener límites, era un sabio de todas y cada una de las disciplinas de su época: medicina, arte, poesía, química, música y mucho más. Esto le aseguró ser una figura importante en su época, pero el mito del conde va mucho más allá de la figura de un hombre sabio y honorable.
1. El hombre
Es difícil asomar demasiados datos sobre su vida. Para empezar, el lugar en el que nació es completamente desconocido para la historia, aunque algunos asumen que nació en un castillo de los montes Cárpatos, en Transilvania. La fecha de su nacimiento también es un misterio, algunos señalan que fue en 1696 (incluso, esta es la fecha que puedes conseguir en páginas como Wikipedia), pero otros autores señalan que esta fecha pudiera ser falsa o, simplemente, un engaño deliberado. También la fecha de su muerte ha creado grandes debates. Según la historia, murió en 1784; según el mito, no se sabe, o no ha muerto.
Incansable viajero desde muy temprana edad, se cuenta que ya desde niño se le introdujo en el movimiento francmasón, y que tras pasar largas temporadas en la India y en Persia junto al Shah, apareció en la corte francesa como fabricante y diseñador de joyas, momento en el que empezó a construirse su leyenda. Debido a su gran sabiduría y talento, el conde de Saint Germain fue una figura fundamental en la Europa del siglo XVIII. De hecho, el conde frecuentaba las cortes europeas, trataba con los reyes y la alta aristocracia, era muy respetado y admirado por su gran erudición, sus aptitudes y poderes, así como por su porte distinguido y su elegancia personal.
El conde de Saint Germain, más que hombre, ha pasado a la historia como un mito. De hecho, no hay grandes coincidencias entre lo que distintos historiadores dicen de él, y los datos son poco precisos. Por ejemplo, se cuenta que durante una cena con Madame Pompadour, una anciana condesa creyó reconocerlo, aunque no podía acabar de entender lo que estaba ocurriendo, ya que ella había conocido al Conde de Saint Germain en la Venecia de 1710. El Conde se acercó a la mujer para decirle con sencilla naturalidad: “En efecto, señora, yo la conocí a usted en aquellos días cuando aún era joven y hermosa. Yo soy muy viejo, debo tener más de 100 años». Esta es solo una anécdota, además un poco imprecisa, puesto que Pompadour murió en 1764, y para entonces, si confiamos en las fechas, el conde tendría 68 años, más o menos.
Sin embargo, esta anécdota da cuenta, en parte, del mito de este hombre. Durante su vida, el conde de Saint Germain se presentó en distintos lugares y, además, participó en diferentes acontecimientos históricos: fue diplomático en 1740 en la corte del rey de Francia, en 1762 fue cómplice de una conspiración para lograr poner a Catalina la Grande en el trono, en 1774 advirtió a Luis XVI y Maria Antonieta de que una revolución estaba a punto de llegar a Francia, en 1820 la condesa d’Adhemar habló con él sobre lo sucedido, lamentando la muerte de ambos. La sombra de este hombre fue un constante hilo conductor en una Europa que empezaba a despertar al mundo en su modernidad, un personaje que pareció habitar tras cada telón y en cada decisivo acontecimiento.
Con información de Supercurioso
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