¿Realmente existe la droga de la verdad?
800 Noticias
En verdad los interrogatorios policiales serían mucho más sencillos si contáramos con una sustancia capaz de alterar la psique de los detenidos para obtener la información que de forma voluntaria no quisieran proporcionarnos.
La escopolamina es un alcaloide presente en varias plantas venenosas. Pero su acción sedante conlleva, conforme se aumenta la dosis, desagradables efectos secundarios: desorientación, confusión mental, dificultad para hablar y delirios. Por ello, se descartó como suero de la verdad.
La siguiente candidata, la mescalina, un alucinógeno presente de forma natural en varios tipos de cactus, dio parecido resultado. Países como EE. UU., Reino Unido y Alemania experimentaron con ella durante la Segunda Guerra Mundial, pero los testimonios obtenidos bajo los efectos de la mescalina no tuvieron la calidad esperada, llegando a ser contradictorios.
En década de 1950 y 1960, los proyectos secretos MK Ultra y MK Delta de la Agencia Central de Inteligencia de EE. UU. (CIA), se centraron en el uso del alucinógeno LSD (dietilamida del ácido lisérgico, comúnmente llamada ácido) y del estimulante MDMA (metilendioximetanfetamina) como drogas para manipular el comportamiento y forzar confesiones.
Los primeros informes de los investigadores militares sobre el LSD parecían prometedores, pues los sujetos sucumbían en una euforia inicial y comenzaban a hablar. Pero luego aparecieron los mismos problemas que con la mescalina y la escopolamina: alucinaciones fortísimas, ataques de locura, confusión y pensamiento alterado.
La solución se buscó en los barbitúricos, sedantes del sistema nervioso central que pueden funcionar como hipnóticos. Entre ellos, destacó una sustancia: el tiopental sódico. Más conocido como amital o pentotal sódico, es un anestésico de acción rápida y corta duración que forma parte, junto con el bromuro de pancuronio y el cloruro potásico, de la inyección letal usada en las ejecuciones por pena de muerte.
Los investigadores constataron que el tiopental sódico relajaba a los individuos y producía desinhibición, haciendo que los interrogados expresaran lo que se les pasaba por la cabeza, sin filtros.