Rosalía enmudece a 40.000 personas en la apertura de Mad Cool 2019 - 800Noticias
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EFE

Más flamenca, más electrónica, más urbana o más popera, desbocada o en susurros, en todos sus registros se ha llevado Rosalía de calle la apertura de la cuarta edición de Mad Cool, con unas 40.000 personas a las que ha empujado hasta este festival para llevarles tanto al éxtasis como al silencio.

Desde la apertura de puertas y el inicio de la música en torno a las 17.30 horas con The Amazons y The Gulps, cientos de personas han ido llenando las instalaciones para disfrutar de actuaciones como el luminoso pop con sintetizadores de los británicos Metronomy y la lúdica fusión coloreada con metales de The Cat Empire, que han contado como invitado con Jairo Zabala, alias Depedro.

El objetivo, no obstante, estaba claro: Rosalía. Ama del «hype» actual y diva de «fashionistas» que no perdían la oportunidad de registrarlo todo gráficamente, han sido miles las personas que desde temprano buscaban un puesto frente al escenario principal para disfrutar de la hora de directo de la catalana en su primera actuación en Madrid en 2019.

Atrás quedaba su estreno en el festival Cultura Inquieta, hace poco más de un año, cuando aún no se había lanzado el exitoso «El mal querer» (2018) y el fenómeno solo se intuía, así como el estallido que supuso su actuación gratuita después en noviembre en la Plaza de Colón.

Su sola presencia en el escenario, embutida en unos leggins cortos dorados y un blusón de volantes, ha desatado una locura de gritos convertida en un canto coral cuando se ha arrancado con los primeros versos de uno de sus temas más celebrados: «Me da miedo cuando sales / Sonriendo pa’ la calle / Porque todos pueden ver / Los hoyuelitos que te salen».

Como en sus anteriores conciertos, a Madrid ha llegado con la asistencia de dos palmeros, dos coristas, un nutrido cuerpo de bailarinas, todas de blanco, que amplificaban con sus movimientos impetuosos el drama de muchas de sus composiciones, y el toque de El Guincho adornando con su teclado y caja de ritmos las bases pregrabadas.

«¡Madrid, me hace muchísima, muchísima, muchísima ilusión estar aquí!», ha exclamado en varias ocasiones, dentro de un espectáculo en el que «El mal querer» ha ejercido de espina dorsal, pero en el que no ha dejado de anticipar temas inéditos, véase «Como ali», «De madrugá» y «Lo presiento».

No se ha dejado ni una versión «a capella» de su más reciente publicación, la rumba en catalán «Milonària», que interpretaba por primera vez en directo y en la que los madrileños la han acompañado en la letra, igual que en los primeros compases del flamenco descarnado de «Catalina», de su primer álbum «Los Ángeles», que ha conseguido enmudecer a la plana mayor de los miles de congregados.

Hasta con una versión de «Te estoy amando locamente» de Las Grecas se ha atrevido Rosalía, que tampoco ha dejado escapar canciones fruto de sus colaboraciones para otros discos, como la bella «Barefoot in tha park», intimista pieza que grabó con James Blake, o más tarde «Brillo», con J Balvin.

Cierto es que en un formato tan multitudinario se dispersa gran parte del sabor que Rosalía atesora en espacios más reducidos o íntimos y que el espectáculo ha perdido elementos escenográficos que la hicieron brillar por ejemplo a su paso por Sónar o Cultura Inquieta 2018, pero no cabe duda de que sigue habiendo mucho contenido que celebrar y una estrella de carácter a reivindicar.

Si «Di mi nombre» y «Bagdad» parecían haber puesto a los congregados en ebullición, no ha sido nada en comparación con el final bordado con su homenaje al reguetón clásico, «Con altura», su celebración de la manicura y la personalidad en «Aute Cuture» (con bajada a la pista en un baño de masas) o «Malamente», la definitiva explosión con la que todo comenzó.

Tras su actuación, ha llegado la sueca Lykke Li, con su pop rítmico e hipnótico, melancólico y sensual, preñado de r&b, para desgranar su último disco, el estupendo «so sad, so sexy» (2018), en un espectáculo de luces tenebristas y cuero rojo que ha brillado especialmente con el tema titular y otros como «bad woman» en los que la norma es la nórdica contención con esporádicos latigazos.

«I Follow Rivers», su ya viejo éxito internacional, no ha fallado y ha levantado incluso a quienes no han sabido superar el síndrome post-Rosalía, a tiempo para el final roquero de Bring Me The Horizon hasta pasada la medianoche.

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