¿Sabe por qué nos rascamos cuando lo hacen otros?
Redacción 800 Noticias / con información e imagen de ABC
Rascarse, como ocurre con el bostezo, es un comportamiento socialmente contagioso. Cuando vemos a alguien que lo hace es probable que sigamos su ejemplo. No podemos evitarlo, sentimos de inmediato la comezón en nuestro propio cuerpo y la necesidad de alivio. Para algunas personas, la sola mención ya lo provoca (puede que incluso leer estas líneas le cause el prurito).
Investigadores de la Escuela de Medicina de la Universidad de Washington han descubierto el motivo de ese picor irresistible. Según explican en la revista Science, no es una forma de empatía con los demás ni una respuesta psicológica. En realidad, está «programado» en el cerebro.
Hasta ahora, se creía que el picor contagioso sucedía de forma generalizada entre seres humanos y en otros primates, pero resulta que también afecta a los ratones. En un experimento, los investigadores colocaron un ratón en un recinto con una pantalla de ordenador. Luego, le pusieron un vídeo que mostraba a otro roedor rascándose compulsivamente.
«A los pocos segundos, el ratón del recinto comenzó a rascarse también», asegura Zhou-Feng Chen, director del Centro para el estudio del picor de la Universidad de Washington y principal autor del estudio.
«Esto fue muy sorprendente, ya que los ratones son conocidos por su mala visión. Ellos utilizan el olfato y el tacto para explorar el entorno, por lo que no sabíamos si un ratón se percataría del vídeo. No sólo lo hizo, sino que se dio cuenta de que el ratón que aparecía en él se estaba rascando», explica.
A continuación, el equipo identificó una estructura llamada núcleo supraquiasmático (NSQ), una región del cerebro que controla cuándo los animales se duermen o se despiertan. Esta región se activó de forma muy notable después de que el ratón viera el vídeo de su congénere dedicado a rascarse.
«La comezón es muy contagiosa», añade el autor del estudio. «A veces solo mencionar el picor hace que alguien se rasque. Mucha gente pensaba que estaba todo en la mente, pero nuestros experimentos muestran que es un comportamiento ‘cableado’ y no una forma de empatía».