Robert Pattinson, la estrella que huyó de Hollywood para refugiarse en Europa
Agencias
Con el aura de ídolo juvenil, hiperprotegido por ese Hollywood de las franquicias que conserva a sus estrellas como tesoros de museo, Robert Pattinson (Londres, Reino Unido 1986) creció en la industria como un producto capaz de vender entradas a los adolescentes de todo el planeta. Un icono global, el favorito de una generación que le descubrió con «Harry Potter y el cáliz de fuego» (2007) y del que se enamoró en «Crepúsculo» (2008). Pero como cualquier adolescente, tarde o temprano acabó por matar al padre. Y Pattinson se fue de casa en busca de nuevas experiencias lejos, muy lejos, de la que había sido su casa. De las colinas soleadas de Hollywood al frío del cine independiente de Sundance.
Hasta el estreno de la última película de Crepúsculo, allá por 2012 con «Amanecer – Parte 2», Robert Pattinson se especializó (o le especializaron, por ser más exactos) en películas románticas de amores tan imposibles como las edades de sus protagonistas. En los carteles de «Recuérdame» (2010) o «Agua para elefantes» (2011), sus títulos más exitosos entre tanto vampiro, lucía la misma caída de hombros y la misma media sonrisa seductora que provocaba tantos suspiros adolescentes como billetes entraban en las cuentas corrientes de sus productores. Pero en 2012 todo cambió.
Ese año, ya con la saga vampírica concluida, Pattinson estrenó «Cosmopolis», de David Cronenberg, artífice de obras tan complejas como «Videodrome», «La mosca», «Una historia de violencia» o «Promesas del este». Después se puso a las órdenes del maestro Werner Herzog en «La reina del desierto», del esteta Anton Corbijn en «Life» y de James Gray en «Z. La ciudad perdida». En 2018 subió la apuesta con la francesa Claire Denis, una de las grandes autoras europeas, con la que perpetró «High Life», una revisión del cine de ciencia ficción a la sombra de Tarkovski. Y para los próximos meses tiene pendientes «Waiting for the Barbarians», del colombiano Ciro Guerra, y «Tenet», de Christopher Nolan. Y por supuesto, el nuevo Batman que ya ha comenzado a rodar entre una bruma de hermetismo.
Aunque antes llega «El faro», que se estrena este viernes y en la que comparte cartel con el polifacético Willem Dafoe. Una película en blanco y negro que ha ganado el premio de la crítica en los festivales que ha recorrido desde su primera proyección en Cannes. Berlín, Venecia, San Sebastián, Toronto, Sundance… No hay festival que no haya visitado desde que abandonara su paliducho personaje inmortal, y siempre con una sonrisa con la que encandilar a la prensa, quizá su mejor aprendizaje de ese Hollywood del márketing en el que creció.
«No hice nada para hacerme famoso ni lo hago ahora por mantenerme en la fama», reconocía en el Festival de San Sebastián, cuando presentó 2High Life». Allí no solo enamoró a las cientos de personas que le esperaban en la alfombra roja para sacarse un selfie, también a los periodistas que convivieron con él una jornada en la que se encontraron a un actor muy alejado del estereotipo de estrella de Holywood.
«No tengo estigma [por haber hecho «Crepúsculo»], eso lo dicen los demás. Todas las películas que he hecho desde que accidentalmente me convertí en actor han sido muy personales. No puedes decirle a tu público cómo ver algo. Es una marea: un año piensan una cosa y al otro, otra, no puedo controlar eso. Agradezco a todas las personas que he conocido para trabajar con ellos», presumía.
Una cosa similar a la que contó en la rueda de prensa de la Berlinale de 2018: «La única prevención que tengo con las franquicias es que no se hacen nunca para adultos, y que cuanto más presupuesto hay, más personas están encima de ti diciéndote que si no haces las cosas como a ellos les gusta… estás despedido».
Y todo eso antes del rodaje de Batman, del que se esperan tantas cosas como miedo hay por ver qué han hecho con Bruce Wayne después del luestre que le dio Christopher Nolan. «No tengo los abdominales de Batman. Me falta el “six pack”. Como actor siento que sigo aprendiendo pero, la verdad, no soy de ir al gimnasio, prefiero «emborracharme», bromeaba el actor en la rueda de prensa de Cannes en la que presentó «El faro», aunque todos le preguntaron por Batman. Ahí ya dejó claro que asumir un papel conocido por todo el mundo ya no era un problema. «»Después de “Crepúsculo” me convertí en una persona pública. Mi ego tuvo que enfrentarse a muchas cosas. A mí no me gusta llamar la atención o que la gente me abrace por la calle… Todo eso me obligó a cambiar», confesó.
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