Robots son insuficientes en siguiente gran paso hacia la Luna - 800Noticias
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EFE

¿Por qué es necesaria la presencia humana en la Luna o Marte si se pueden enviar robots? Los astronautas que entrenan en la isla de Lanzarote, en el archipiélago atlántico español, lo tienen claro: solo la sinergia entre nuestra habilidad y la tecnología conducirá al «siguiente gran paso», que no es otro que regresar a la Luna, llegar a Marte y, de camino, aprender a ser sostenibles y eficientes a la hora de crear aire o combustible desde una simple muestra de agua.

Para el astronauta Alexandre Gerst (Künzelsau, Alemania, 1976), que ostenta el récord de la Agencia Espacial Europea (ESA) de tiempo transcurrido en el espacio, 362 días, «solo habrá éxito» si se unen robots y humanos, porque aunque las máquinas son mucho más útiles en espacios hostiles y en situaciones de incertidumbre, carecen de algo fundamental para los exploradores espaciales: intuición.

«Sirven bien para labores de preexploración y para ayudarnos a adaptarnos. Pero los humanos somos más intuitivos, entendemos el ambiente mucho mejor que un robot, somos más rápidos consiguiendo muestras y distinguiendo cuáles son importantes, así que en combinación somos muy eficientes», señala Gerst en una entrevista con EFE.

Los entrenamientos, que tienen lugar en pleno volcán de Santa Catalina (Tinajo, Lanzarote), los desarrollan personal de la ESA y algunos miembros de la NASA como Stephanie Wilson, con muchas papeletas para ser la primera mujer que pise la Luna.

En este enclave, parecido a muchas de las zonas volcánicas con las que un equipo de astronautas de la misión Artemis -heredera y sucesora de las misiones Apolo-, geólogos y otros científicos simulan la exploración de la superficie lunar, se ensaya cómo sería la recogida de muestras de piedras.

El octavo continente

«Es mejor pensar en la Luna como el octavo continente. Está ahí fuera, sin explorar, sin descubrir… solo hemos estado allí seis veces. Hemos recolectado algunas rocas pero no sabemos nada del lugar. Es nuestra responsabilidad ir allí, entenderla mejor, construir bases de investigación y que eso sirva para el conocimiento», reflexiona Alexander Gerst.

Preguntado sobre si prefiere pisar primero la Luna o Marte lo tiene claro: la Luna es un objetivo «mucho más alcanzable», además de un sueño de infancia. A su juicio, el satélite terrestre es «como la Antártica hace 100 años», un lugar «ancho y vacío al que era arriesgado ir» pero que, al final, «ha merecido mucho la pena».

«La geología de la Luna es muy compleja, de hecho. Tenemos mezcla de lava volcánica, tierras altas, rocas que se pueden encontrar en algunos lugares de la Tierra y muchos cráteres que disturban la geología y de los que podemos aprender», explica el astronauta, que insiste en que las rocas de la Luna, «son un libro abierto que sirve para leer la historia de la Tierra».

En este sentido, recuerda que las rocas lunares son muy antiguas en comparación con las que se pueden encontrar en la Tierra, ya que pueden llegar a contar con 3.800 millones de años, frente a los pocos millones de años que ofrece el suelo volcánico lanzaroteño, por ejemplo.

Pisar de nuevo la Luna servirá, añade, para averiguar «quizá» cómo se formó la atmósfera terrestre o cómo se produjo la vida en la Tierra. «Ese es el tipo de cosas que buscaremos en las rocas de la Luna. Y el siguiente gran paso ya lo pueden ver, está en el horizonte», insiste Gerst en referencia a la cercanía de la puesta en marcha de Artemis.

Decisiones rápidas en expediciones de seis horas

El director del curso Pangaea, el geólogo Francesco Sauro, coincide con Gerst y apunta a EFE que la capacidad humana de tomar decisiones rápidas y poder elaborar ideas sobre la marcha les hace ser más flexibles que cualquier tipo de robot o rover.

«Lo vimos con la misión Apolo. Lo que trajeron los astronautas en muy poco tiempo y misiones fue increíble. No hay posibilidad de cambiarlo con un rover», destaca este científico italiano, que subraya los cambios tecnológicos respecto a las primeras visitas al satélite de finales de los años sesenta y principios de los setenta.

«Ahora se puede caminar con un pequeño dispositivo en la mano, un teléfono o un espectómetro, y saber la composición química de una roca en tiempo real. Todo es mucho más eficaz y eso hará las visitas a la Luna mucho mejor», concluye Sauro, que también da importancia a la capacidad de poder cambiar de ideas o hipótesis previstas en muy poco tiempo, sobre el terreno, con expediciones de cinco o seis horas en superficie.

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